El año pasado, Mario Vargas Llosa era galardonado con el premio Nobel de la Literatura, y este año el galardonado no se ha quedado atrás. Nada más y nada menos que el poeta sueco Tomas Tranströmer fue premiado el pasado diez de diciembre con el premio más prestigioso del mundo.
Tal vez es la falta de la capacidad de hablar, o tal vez simplemente es la gran cultura con la que cuenta Tomas —con tres carreras en su currículum: Historia de la Literatura, Psicología e Historia de las Religiones— lo que le permiten expresarse tan bien a la hora de redactar lo que imagina en un papel. Lo que está claro es que ha conmovido a muchas personas, y gracias a él la lectura de poesía ha aumentado, sobre todo en Estados Unidos.
El jurado afirmó que el premio había sido otorgado a Tranströmer “porque a través de sus imágenes condensadas y translúcidas nos permite el acceso a la realidad”, una frase que ha recorrido ya la web entera, y que ha aparecido en numerosos titulares. Tomas se mostraba “contento y emocionado” después de que la Academia comunicara el fallo.
Con catorce obras publicadas en más de setenta idiomas (siete de ellas en castellano), Tomas ha ganado una gran fama por la calidad de sus textos. Con obras tales como Hemligheter på vägen (1958), El cielo a medio hacer (2010) y Klanger och spår (1966) los críticos le han construido un trono en el que ahora se alza como uno de los mejores poetas de su generación.
Varias celebridades de la literatura, como Mascaró, poeta y traductor uruguayo y el poeta leonés Antonio Colinas han sacado a la luz su conformidad con la elección de Tranströmer por parte de la academia para ser el premiado. “Un gran y auténtico poeta”, afirmaba el leonés, subrayando la rareza o provocación de algunos premios de la Academia que nada tenían que ver con el acierto en éste.
Más de cien años otorgando premios a los mejores. Y Tranströmer no iba a ser menos.
