La distopía del mes (XX): Sleep Dealer
Sleep Dealer (2008), escrita y dirigida por Alex Rivera, presenta un futuro distópico no muy distante, en el que no es necesario cruzar la frontera para alcanzar el sueño americano. Ha estado nominada a numerosos premios, y entre los conseguidos, destacan el Premio Cinematográfico de Amnistía Internacional en la Berlinale de 2008 o los Premios Alfred P. Sloan y el Premio Waldo Salt al Mejor Guionista en Sundance, donde fue estrenada.
El director
Sleep Dealer es el único largometraje de Alex Rivera, director, guionista y artista multimedia nacido en Estados Unidos y de ascendencia peruana. Anteriormente, ha realizado diversos cortometrajes y obras audiovisuales, la mayoría de ellas relacionadas con los conceptos de migración y tecnología.
La trama
Memo Cruz, un campesino mexicano, es en realidad un apasionado de la tecnología. Su vida en la granja es rutinaria y miserable, por lo que decide dejar a su familia y buscar trabajo en una empresa tecnológica. Sin embargo, descubrirá que el sueño americano puede llegar a ser incluso peor que su antigua vida.
La distopía
Estamos ante una distopía de tipo social. Lo más terrible de esta distopía es que parte de ella está sucediendo en estos momentos, con grandes corporaciones explotando a inmigrantes en sus fábricas. Rivera lleva esta realidad un paso más allá, donde los trabajadores se conectan (literalmente) a una red informática para trabajar. Las grandes empresas pisotean a los más desfavorecidos y “secuestran” las reservas de agua a la vez que disuelven cualquier tipo de protesta mediante el uso de drones armados.
La crítica
En sus inicios, Sleep Dealer es capaz de acaparar el interés del público. La voz de su protagonista se entremezcla con un pequeño flash-forward capaz de generar la intriga necesaria para querer saber más. El color anaranjado domina cada plano, acentuando la sequía que castiga a la población y confiriendo al metraje una imagen característica.
Toda la escenografía se basa en el mundo de hoy, lo que hace que el espectador sienta una conexión más próxima a la historia, ya que no existe demasiada diferencia entre el mundo real y el que plantea Sleep Dealer; simplemente se añaden unos pocos elementos auténticamente revolucionarios, integrados de forma natural en la vida cotidiana.
Los actores realizan un trabajo correcto, aunque hay ocasiones en las que los diálogos pueden resultar un poco forzados, desnaturalizados por su falta de ritmo. Luis Fernando Peña, el actor principal, tiene una expresividad muy tenue pero cargada de emotividad, y consigue que sea extraordinariamente fácil empatizar con el personaje que encarna.
Uno de los aspectos más mejorables radica en la imagen: está poco depurada, y tiene movimientos de cámara y efectos visuales ligeramente chocantes, que desmerecen levemente el trabajo. Quizá pueda achacarse a una posible falta de recursos (de dinero, vaya). Calificar la película en sentido visual es extremadamente difícil, ya que mezcla elementos que a priori pueden parecer incompatibles, como el ciberpunk y el drama. Lo curioso es que esta amalgama de estilos termina funcionando mucho mejor de lo que cabría esperar.
El llamativo guión es el pilar sobre el que se apoya la película, y gracias a él, esta obra queda impresa en la memoria del espectador. Aunque pueda resultar tentador, no debe desvelarse ningún aspecto clave del mismo, ya que realmente merece la pena dejarse sorprender por esta historia de apariencia sencilla y una profunda complejidad.
Sleep Dealer huye de pirotecnias y nos ofrece una realidad muy plausible que en ocasiones se siente como un puñetazo en el estómago .Estamos ante una de esas películas injustamente desconocidas por el gran público, aun teniendo una calidad superior. Arriesgada y diferente, es una película incontestable dentro del género de la ciencia ficción, que bien merece ser descubierta por todos aquellos que aún no la conozcan.