Críticas de literatura

Reseña: «Unos asesinatos muy reales». Cuando el horror sobrepasa la ficción

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Una escritora de talento excepcional”, reza Publishers Weekly en la contraportada de “Unos asesinatos muy reales”, la nueva novela de Charlaine Harris que se ha editado en nuestro país (aunque esta obra date de 1990). Y es que ha tenido que emitirse la serie de televisión de HBO, “True Blood”, para que otras sagas de esta autora vean la luz en nuestras estanterías. Una pena.

Porque la cuestión es que Publishers Weekly tiene toda la razón del mundo y que Charlaine Harris no sólo tiene talento sino que su papel y su lápiz tienen personalidades propias, dando vida a una prosa particular cuyas historias y personajes tienen su sello único. La marca de unas heroínas que no son más que mujeres de la vida real enfrentándose a situaciones que pondrían a prueba la entereza de cualquiera.

Como ya lo fue el de Sookie Stackhouse en su saga de vampiros, este es el caso de Aurora Teagarden: una joven normal, con una vida que roza el aburrimiento (salvo por algúna que otra afición excéntrica) que, de un día para otro, influida por un suceso determinado, cambia para siempre.

Así es como una serie de asesinatos convierte a Aurora (alias “Roe”), una bibliotecaria algo mojigata, en una aficionada detective y una deseable mujer que atrae la atención de dos hombres, a cual más interesante, al mismo tiempo. Y es que  Roe pertenece a “Real Murders” (título del libro en su idioma original, por cierto), una asociación de aficionados al crimen de Lawrencetown, Georgia, cuyos miembros se reúnen cada semana para hablar de un asesinato famoso. Miembros de lo más rarito, todo sea dicho. Como Gifford Doakes, especialista en masacres; o Jane Engle, amante de las historias de terror victorianas. Aurora, en cambio, decide centrarse en un asesinato en concreto y exponerlo ante los miembros del club. Pero la joven no llega a tener la oportunidad, al descubrir que una de sus compañeras ha sido asesinada siguiendo el mismo modus operandi del crimen que ella había escogido para la reunión. Y este sólo será el primero de una serie de muertes que se asemejan, sospechosamente, a otras que aparecen en los libros…

El libro, como Charlaine Harris ya nos tiene acostumbrados, combina dos facetas que danzan entre la introspección de la protagonista, que evoluciona como persona y se nos hace increíblemente cercana, y el juego que constituyen los asesinatos, con el que, de paso, aprendemos un poco de la historia criminal de los Estados Unidos.

Y a esto ayuda su magistral forma de narrar en primera persona, que le confiere un estilo personal, se para en detalles de la vida cotidiana, como el olor del primer café de la mañana, el placer de un baño caliente o los miedos nocturnos que pueden asaltarnos en la oscuridad de la cama. Por no hablar de la atmósfera de erotismo y sensualidad que se respira en casi todas las novelas de Harris (aunque en esta se acentúe menos que en las de Sookie y más que en las de Harper Connelly).

El puzzle que construyen los asesinatos es otra historia. Una terrible historia que tiene como piezas a cada uno de los habitantes del pequeño pueblo de Lawrencetown, aterrados porque el asesino puede hacerlos encajar…o no. Y es que uno de los mensajes que Harris nos ha ido enviando a lo largo de su trayectoria literaria es cómo una afición a ciertas historias turbulentas puede dejar de tener gracia cuando el horror sobrepasa la ficción y se convierte en realidad.

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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