Reseña: «Orgullo y prejuicio», de Jane Austen
Resumen de la Crítica
Puntuación
Una alegría de leer, un baile de modales y un desfile que refleja la naturaleza humana, y que sigue siendo actual incluso doscientos años después.
Es una verdad universalmente reconocida que una autora que posee un talento inmenso y una buena historia para contar, necesita de una lectora como yo para otorgarle los laureles que merece. Vale, puede que Jane Austen no necesite elogios, ni presentación, pues se ha convertido ya en una especie de estrella del rock literaria, un icono cultural que despierta agitadas pasiones.
Esta semana ha sido el bicentenario de la muerte de esta autora británica a los 41 años. Para celebrarlo son varias las editoriales que han decidido editar volúmenes conmemorativos de algunas de sus obras. Mi edición favorita es de la que os vengo a hablar y, lógicamente, ya habréis adivinado que se trata de la de Orgullo y prejuicio.
Está editada por Alfaguara (dentro de la colección Alfaguara Clásicos) e ilustrada por María Hesse, una artista con un estilo alucinante y que hace que, si bien el libro ya vale la pena, con este acompañamiento, aún más.
De verdad, la edición es absolutamente preciosa. En tapa dura, con imágenes al lado de la numeración de cada capítulo, al principio de cada capítulo (que se alternan) y, por supuesto, con varias láminas que ocupan páginas al completo y que os enseñaría una por una, pero creo que es mejor que las descubráis y juzguéis vosotros mismos {podéis encontrar más info aquí}.
Orgullo y Prejuicio transcurre a finales del siglo XVIII y nos presenta a la familia Bennet, compuesta por el señor Bennet, padre de familia, la señora Bennet, la madre, y sus cinco hijas: Jane, Elizabeth, Lydia, Mary y Catherine (Kitty). Se trata de una familia sin muchos recursos económicos, donde las mujeres predominan y se distinguen mucho entre ellas por sus intereses y personalidades. Un día, ante la llegada a Netherfield Park de un soltero con una importante fortuna, la señora Bennet no pierde el tiempo y se lo notifica a su marido, dado que es un excelente partido para alguna de sus cinco hijas solteras. Se trata del Señor Bingley, quien llega acompañado de su hermana y también de su mejor amigo: el señor Darcy. A partir de la llegada de este caballero toda la familia se agitará y entre paseos, invitaciones, bailes y diálogos de lo más interesantes se desarrollará una historia que terminará involucrando a cada uno de los personajes en situaciones de lo más diversas.
Pero Orgullo y Prejuicio, en contra de lo que pudiera parecer, no es una historia más sobre protocolos y matrimonios. Contiene una fuerte crítica a la sociedad de la época, a lo establecido, y lo hace en una época en la que las emociones exageradas o salirse del molde no está bien visto. Austen logra camuflar entre estas páginas sus propios ideales y forma de pensar y, desde la escena de apertura, en el desayuno, en la que el señor Bennet le lanza ese sarcasmo a la señora Bennet, ya sabes que vas a leer una obra maestra.
He de decir que ya había leído esta obra anteriormente, pero me ha encantado releerlo y sentir cada vez más que la mujer sabia de veinte años que escribe Orgullo y Prejucio discierne como si llevara cincuenta reflexionando sobre los vicios y virtudes de los seres humanos.
Los personajes te cautivan al instante y Elizabeth Bennet se convierte inmediatamente en uno de tus personajes favoritos de todos los tiempos —al menos, eso me ocurrió a mí—. El señor Darcy se une también a ese grupo, cómo no: desde que aparece en escena no puedes sino pensar que es fantástico también.
En general, la escritura no puede ser mejor. Descriptiva, exuberante, brillante y de una elegancia y sonoridad nada usual. La historia es atractiva y, sobre todo, inteligente; la narración, impecable, y los personajes, magníficos. ¿Cómo no leerla con humildad y sin prejuicios, con asombro y devoción?
Creo que el valor de Austen reside en su retrato: sus personajes son increíblemente humanos en sus preocupaciones, vanidades, fallos y peculiaridades. La trama sirve en gran medida para mostrar su interacción y, por tanto, sus observaciones de la naturaleza humana, que son puntuales y precisas.
No hay personajes superfluos ni capítulos desperdiciados o de relleno. Creo que en esta novela el diálogo (muy irónico y genial a veces) impulsa la trama tanto como la exposición de los hechos; aprendemos sobre eventos y sobre personajes tanto por lo que se dicen entre sí como por lo que Austen nos narra. La relación entre Darcy y Elizabeth no es filtreo vacío, es una progresión, una balanza entre la comprensión y el malentendido y una forma de hacer un balance de los desarrollos de la trama, así como una muestra del más brillante ingenio.
Para llegar a cualquier parte de este libro tienes que sumergirte en las realidades de la vida y del matrimonio en el siglo XIX. Hay que observar con ojo astuto el carácter de las mujeres de Austen, porque sí: eran premonitorias de muchas cosas. Hay que leer entre líneas, porque Orgullo y Prejuicio empieza donde acaban las apariencias.
En definitiva, Orgullo y prejuicio es una alegría de leer, un baile de modales y afecto entre las pistas y un desfile que refleja la naturaleza humana. No creo que Jane imaginara cuánto íbamos a quererla doscientos años después, ni de qué modo Orgullo y Prejuicio, y todas sus demás obras, iban a entrar en nuestras casas, haciéndonos saber que la incertidumbre y la honradez, la fuerza de las convicciones y la generosidad, siguen siendo actuales. Por eso, sé que abriré el libro de nuevo, y me adentraré en esta divertida, ágil, singular y compleja historia de Austen.
Y vosotros, ¿habéis leído alguna obra de Austen? Si es así, ¿cuál es vuestra preferida?