Reseña:»El amargo despertar», de Alberto González
Resumen de la Crítica
Valoración
“El amargo despertar” de Alberto González, nos transporta a un mundo prácticamente inhabitado y desolador, en el que varias personalidades, algunas antagonistas, tienen como principal reto aprender a convivir, si quieren mantenerse con vida sin las comodidades cotidianas de la actualidad.
Jorge consigue alcanzar, corriendo a toda velocidad y casi sin resuello, uno de los vagones del metro de Madrid, angustiado doblemente por quitarle la vida a alguien después de saber que la suya caducará antes de lo previsto. Le acaban de diagnosticar SIDA.
Después de un sueño intranquilo despertará con una brecha en la cabeza y en un Madrid vacío. Javier, un joven ecologista, será la primera muestra de vida en un mundo desolado. Poco a poco aparecen nuevos personajes con los que nuestro joven e impulsivo protagonista compartirá trabajo, afectos, pero sobre todo, el objetivo de supervivencia en un mundo que siempre ha sido hostil para el ser humano privado de las comodidades de una tecnología avanzada.
Su comienzo, en una estación de metro en desuso, con nuestro protagonista aturdido, aguardándole una ciudad de Madrid sin habitantes, hará al lector que fue aficionado a juegos de rol como “Kult”, “La llamada de Cthulhu” o “Mago: la ascensión”, sonreír de complicidad y nostalgia. Desde las pulsiones más primitivas, hasta las emociones y necesidades más humanas como la comunicación, el altruismo, el amor y la venganza, se pueden encontrar en las páginas de esta novela, ofreciendo un espectro bastante completo del ser humano.
En su primera novela, Alberto González quiere demostrarnos constantemente su pericia con las palabras, poniendo en los pensamientos de su protagonista un discurso demasiado «exquisito» para un joven impulsivo, errático, y sin ninguna afición por las humanidades, quedando bastante artificial y rebuscado. Tampoco son creíbles las explosiones de gasolineras abandonadas sólo unos meses y sin electricidad (entre otras cosas).
En mi opinión, y resumiendo, Alberto González cuida en extremo su prosa (hasta el punto de cometer errores garrafales) dejando de lado aspectos básicos de la realidad.
Leyendo “El amargo despertar” se aprecia que su autor tiene todos los recursos para ser un buen novelista. Su lectura es rápida y, a pesar de los fallos, el lector no terminará uno de los capítulos sin querer saber que ocurrirá a continuación. Ahora queda que esta joven promesa piense menos para dejar que la inspiración desenfadada haga su trabajo.