Reseña: «Los Jardines de la Luna», de Steven Erikson
Resumen de la Crítica
Valoración
Los Jardines de la Luna es el primer volumen de la saga llamada Malaz, el Libro de Los Caídos, obra de Steven Erikson y, colaborando en ocasiones, Ian Cameron. Su inicio se remonta a finales de 1999 y, desde entonces, casi ha ido apareciendo un libro por año.
Lo primero que nos encontramos en Los Jardines de la Luna es una introducción escrita por el propio autor, en la que nos avisa y nos previene de la enorme complejidad de su novela: una primera novela tan cargada de personajes y eventos que puede saturar al lector. Steven Erikson asegura que comienza su saga desde un punto pleno de acción y acontecimientos, sin dejar al lector tiempo para conocer a los personajes ni familiarizarse con este mundo fatástico-medieval.
Doy fe de que esto es exactamente así… pero por razones bien distintas. Bien es cierto que la cantidad de personajes que interactúan es enorme y, además, el momento "histórico" elegido para iniciar la saga nos sitúa en medio de un gran conflicto bélico… Pero tampoco da la impresión de complejidad inasumible que el autor nos menciona en el prólogo. Más bien se nota un pequeño caos narrativo y una sobredosis de personajes. No es necesario en absoluto presentar la ingente muchedumbre que aparece en la novela, ni siquiera ayudan a concretar momentos y situaciones, más bien al contrario. La mayoría de estos personajes son planos e impersonales y solo un puñado de ellos consiguen conectar con el lector. Tan abusivo y desmesurado despliegue de "secundarios" termina perjudicando a los otros personajes, que muy posiblemente seran tratados con justicia en los futuros volúmenes de la obra. Whiskyjack, Anomander Rake, La Anguila, el capitán Paran… se echa de menos el que hayan sido tratados de igual manera que el resto. En cuanto al "momento histórico", la complejidad no es tal. Se reduce a la típica guerra de conquista territorial y a las manipulaciones políticas y sociales que conlleva… pero todo complicado innecesariamente hasta el exceso por el interminable desfile de personajes, razas, dioses, brujos y monstruos.
Otro aspecto característico de esta obra y que a mi entender no le sienta nada bien, es la utilización desmedida y constante de la magia. Es cierto que todo transcurre en un mundo fantástico-medieval, pero el uso (no, el abuso) constante de este factor resta el efecto de maravilla y espectacularidad que otorga la magia, o la hechicería. En Malaz, parece que todos pueden usar algún poder místico, los dragones sobrevuelan los cielos, los hechiceros se vuelven invisibles o lanzan bolas de fuego con facilidad cotidiana. Los muertos se alzan y caminan por la tierra como Pedro por su casa. Los viajes los realizan a través de "las sendas", una especie de "dimensiones místicas" que acortan los viajes, y que utilizan tan habitualmente como nosotros cogemos el autobús. Los dioses vienen y van, hablan con los mortales y crean acuerdos y pactos, las posesiones están a la orden del día, etc, etc… Lo que debería ser algo "sorprendente", se transforma en banal. En sagas como la de Elric de Melniboné la magia es algo habitual, pero su uso deja secuelas y consecuencias fatales; en El Señor de los Anillos está al alcance solo de los más poderosos y capaces de manejar ese poder; en Canción de Hielo y Fuego es un factor casi inexistente y olvidado… La magia, en definitiva, pasa de ser un factor característico de la saga para convertirse en algo común y cotidiano, perdiendo toda capacidad de maravillar.
Un tercer aspecto negativo es la narrativa. Aquí, quizá, no deba condenar a Steven Erikson, pues la traducción puede haberle jugado una mala pasada. Lo que si es cierto, es que la prosa es absolutamente vulgar, nada destacable ni memorable, ni llega a terminar de "enganchar" en ningún momento. Carece de esa personalidad que tienen las grandes obras del género y solo se salvan algunos momentos contados, llenos de ritmo, como la batalla primera en la que los Arrasapuentes descubren que algo traman contra ellos, o las terroríficas apariciones de Los Mastines, o el fantástico duelo con el caudillo resucitado. Pero poco más. Hay quien sugiere que esto se debe a la inexperiencia del autor, pues se trata de su primera novela… y puede que asi sea.
Como punto de arranque, Los Jardines de la Luna no me ha convencido en absoluto (como creo que ha quedado claro). Sin embargo, Malaz: el Libro de los caídos, se compone de trece volúmenes de gran grosor y varios relatos cortos… y me parecería injusto condenar a toda la saga por un inicio irregular y, posiblemente, cargado de errores de principiante. Solo puedo recomendarlo a los incondicionales de esta literatura, que pasen por alto estos defectos y esten dispuestos a adentrarse en una saga casi interminable. No es una saga que haya revolucionado el género (como he leído por ahí), se me ocurren muchas otras sagas medievales y fantásticas anteriores a esta que sí han supuesto una referencia y guía a otras muchas que llegaron con el tiempo, Malaz incluida.
Steven Erikson ideó Malaz gracias a las partidas de rol que jugaba con los amigos en torno a una mesa. Nació esta obra, pues, de la imaginación… y así es como debería ser leída, usando solo la imaginación (y la paciencia).
Gracias por la reseña,
Completamente de acuerdo con ella…
Creo que has estado comedido.
Un saludo!