No es extraño que al escuchar el concepto de realismo mágico, nos vengan a la cabeza ideas dispares o que lo confundamos con otros estilos o géneros, pero ¿qué es realmente? ¿qué lo caracteriza? Ahora, despejaremos estas dudas, descubriremos en qué consiste, de dónde viene y qué autores y obras se sirven de él.
Aunque el realismo mágico comenzó a gestarse en la década de los 30 del pasado siglo, fue entre los años 60-70 cuando tuvo su gran auge. Sin embargo, este término nos llegó del crítico alemán Franz Roh, quien lo utilizó para referirse a un estilo pictórico caracterizado por encajar componentes fantásticos en obras realistas. Roh nos habló del él en su libro Realismo mágico de 1925, pero no fue hasta dos décadas más tarde que Arthur Uslar, en su obra Letras y hombres de Venezuela (1947), usase el mismo término en un contexto literario. Aquí, el autor reclamaba la necesidad de un nuevo estilo que pudiese representar con más veracidad la realidad latinoamericana del momento, ya que las corrientes de la época no lo conseguían.
Este estilo narrativo surgió al tratar lo cotidiano añadiéndole componentes fantásticos que para los personajes de la obra no entrañaban ninguna rareza. Esta definición se nos puede asemejar a lo real maravilloso, ya que comparten características, pero en este estilo los elementos fantásticos si generan una respuesta en algunos personajes. Esto lo podemos ver en el prólogo de El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier, donde una parte de los personajes ven estos elementos como algo real mientras otros ni siquiera se percatan de ellos.
Una de las características fundamentales del realismo mágico es el contexto realista, es decir, que las historias tienen lugar en un ambiente real y cotidiano, a los que se van incorporando elementos fantásticos. Teniendo su apogeo en el boom latinoamericano, es muy normal tener como escenarios de estas obras sus diferentes culturas, donde los autores retratan las costumbres y tradiciones de ellas.
En estos contextos, donde los personajes interactúan, se van sucediendo hechos de carácter fantasioso ante los que ellos no reaccionan, sino que lo gestionan como otro aspecto más dentro de su cotidianeidad.
Además, se juega con la temporalidad. Es común que la obra no se relate de manera cronológica, sino mediante saltos en el tiempo, donde pasado, presente y futuro se entremezclan sin que, en ningún momento, se especifique. Otros juegos comunes son la inversión (intercambiando, por ejemplo, día y noche) y el estatismo (donde el tiempo se detiene, pero los pensamientos de los protagonistas siguen discurriendo).
Otro aspecto esencial es el uso asaz de descripciones sensoriales. Los autores se sirven de los sentidos para introducirnos en la trama, usando imágenes, texturas, olores y sabores intensos y muy representativos con los que al lector les resulta más fácil sumergirse en la historia.
Ahora que tenemos más claro qué es el realismo mágico, puede que queráis comenzar con este tipo de lecturas, o quizá a algunos habréis averiguado que ya habéis tratado con este estilo narrativo. Para aquellos que quieran enfrentarse a este nuevo reto lector, o quienes deseen seguir disfrutando de él, os dejamos algunas recomendaciones de autores/as y libros más representativos del estilo:
- Juan Rulfo: Pedro Páramo (1955)
- Elena Garro: Los recuerdos del porvenir (1963)
- Gabriel García Márquez: Cien años de soledad (1967)
- Isabel Allende: La casa de los espíritus (1982)
- Laura Esquivel: Como agua para chocolate (1989)
- Carlos Ruiz Zafón: La sombra del viento (2001)