La distopía del mes (XLIX): La naranja mecánica
La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971) es una película de ciencia ficción dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Malcolm McDowell. Se trata de una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Anthony Burgess. Su contenido violento y explícito hizo que fuera censurada en Estados Unidos y retirada voluntariamente por Kubrick en Reino Unido, al ser sometido a una inmensa presión mediática e incluso amenazas de muerte. Además, el escritor de la novela original, a pesar de posicionarse a favor de la adaptación en un primer momento, acabó admitiendo que la película hacía un flaco favor a su obra –quizá en parte por desavenencias posteriores con Kubrick, que dejó toda la defensa en los medios en manos de Burgess – llegando incluso a renunciar a su libro. Con todo, fue nominada a cuatro premios Oscar (incluyendo el de mejor película) y está considerada como una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia.
El director
Stanley Kubrick es uno de los directores más influyentes, importantes, estudiados y analizados de la historia del cine. Directores como Pedro Almodóvar, los Hermanos Coen, o Martin Scorsese reconocen en Kubrick una fuente de inspiración. Después de algunos largometrajes de escaso éxito, fundó una productora para hacer Atraco Perfecto (The Killing, 1956), una obra que le abrió las puertas de los grandes estudios y serviría de punto de inicio para una carrera con un ascenso meteórico. Kubrick es responsable de películas como Espartaco (Spartacus, 1960),¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), El resplandor (The Shining, 1980) o La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987). Sus movimientos de cámara (incluyendo una novedosa steadycam), el imbricado de la banda sonora con la imagen y su depurada fotografía le dotaron de una imagen muy reconocible. Además, el esfuerzo de Kubrick por controlar cada detalle de las películas que realizaba revitalizó la figura del director de cine. Su última película fue Eyes Wide Shut (1999), víctima quizá de unas expectativas demasiado elevadas después de casi 12 años sin producción. Kubrick siempre atendió al aspecto más artístico del cine, luchando por dar el sentido pretendido a todas sus obras, a la vez que las utilizaba como plataforma de aprendizaje para proyectos futuros y crecer como profesional, mostrando un admirable amor al cine desde su juventud hasta sus últimos días.
La trama
En un futuro cercano, un joven llamado Alex, obsesionado con Beethoven, lidera un grupo amante de la ultraviolencia, dejando un rastro de violaciones, palizas e incluso muertes a su paso. Sus perversas actividades parecen no tener consecuencias, hasta que las fuerzas de seguridad convierten a Alex en sujeto de un experimento para anular sus inclinaciones criminales.
La distopía
En un primer instante, La naranja mecánica retrata una sociedad que no respeta a los mayores, ni la propiedad privada. Donde los jóvenes violentos pueden tomar lo que se les antoje, tratando a las mujeres como objetos y despreciando a las clases sociales más desfavorecidas. Pero hay más. El aparato institucional que debe contenerlos y detenerlos está completamente corrupto, instaurado en un gobierno que se aferra al poder a cualquier precio, y cuyas cabezas visibles están carentes de toda empatía y sensibilidad. Todo ello hace del universo de La naranja mecánica un sitio frío, inseguro y donde ninguno de nosotros querría estar, y – ciertamente- con muchos más paralelismos con realidades de nuestro mundo de lo que nos gustaría admitir.
La crítica
Cuando uno visualiza el inicio de La naranja mecánica, es consciente de que está ante una producción diferente. No hay créditos iniciales (toda una novedad en la época en que fue rodada); en vez de esto, la pantalla en naranja y una extraña música son protagonistas únicos de los primeros segundos de metraje. El color y el sonido envuelve al espectador de una forma casi hipnótica, generando un tensión extraña en el ambiente que reclama toda la atención.
La voz de Alex hace de narradora a lo largo de toda la obra, estableciendo una conexión incómoda con el espectador desde el inicio con el personaje. Resulta muy llamativo su lenguaje, una jerga ficticia inventada por Burguess llamada Nadsat , que cuenta con términos rusos, de la jerga rimada británica cockney, así como vocablos inventados por el propio autor. El Nadsat es de gran importancia en la estructura de La naranja mecánica e implica un gran esfuerzo por parte de su autor, quien ha calificado frecuentemente su novela como «un curso de ruso cuidadosamente programado».
La dirección artística es uno de los aspectos más interesantes de la película. Toda la acción se desarrolla en un Londres atemporal, que reúne elementos decorativos de diversas épocas – sin recaer en el futurismo más clásico de la ciencia ficción – de modo que es fácil que el espectador se imagine en las calles de La naranja mecánica. Alex y su banda de drugos visten con un uniforme compuesto de bombín y botas negras, camisa y pantalón blanco y unos enormes tirantes; un uniforme que se ha convertido en uno de los elementos más reconocibles de esta obra.
La fotografía de La naranja mecánica tiene lugar en una fase de madurez de Kubrick como director, por lo que se pueden encontrar elementos reconocibles en él, como la innegable predilección por la simetría y la perspectiva frontal. Su imagen depurada y su adoración por los detalles hace que el apartado fotográfico sea realmente admirable desde el punto vista técnico y estético. Además, Kubrick, esforzándose en todo momento por dotar de libertad al equipo de grabación, consigue unos movimientos de cámara continuos y de gran carácter inmersivo para el espectador.
La banda sonora es excepcional. Walter Carlos (ahora conocida como Wendy Carlos tras su cambio de sexo) ha hecho un trabajo absolutamente magnífico en La naranja mecánica, que le reportó un merecido éxito. Wendy Carlos consigue mezclar música clásica de autores como Rossini o Beethoven con música electrónica de corte experimental, dando lugar a un producto muy llamativo. El espectador puede sentir que conoce los temas, y – sin embargo – también puede pensar que es la primera vez que lo escucha. La brillante reinterpretación de los clásicos que realiza Wendy Carlos se convierte en una de las bandas sonoras más creativas, inquietantes, interesantes y reconocibles de la historia del cine. Por si fuera poco, la obra de esta compositora se ve magnificada con unas imágenes que no sólo la acompañan, sino que bailan con ella. Música e imagen se dan la mano en una coreografía donde no se podría entender la una sin la otra, donde el montaje se acaba asemejando por momentos a un videoclip y se hace patente que el todo es mucho más que la suma de sus partes.
Desde que leyó la novela, Kubrick imaginó a Malcolm McDowell para el papel de Alex. Hasta entonces, McDowell había participado en algunas series de TV y en los largometrajes If… (1968) y Caza humana (Figures in a Landscape, 1970), actuaciones que llamaron la atención del director británico e hicieron que le reclamara para el papel protagonista de La naranja mecánica. McDowell aceptó el reto e hizo una brillante interpretación – no en vano fue nominado a diversos premios en la categoría de mejor actor -, que sirvió de inspiración para muchos actores, entre los que figura Heath Ledger para preparar su papel de Joker en El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008). Sin embargo, la actuación de McDowell fue tan impactante que el público lo ligó para siempre a su personaje, por lo que su carrera se encasilló en papeles de villano en su mayor parte. Otros trabajos de McDowell son: Los pasajeros del tiempo (Time After Time, 1979), Calígula (Caligula, 1979), Evilenko (2004) o The Employer (2013), además de numerosas participaciones en videojuegos, videoclips, doblaje de películas de animación o papeles secundarios en series de TV como El mentalista (The Mentalist, 2008-2013).
En La naranja mecánica, McDowell se defiende extraordinariamente bien de un papel muy difícil, tanto por la profundidad psicológica del personaje como por la dureza del rodaje. Kubrick, director muy perfeccionista, puede rodar hasta 70 veces una misma toma, por lo que puede resultar agotador para todo el equipo. Como curiosidad, cabe destacar la presencia de David Prowse – que más tarde acabaría encarnando a Darth Vader en La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) – de quien dicen que acabo agotado tras tener que repetir más de 30 veces una escena en la que llevaba a un hombre en brazos. Además McDowell sufrió un desprendimiento de retina y varias costillas rotas como consecuencias del rodaje. Y -por si fuera poco – todo el peso de la película recae sobre él, debido al completo protagonismo que tiene su personaje en la cinta. Todo ello fue resuelto por McDowell de una forma espléndida, y se postula como una de las interpretaciones más interesantes del cine.
La naranja mecánica es un clásico. No vamos a negar que el morbo suscitado por su prohibición en diversos países, así como el impacto creado en el contexto sociocultural en el que se enmarca son factores que ayudaron a la popularidad de la película. Sin embargo, es una obra impecable, desde el punto de vista artístico y técnico, además de una invitación a una reflexión profunda al espectador acerca de la sociedad, la violencia y la capacidad de elección del ser humano. Sus escenas (aún a día de hoy) pueden resultar muy incómodas al espectador, por lo que cabe preguntarse si los estudios cinematográficos estarían dispuestos a apostar por una obra como ésta. La respuesta más probable (y más desoladora) sería que no. En tal caso, ¿estaría más preparada la sociedad de los setenta que la actual para recibir a La naranja mecánica? Dejaremos la reflexión abierta al lector.