Entrevista a Jesús Cañadas, autor de «Los nombres muertos»
Hello Friki: Tenemos el honor de contar con Jesús Cañadas, en estos días tan ajetreados para él con motivo de la presentación de su nueva novela, Los nombres muertos. Se trata de un escritor que ha crecido en la misma generación que la mayoría de nosotros y ha bebido de las mismas fuentes.
Jesús Cañadas: Encantado de estar en Hello Friki.
HF: Hay mucho por descubrir en esta tremenda novela. ¿Qué tiene Lovecraft para haber fascinado a tantos lectores a lo largo de los años?
JC: Si eres un aficionado a la literatura de terror, es difícil que la literatura de Lovecraft no te haya influido de un modo u otro. Yo creo que su genio reside en la combinación de su estilo con las ideas que hay en sus obras. Ese estilo tan recargado, que repite tantas veces las mismas palabras para crear una sensación de agobio consigue unas atmósferas opresivas. En sus historias, el ser humano se muestra insignificante, descubriendo una serie de seres cósmicos que integran el Universo propio del autor. Ambos elementos crean el efecto característico de las obras de Lovecraft, con una mitología que fue adoptada por muchos otros escritores. Derleth, Long, Clark Ashton Smith… Al participar de estos elementos creados por el maestro Lovecraft, le dan una fuerte cohesión a sus historias, como formando parte de una gran familia… ¡Y eso mola!
HF: Te voy a hacer una confesión. Yo, de pequeño, llegué a creer que el Necronomicón existía de verdad, en parte por culpa de unos anuncios que vi en antiguos ejemplares de la revista Mundo Desconocido. ¿Alguna vez te ha pasado algo similar?
JC: Ese es uno de los secretos de la genialidad de Lovecraft. Cada referencia al Necronomicón en sus obras la rodeó de detalles verdaderos de la historia del ocultismo. Si tienes una mentira recubierta de capas y capas de realidades, además de las referencias que hacían sus compañeros al Necronomicón, la mezclas en un cocktail, la agitas, la extiendes en el tiempo y obtienes como resultado que hoy en día hay gente que sigue pensando que el libro es verdadero. Yo también me lo creía o, al menos, tenía la duda, hasta que empecé a investigar en su vida. A eso hay que sumarle referencias externas, como la película de los 80 de Sam Raini, Posesión infernal y otras muchas referencias en el cine, que han contribuído al mito.
HF: Precisamente, en tu obra juegas con este concepto continuamente. Lovecraft parece seguro de que el libro lo ha inventado él como recurso literario, pese a que algunos indicios apuntan a lo contrario. Hay mucho suspense en torno a la autenticidad del Necronomicón mientras la trama se va desarrollando.
JC: Eso es lo que he pretendido: tirar del lector para que dude. Lovecraft es el único que está convencido de que el libro no existe y que la búsqueda no tiene sentido. Pero no hay un solo personaje que le crea. Se ponen en contra de él y dicen tener una serie de pruebas de que el Necronomicón existe, con lo que siguen buscándolo. Esa ambigüedad es la que tira del lector para que desee saber quién tiene finalmente la razón: Lovecraft o el resto de los personajes.
HF: Hablando de Lovecraft, de él sabemos que era una persona introvertida y que rehuía el contacto personal con los demás. Desde las primeras páginas queda muy bien caracterizado con su peculiar forma de hablar y sus manías. ¿Cuáles han sido los aspectos de su personalidad que más te ha costado adaptar a una novela de aventuras?
JC: El principal problema a la hora de caracterizarlo era esta fama de misántropo y misógino que él tenía, incluso racista. Si pones un personaje así ante el lector, por fuerza tiene que ser antipático. Es difícil tratar todas estas neuras de Lovecraft y, al mismo tiempo, tratar de hacerlo simpático. Yo he tratado hacerlo por oposición a sus otros compañeros de viaje. Pienso que era una persona de gran carisma, pero tal vez un poco antipática. En cambio, si lo vemos a través de los ojos de Belknap Long, por ejemplo, o Howard, que ya le conocen y son capaces de atravesar esta barrera de tantos prejuicios que él erigía a modo de barrera para protegerse del mundo, descubrimos un personaje más amable. También, mediante situaciones humorísticas, trato de salvar esa imagen de persona con pocas habilidades sociales para presentarlo al lector de forma más simpática.
HF: Y que, pese a todo, consiga o no a la chica. Un hecho que no se sabrá hasta el final de la obra, y que constituye una sorpresa mayúscula.
JC: Sí. El proceso de documentación ha sido arduo. He tenido que bucear mucho para conseguir meterme en las cabezas de los personajes. A pesar de que la novela no es una biografía, sí que quería que estuviera lo más cercana a la realidad posible.
HF: Háblanos de eso. Tengo entendido que, para documentarte, has llegado a viajar a Providence, la localidad natal de Lovecraft. No todos los escritores estarían dispuestos a llegar tan lejos para empaparse de la atmósfera que quieren imprimir a sus novelas…
JC: Sobre todo los que no tienen ni un duro… Yo no tenía ni un duro en 2009, pero a través de un amigo encontré un fallo en una web: si sacabas un vuelo a los EE.UU. En una fecha determinada te costaba baratísimo. Entonces yo vivía en Berlín y pude encontrar un vuelo Berlín-Boston ida y vuelta por 140 euros, lo cual es una pasada. Además coincidió con que yo ya llevaba tres semanas dándole vueltas a la idea de escribir la novela y decidiendo la estructura. Decidí que era una oportunidad única en la vida y me fui dos semanas. Me encerré en la biblioteca de Providence, que es donde está todo lo que ha escrito Lovecraft, pero además todo lo que se ha escrito sobre él en diversos campos: filosofía, antropología, música, cine… Allí fue donde me fui enamorando de Lovecraft y su obra. Pude visitar su tumba, la casa donde nació, sus cartas manuscritas (se supone que escribió unas diez mil)… Stephen King dice de él en su ensayo Mientras escribo que, si Lovecraft viviera hoy, sería un adicto a las redes sociales y a los chats. Pero ése es el rollo de Lovecraft: no puedes ser un antisemita, un misántropo, un racista ni un misántropo y tener ese tipo de relación con la gente. Tenía una red de amigos por todo EE.UU., algo que solamente consigue una persona de cierto carisma. Ellos fueron los que, tras morir Lovecraft en la miseria, se partieran la cara por que sus obras salieran publicadas en formato libro. Él siempre había publicado en revistas baratas de pulpa de papel y fanzines, que hoy las miramos con cariño, pero que en aquella época era literatura de tercera.
HF: Hay un personaje de tu novela que me ha llamado la atención. Se trata de Robert E. Howard. Sus creaciones están imbuídas de un fuerte carácter aventurero e, incluso, pendenciero. Tal vez, las cualidades que le habría gustado poseer a él en la vida real. Además, es un personaje con una vertiente trágica, pues perdió la vida a muy temprana edad. Cuéntanos alguna anécdota interesante que hayas descubierto sobre él.
JC: Howard me parece un personaje fascinante. Es un caramelo para introducirlo en una novela, precisamente por esas contradicciones que él tenía. Buceando en su biografía descubrí que él había experimentado con drogas en México, había boxeado, practicado la escalada, descenso en cañones… Un tío que amaba la vida. Sin embargo, a los 36 años se entera de que su madre ha entrado en coma, se mete en su coche y se pega un tiro. ¿Cómo puede alguien que, como dice en la novela, quiere exprimir el fruto que llamamos vida, quitársela porque va a perder a su madre? De hecho, ésa es una de las motivaciones de escribir esta novela: darle a estos personajes la emoción que no tuvieron en vida, solamente viviéndola a través de sus ficciones.
HF: Un detalle que me ha llamado la atención es que, usando a dos personajes que se llaman prácticamente igual (Howard Lovecraft y Robert Howard), algo que un escritor sensato no haría, le has sabido sacar partido a la coincidencia de nombres.
JC: Sí, esta coincidencia me estaba causando problemas en su momento, pero decidí introducir una situación de equívoco en Londres que dio pie a un giro de los acontecimientos que espero guste a los lectores que lo descubran.
HF: Otro punto fuerte son los diálogos. Ahí se nota que te has leído muchas cartas para poderlos caracterizar tan bien.
JC: Es que yo no concibo una novela sin desarrollar bien la personalidad de cada personaje. Está Lovecraft engolado, rebuscado, incluso alejado del mundo a través del lenguaje, tratando de ponerse por encima de los demás mostrando un nivel cultural que, de hecho, él no tenía (no llegó a terminar la escuela). Por otra parte, está Howard pendenciero, brutote, cowboy (al que Lovecraft llamaba “Dos Pistolas”) y Frank Long a modo de mediador entre ambos. Siempre tartará de buscar el diálogo cuando surjan momentos de tensión. Creo que ha salido muy bien, aunque no tengo abuela (ríe). Estoy muy orgulloso del resultado final. Es muy difícil que tres personajes que no son de ficción tengan la química que tienen. Realmente, no tengo ni idea de cómo lo he conseguido (parece que lo haya escrito otro mejor que yo), pero el resultado es muy bueno.
HF: Tal vez, como decía Howard que le pasaba a él cuando escribía historias de Kull, te lo ha dictado algún antepasado de ultratumba…
JC: Muchos escritores coinciden en que, cuando alcanzan el estado de fluidez en que predomina el lado sentimental del cerebro, la literatura no sale de uno mismo, sino que pasa a travé. Como decía Ray Bradbury, es como ir en una bicicleta sin frenos y cuesta abajo. Es posible que haya algo de eso, quién sabe.
HF: Tu novela, aunque capta a la perfección la atmósfera lovecraftiana, contiene asímismo mucha acción y otros elementos para adaptarla a los gustos del público actual. ¿Han perdido fuerza los relatos de Lovecraft con el paso del tiempo?
JC: No creo que hayan perdido fuerza, sino que son irrepetibles. Es muy difícil imitar a un genio, como hemos visto en las antologías publicadas últimamente. Hay gente que escribe un cuento, mete cuatro tentáculos, un desmayo al final y poco más. Ahí no radica el poder de Lovecraft. Es como tratar de escribir los cuentos de Borges. Se podría intentar, pero te espera el fracaso más estrepitoso. Por lo tanto, lo mejor que se puede hacer con estos genios es homenajearlos y tratar de acercarlos al público, haciéndolos accesibles como yo he intentado hacer con Lovecraft. Incluso para lectores que no conocen nada sobre él, que pueden leer esta novela a modo de iniciación a sus mitos. Esto sería un sueño para mí.
HF: Esta es tu segunda novela, aunque la primera nada tiene que ver con ésta. ¿Que has cambiado en tu estilo respecto al que desplegaste en El baile de los secretos?
JC: Cuando escribí El baile de los secretos era un niñato de 27 años y cuando escribí Los nombres muertos, era un niñato de 31. He leído más, vivido más y viajado más. Eso afecta de una manera u otra a tu escritura. De mi primera novela, a pesar de que vendió poquísimo, sí que aprendí mucho. Tuvo cierta repercusión en los blogs, las reseñas y las críticas, por lo que fui capaz de aprender qué había funcionado y qué se podía mejorar. Que alguien me diga “qué bien escriber” solo me sirve para alimentar el ego. Lo que necesito es evolucionar y aprender. Y esta obra requería un estilo completamente distinto de El baile. Por eso el narrador es diferente y hay saltos a la primera persona de vez en cuando, para meterme en la cabeza de Lovecraft, por ejemplo.
HF: Tratas fatal a tus personajes en la novela. ¿Has recibido alguna amenaza o presión externa a la hora de maltratar a unos personajes tan queridos por todos?
JC: Esto ha sido como tirarme a la piscina. Coger al lector y darle un puñetazo en la cabeza. De ese modo mantienes su atención. No hay nada más bonito que leerte un libro sin saber qué va a pasar. Las cosas duras que suceden son necesarias para mantener la atención del lector. De momento no me ha amenazado nadie, pero estoy cerrando la puerta con llave por las noches… Pero sí que me han llamado alguna cosa por correo electrónico… En general, las impresiones van en la línea de que es una novela fresca en la que me he atrevido a usar personajes reales de un modo fresco y desenfadado. Teniendo en cuenta que es ficción, me he ajustado a la realidad todo lo posible, pero he dejado volar la historia por donde ha hecho falta.
HF: Los escenarios de tu novela son fundamentales para la historia. A mí me ha impactado la escena de la subasta en el museo británico. Háblanos de cómo surgió.
JC: Recién llegado de Providence, estuve en contacto con una persona que trabajaba en Sothebie´s, investigando las obras que iban a salir a subasta, para averiguar si habían sido robadas por los nazis. Y me dije: esto lo tengo que sacar en la novela. Esta persona me pudo colar en una subasta, en Londres, donde vi casi todo lo que pasa en la subasta de Los nombres muertos. Con el Necronomicón dando vueltas por Europa, me daba juego para hacer algo interesante. El resto de las localizaciones han sido introducidas por el mismo camino: Berlín, donde yo vivía, no es una excepción. También, cuando visité la biblioteca de Providence, estaban de reformas; por ello en mi novela también lo están. Digamos que mi vida ha ido alimentando la novela. No llegué a ir a Damasco a documentarme, debido a la situación actual, pero sí pude encontrar mucha información mediante préstamos interbibliotecarios. Tuve que sumergirme en cada país y en cada época para recrearlas con fidelidad y no meter la pata.
HF: Las escenas de acción de Los nombres muertos tienen un fuerte sabor a cine, con la impronta de filmes como Indiana Jones o La Momia, por ejemplo. Si fueran a adaptar tu obra a la gran pantalla, ¿a quién te gustaría ver como director y actores principales?
JC: A mí me gusta mucho el cine, eso se ve en lo que escribo. Al contar una escena de acción pienso en términos visuales. Para estas escenas prefiero a Spielberg. Sin embargo, para las escenas de Berlín veo más a David Lynch, pues son de otro carácter. En cuanto a actores, sería complicado. Probabñemente, Benedict Cumberback (el Sherlock de la serie televisiva), como Lovecraft, a pesar de que su voz grave sería un inconveniente. Es sabido que Lovecraft tenía la voz de pito.
HF: Tu carrera literaria se ha desarrollado dentro del género fantástico, pero bebes de fuentes más amplias y eso se nota en tu estilo. ¿Has pensado en escribir fuera del género?
JC: No, no me lo he planteado. Es mi género favorito y me encuentro muy cómodo en él. Llevo unos meses escribiendo una tercera novela, más cercana al drama policiaco, pero que tiene un componente fantástico detrás. Es lo que me motiva.
HF: ¿Qué hace un gaditano viviendo en Alemania?
JC: Aquí hay trabajo, lo que no hay en mi ciudad. Ya llevo muchos años dando vueltas, ya sea con becas o con trabajo y de momento no veo posibilidad de volver. Trabajo en la feria del libro de Frankfurt. Mi departamento se encarga de presencia de la feria en el exterior y organizamos eventos en otros países.
HF: ¿Eso te deja tiempo para escribir?
JC: Poquito, poquito. El trabajo es muy intenso, por lo que intento escribir de noche (y no pelearme mucho con mi novia para que me deje tiempo para escribir). Al terminar el trabajo me voy a correr una hora o así a días alternos. Luego dedico tiempo a leer y escribir. Por ejemplo, si leo durante dos horas, a continuación dedico el mismo tiempo a escribir. Cuando he estado parado, he escrito en bibliotecas, que me gusta mucho hacerlo rodeado de libros. ¿Una manía? Siempre tengo el mismo euro en el bolsillo para las taquillas. Mi euro de la suerte. Aparte de eso, intento escribir siempre que se pueda de lunes a viernes y corregir en fin de semana.
HF: Si un marciano aterrizase junto a tu casa y lo primero que viera de la Tierra fuera el cuarto donde escribes, ¿qué impresión se llevaría de la raza humana?
JC: Que los humanos son muy sucios y desirdenados. Que dejan libros por todas partes abiertos por la mitad y dejan vasos con té y la ropa por en medio. Es una habitación de lo más normal, con mis pósters frikis y con muchos, muchos libros.
HF: Tres películas que hayan marcado tu infancia y adolescencia.
JC: Indiana Jones, sobre todo El Arca Perdida, Los Goonies y Mulholland Drive. No me canso de verla.
HF: Lo mismo, pero con libros.
JC: El pequeño vampiro (el primero que leí a los 8 años), Mantra, de Rodrigo Fresán y La feria de las tinieblas, de Ray Bradbury.
HF: ¿Qué nuevo proyecto tienes entre manos?
JC: No suelo contar nada hasta que no lo tengo listo. Tendré el primer borrador terminado estas Navidades, después me pasaré unos cuantos meses corrigiéndola. Es un drama fantástico policiaco que se titulará seguramente Anochece.
HF: Muchas gracias por tu tiempo y enhorabuena, tu novela me ha tenido enganchado hasta las tantas de la madrugada durante una semana.
JC: Un placer, me alegro de que te haya gustado.