Drácula en el cine (III): La Hammer
Dracula (Horror of Dracula,1958)
Viéndola, uno se pregunta (no sin cierta envidia) qué se sentiría al verla en su estreno en la gran pantalla y se comprende el renacer de las películas de terror gótico y de Drácula en particular.
Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula, Prince of Darkness,1966)
Esta continuación cronológica se sitúa ocho años después de la primera entrega (la película nos ofrece en su inicio un flashback a modo de recordatorio). Es, sin duda, más floja que la anterior. En este caso, Drácula (Christopher Lee) tampoco aparece demasiado en el metraje, y los personajes que protagonizan el film son poco convincentes. El hecho de que Drácula no hable durante todo el film no es casual: Lee se negó a hablar en esta película porque el guión era ridículo (sic). A pesar de que a Lee no le gustaran las películas, lo cierto es que el público las veía y le venían bien a su carrera.
Conocida la opinión del actor principal, no quedan muchas esperanzas para esperar que la película sea precisamente una joya del séptimo arte. Un momento memorable de esta película se produce al poco de llegar los invitados de Drácula a su castillo, cuando Klove, el secuaz de Drácula, revive a su señor gracias a la sangre de un invitado. La censura de la época pudo disimular la brutalidad de la escena sin eliminar la esencia de la idea.
El único personaje con la suficiente fuerza para vencer a Drácula es un carismático fraile llamado Padre Sandor, interpretado por Andrew Keir. Lamentablemente, no aparece demasiado en la película, aunque sí en los momentos más decisivos de la misma.
Con respecto a la novela original, se recupera el personaje de Reinfield (olvidado en la entrega anterior) representado en la película por Lugvid. La mitología de Stoker está presente en detalles como la idea de que “el vampiro sólo puede atravesar el agua en marea ascendente, cualquier otro curso de agua sería letal para él”, así como el hecho de que un vampiro no pueda entrar en una casa si no es invitado.
Con todo ello, está claro que no es la mejor película de Drácula, pero es entretenida y puede hacernos pasar un buen rato. Lee la contaba como su última película de Drácula, pero afortunadamente para nosotros, no fue así.
Drácula vuelve de la tumba (Dracula Has Risen from the Grave,1967)
En este caso, también se trata de una continuación cronológica. La calidad de la película sufre una caída (estrepitosa) con respecto a las entregas anteriores. Sin embargo, podemos sacar algunos aspectos positivos. El planteamiento argumental es original, aunque sólo sea por el hecho de que Drácula consiga hechizar a un sacerdote y mantenerlo bajo su voluntad dentro de un guión que confiere a la fe religiosa un gran protagonismo. A nivel técnico, lo más destacable es la utilización de filtros de color que dotan a la película de un halo onírico muy apropiado y que convierten a la escena de los tejados en la más bella de todo el metraje. De nuevo, Drácula se deja ver muy poco, pero todo aquél que haya visto esta película estará de acuerdo en que se trata del Drácula más escurridizo y resistente a la muerte de toda la saga Hammer.
Es francamente complicado sacar elementos positivos de esta película, por lo que se puede considerar que la saga ya ha pasado el límite de lo aceptable y la mayoría de los espectadores verán este filme con un inevitable ceño fruncido, al menos en la mayor parte. Otros pueden disfrutar con lo esperable de un película de serie B.
El doblaje en castellano es horrible, por lo que se recomienda a los insensatos que quieran indagar en esta entrega, que lo hagan en versión original.
Las cicatrices de Drácula (Scars of Dracula,1970)
Esta película es independiente, rompe con las anteriores y puede verse de forma aislada.
La primera mitad es completamente infumable. A partir de entonces, la película tiene atisbos de querer reconvertirse en algo aceptable, pero tiene un estilo constante a lo largo del metraje que hace que sea muy difícil tomársela en serio. El guión es demasiado simple, y el erotismo que pretende dibujar en el trasfondo es muy poco convincente.
Con respecto a Drácula, en esta ocasión se muestra la capacidad del conde de comunicarse con animales, así como la capacidad trepadora por los muros del castillo (probablemente, la mejor escena), que está muy bien captada.
A pesar de su reputación, Roy Ward Baker es el responsable de esta entrega que es, con diferencia, la peor de la saga; También es cierto que el director se mostró arrepentido de haber rodado el final más absurdo y cutre de toda la época Hammer.
Drácula 73 (Dracula A.D.1972,1972)
Esta entrega no tiene continuidad con la anterior y se intenta modernizar el género llevando al personaje al Londres de los años setenta. Unos jóvenes curiosos reviven Drácula, quien se limita a estar siempre en el mismo escenario esperando a que le traigan a sus víctimas.
A pesar de reunir de nuevo a Lee y Cushing, cosecha malos resultados, ya que, entre otras cosas, el personaje estaba completamente encasillado y no ofrecía nada nuevo al espectador: alguien resucitaba a Drácula, éste hacía el mal durante un tiempo y llegaba alguien que le vencía. Siempre el mismo patrón.
Un dato curioso es que el anfitrión de la misa negra que resucita a Drácula se llama Johnny Alucard, cuyo apellido es “Drácula” al revés, recurso que ya fue utilizado en El hijo de Drácula (Son of Dracula, 1943)
En líneas generales, la película es poco atractiva, y se sostiene por Peter Cushing. No se puede decir que se haya logrado una atmósfera de terror creíble, ya que la música disco setentera utilizada en la banda sonora no ayuda.
Los ritos satánicos de Drácula (The Satanic Rites of Dracula,1973)
Última película de Peter Cushing con Christopher Lee, con un salto cualitativo de guión en el que Drácula (por fin) urde un plan para aniquilar a toda la humanidad. Esto confiere al príncipe de las tinieblas una mayor vileza, e infunde más respeto. En esta ocasión, Lee demuestra mejores dotes interpretativas que en las anteriores, debido en parte a la mayor cantidad de líneas de guión. Cushing, como de costumbre, está desbordante de talento en un papel que le queda como un guante. Quizá la parte de la película que más la devalúe sea la dirección artística y la banda sonora. Aunque se realizan golpes de efecto de gran calidad (véase el careo dialéctico entre Van Helsing y Drácula ), se pierde rápidamente la atmósfera de terror y, durante la mayor parte del metraje, tiende más a ser una película de intriga o misterio, dejando el terror a un lado.
A pesar de ser más digna dentro de un más que evidente declive, la película ya no tiene éxito entre el público.
Kung fu contra los siete vampiros de oro (The Legend of the 7 Golden Vampires,1974)
La última entrega de Drácula en la Hammer se desarrolla en pleno auge de las películas de kung-fu, por lo que se opta por mezclar las artes marciales con la mitología de Drácula. A pesar del escepticismo (comprensible) con el que uno se puede enfrentar a este título, la dilatada experiencia de Roy Ward Baker tras las cámaras confiere un ritmo al filme que consigue mantener atento al espectador. Ya no es Christopher Lee quien se pone en la piel del príncipe de las tinieblas, sino John Forbes-Robertson, que, con su exagerada actuación, acerca al personaje a la parodia más de lo deseable. Se puede observar que Drácula no aparece en el título de la película, y es lógico al descubrir que cinco minutos escasos es el tiempo que ocupa en el metraje. En esta ocasión, el peso del guión recae sobre los hombros del siempre convincente Peter Cushing.
No se puede negar que el personaje de Drácula se va devaluando a cada largometraje; y también se puede comprobar que, en ocasiones, el príncipe de las tinieblas es una caricatura de sí mismo. Quizás sea justo indicar en este aspecto que la Hammer daba a los espectadores de la época lo que demandaban: películas cada vez más bizarras, pulp o psicodélicas; lo que resta culpa a la productora.
La Hammer fue quien sacó a Drácula del cajón de las ensaladas de monstruos de la Universal y lo convirtió en un personaje imponente y malvado. El presupuesto era cada vez más escaso, lo que agudizaba el ingenio para sacar adelante las películas y las convierte en mitos de la serie B. A pesar de que las películas eran cada vez peores, se deben tener en cuenta como las que sentaron las bases para las películas de Drácula venideras.
Con todo ello, se puede afirmar que estas películas no dejan indiferente a nadie, por lo que se recomienda (fervientemente) que, el que no las haya visto aún, se adentre en la serie de películas de Drácula que marcaron a varias generaciones y consiguieron dejar una profunda marca en el cuello de la historia del cine.
Hasta aquí esta tercera parte de Drácula en el cine. En la próxima entrega repasaremos las películas de Drácula desde los años setenta hasta la actualidad, pasando (cómo no) por la famosa adaptación de Francis Ford Coppola.