Resumen de la Crítica
Valoración
Se nos atragantan los estrenos de películas fabricadas en serie.
Si primero fueron los vampiros y después los remakes y a adaptaciones a comics, ahora nos vemos sepultados por una serie de comedias transgresoras y calificadas R en USA (para mayores de 17 años).
Este ha sido el caso de "La boda de mi mejor amiga”, “Resacon 2, ¡ahora en las Vegas!” o la que ahora nos ocupa, “Cómo acabar con tu jefe”.
Y, viendo los resultados (una recaudación de 105 millones de dólares durante su primer mes, de 30 que costó el metraje), parece que resulta más rentable invertir en estas comedias de humor fácil para adultos que en interesantes propuestas como la cancelada “En las montañas de la locura” (por su clasificación R, curiosamente) que iba a dirigir Guillermo del Toro. Increíble pero cierto.
Es el triunfo de lo superficial y lo soez. La apuesta por proyectos en los que lo vulgar se hace necesario para llenar el vacío de un humor inteligente que brilla por su ausencia.
Y así fue cómo, tras pasar por muchas manos desde su creación allá por el 2005, el libreto acabó en manos del director Seth Gordon en forma de la serie de gags graciosos e inconexos que componen “Cómo acabar con tu jefe”.
En tiempos de crisis económica, en los que conseguir y conservar un trabajo resulta harto complicado, el planteamiento era bueno. Tres amigos (Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis) que tienen que tragar con la crueldad y excentricidad de sus jefes y que deciden acabar con esta situación mediante una decisión drástica: matarlos.
La cinta se salva por la idea inicial, que es buena, y por un par de secuencias cómicas y frikis (como la de Charlie Day jugando al “Angry Birds”) que hacen pensar al espectador que estar pegado a la pantalla durante hora y media no ha sido una completa pérdida de tiempo.
Porque el conjunto es olvidable a más no poder y puedes resumirse en una serie inconexa de bromas soeces en la que la escasa aparición de las verdaderas estrellas, los jefes (Kevin Spacey, Jennifer Aniston y Colin Farrell), es tan brillante como fugaz.
