Crítica:»Chew vol.1″. Degustar un plato nunca fue tan intenso.
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Una oportunidad perfecta para comenzar a leer esta obra si no lo hiciste en su día. Chew sorprende más y más conforme avanzan las páginas.
La verdad es que no se ni por donde comenzar a hablar de esta obra porque lo que traigo a continuación es algo muy especial. No es una serie nueva, la publicó Image entre el 2009 y el 2016, con un total de 60 números que cosecharon una gran cantidad de premios, llegando a ser uno de los trabajos más aclamados de la editorial. Sus creadores son John Layman (guionista) y Rob Guillory (dibujante). A nuestro país la trajo Planeta Cómics recopilada en 12 tomos, que lamentablemente me pasaron totalmente desaparecidos y no tuve la oportunidad de leer. Desde que la editorial anunció su reedición, esta vez en formato integral en 3 tomos, sabía que esta vez no podía dejarla escapar. Y menos mal que lo hice.
Intentar hacer una sinopsis y explicar brevemente de qué trata es difícil, ya que como toda buena historia, es mucho, muuucho más compleja de lo que parece a simple vista. En el mundo de Chew, la FDA (Administración de Drogas y Alimentos), se ha convertido en la agencia más poderosa del mundo desde que unos años atrás, se desatara un brote mortal de gripe aviar que acabó con la vida de más de 100 millones de personas en todo el mundo. El consumo de pollo o cualquier tipo de ave fue prohibido, lo que derivó en la quiebra de muchísimos restaurantes que se vieron obligados a cerrar sus puertas. Granjeros, cocineros… millones de personas se vieron afectadas y perdieron su forma de ganarse la vida ante esta nueva ley. Pero tranquilos que los pollos no han desaparecido de los menús, la gente trafica con ellos y se siguen consumiendo aunque sea ilegal hacerlo. La FDA es la responsable de que esta ley se cumpla, además de resolver cualquier tipo de crímen o delito relacionado con la comida. En este escenario conocemos a Tony Chu, uno de los mejores agentes que existen gracias a una particularidad que lo hace muy especial, y es que el agente Chu es un Cibiópata. Es decir, cuando Tony se come un filete de ternera, percibe donde vivió ese animal, qué enfermedades tuvo o cómo fue sacrificado. Cuando ingiere una fruta, sabe quién la recolectó o que pesticidas usaron. Y cuando da un bocado a un cadáver, puede averiguar quién es el asesino.
Bajo esta premisa comenzamos los primeros capítulos, en los que que John Layman presenta unas historias cortas que parecen más o menos autoconclusivas, como una especie de “Se ha escrito un crimen” con su asesinato semanal, en los que el guionista nos presenta a los personajes y nos introduce en este mundo en el que existen personas tan peculiares como Amelia Mintz, que es Saboescribana, una crítica gastronómica que con sus escritos consigue que las personas perciban los sabores de los platos sobre los que escribe.
La genialidad de esta obra no reside solo en su ambientación o la gran cantidad de personajes tan diferentes e interesantes que nos encontramos, es la manera en la que el autor coge estos primeros números, que como digo parecen autoconclusivos, y comienza a elaborar una trama que retuerce y enreda de tal forma, que para el lector es imposible imaginar hacia dónde va a derivar. Es toda una caja de sorpresas no sólo por la cantidad de giros que contiene, la forma en que Layman la expone es realmente inteligente ya que sin tú saberlo, el guionista juega con los lectores dejando pistas que entenderemos números más tarde. Además, su narración no sigue el típico esquema de inicio, nudo y desenlace, sino que va saltando en el tiempo y en el espacio comenzando los números con enunciados tipo “Unos meses atrás”, o “mientras que esto pasó hace una semana”, incluso el número 12 comienza con un enunciado avisando de que en ese capítulo las páginas se han desordenado y en lugar de comenzar con la primera empieza con la número 18. Es una historia que no para de crecer, de moverse, pero fácil de seguir ya que el autor se encarga en todo momento de situarte y que no pierdas el hilo de lo que está ocurriendo. En más de una ocasión nos encontramos con situaciones extrañas y rocambolescas que Layman describe con tanta naturalidad, que consigue que todo resulte creíble. Está realmente bien escrita y todo se desarrolla de una forma tan fluida y lógica dentro de su locura, que cuanto eres consciente de lo que está ocurriendo estás completamente absorto en la trama.
Pero Layman es sólo el 50% de esta obra. En los lápices tenemos a Rob Guillory, y hay que admitir que Chew no sería lo mismo sin él. Para ser honesta, en un primer vistazo el apartado gráfico no me entusiasmó. Tenemos una composición clásica de viñetas, impregnadas en un ligero aire cartoon, con fondos en algunas ocasiones bastantes sencillos e incluso inexistentes que en un principio no acabaron de convencerme, pero en cuanto leí los primeros números cambié por completo de opinión. Guillory aporta mucha fuerza y personalidad a la obra. Su dibujo es muy dinámico y se atreve con encuadres originales y diferentes que consiguen que todo fluya a la perfección. Visualmente está excelentemente narrado y el diseño de personajes es simplemente maravilloso. No solo los protagonistas, tenemos una gran variedad de secundarios que aparecen a lo largo de estos primeros 20 números, todos ellos carismáticos y con su propia personalidad, tan expresivos que parecen cobrar vida en las páginas. Que no os eche para atrás el toque cartoon y esa vis cómica con la que comienza, porque cuando toca ponerse serio y mostrar un asesinato con vísceras y sangre, el dibujante no se corta y es capaz de conseguir que pasemos de una media sonrisa en la cara a estar completamente perplejos, tan solo pasando la página.
Otra cosa que me ha enamorado del trabajo de Guillory son los pequeños chistes que esconde en los fondos. Si te paras a observar las viñetas verás que están llenas de guiños, carteles graciosos a lo Ibáñez en «Mortadelo y Filemón», que me han sacado más de una sonrisa. Guillory es el complemento perfecto a este totum revolutum. Consigue que todo cobre sentido, que sea redondo, por muy extraña que sea la situación en la que se encuentran los personajes.
No sé cómo explicaros todo lo que es Chew, no sé cómo convenceros de que os hagáis con él porque el viaje que nos plantean estos dos autores es un carrusel de emociones. Crímenes, ciencia ficción, vampiros… una combinación de elementos que podría resultar un absoluto desastre pero que gracias a este guión tan bien escrito, encaja perfectamente. Además, el tamaño de esta reedición es más grande que el original e incluye los 20 primeros números, además de extras como bocetos, guiones y portadas alternativas. 576 páginas de puro placer.
- Integral Chew vol.1 Números 1-20.
- Planeta Cómics. 576 páginas. 50€