Críticas de cómics

Crítica: “Wonder Woman: Segunda Génesis”. Byrne Desatado.

Resumen de la Crítica

General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición

“¡Qué osadía! ¡Qué insolencia tan inapropiada!”

Lectura sin pretensiones con el único objetivo de pasarlo bien gracias a un autor al que todavía le quedaban unos cuantos cartuchos de talento.

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Alejado del comic mainstream durante su trienio indie noventero, las aventuras de los Next Men y Satanás maquillaron una década muy olvidable en el comic USA de superhéroes (al menos en calidad). Pero la imaginación que su mente atesoraba y el talento de su arte no se equipararon a las ventas y volvió al redil tradicional. Y aquí estamos. 1995, John Byrne vuelve a encargarse de una serie regular en DC Comics. No podemos engañarnos y no podemos dorar la píldora al Byrne post Dark Horse. Pero no estamos precisamente en un caso “Spider-Man: Chapter One”. No es un desastre. Es un Byrne ligero, pero marchoso a la vez. Sin ambición, pero explosivo y vibrante. Un Byrne relajado, sin pretensiones. Un homenaje ensimismo, ego y talento incluido. Que estuviera alejado del radar gracias al tsunami de Image le vino bien para estas premisas. Porque “Segunda Génesis” es un reencuentro a la aventura pura carente de reflexiones profundas, justificaciones sesudas y traumas trascendentales. Comic de género en crudo de un artista que lo encumbró en la década anterior y que en ese momento viajaba a velocidad de crucero. Aún así, un comic menor de John Byrne es una obra mayor en comparación con el 80 % de los escritores y dibujantes que se acreditaban contemporáneamente en ese momento. Siempre está bien recuperar los últimos años de un grande como es el que nos ocupa, salvo que seas fan del arácnido marvelita.

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Eso sí, con dos bemoles. El tío se permite el lujo, casi diez años después, de presentar una secuela de la historia del Action Comics # 600 al recuperar las ideas épicas del team up formado por Diana y Superman en su enfrentamiento contra Darkseid. Aún revoluciona aquella historia en la cabeza de los lectores de la mítica etapa del Hombre de Acero en los ochenta. Como si el tiempo no hubiera pasado, la épica de antaño vuelve a unir el universo apokolipsiano con el panteón greco-romano en un sinfín de secuencias de acción con presupuesto multimillonario. Batallas campales con las amazonas y los parademonios en calidad de carne de cañón gratuito. El autor sustituye a Supes con un policía chulo y malhablado como reflejo loco de la humanidad, poses y diálogos desternillantes incluidos. Con Mike Schorr renueva su esquema tradicional y conceptual de los secundarios civiles supermolones de enorme carisma y versatilidad tipo Wyatt Wingfoot. Por supuesto, sus puntos de vista de la adolescencia relacionada con metahumanos no quedan desiertos. Cassie Sandsmark se estrena como Wonder Girl en las páginas del autor, dejando claro que la imprudencia y el origen de los superhéroes son indisolubles ya sean los 60, 70, 80 o 90. Sus planteamientos subjetivos sobre las inquietudes de los quinceañeros se mantienen incólumes en una espiral de grandilocuencias encantadoras en contexto.

Los interludios claremontianos  bien aprendidos se suceden para dar paso a los arcos argumentales posteriores. Recuperan las bases que enamoraron a toda una generación que se pimplaban del tirón sus tebeos de la Patrulla X, Los 4 Fantásticos y Superman sin solución de continuidad. La introducción en el tablero de juego de Demon, otro concepto kirbyano que recupera (porque, qué mejor que jugar con los juguetes del Rey para desvariar haciendo lo que me dé la gana sin contratiempos en la continuidad) con la recurrente Morgana Le Fay, devuelve la fe en las historias con elementos esotéricos y sobrenaturales en conjunción con la acción urbanita más descarnada, sin rimbombancias argumentales ni conceptuales.

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Y la traca llega con la recuperación tramposa (pero sana) de un innombrable que cambió la vida editorial de toda la Casa con el sabor inviolable de su razón de ser. Byrne se aprovecha de los avances virtuales tecnológicos que han revolucionado el mundo tal y como lo conocemos en los últimos veinte años, para contar un drama doméstico. Drama colocado bajo unos cimientos mal envejecidos a día de hoy que funcionan como excusa refrescante para meter sin calzador héroes y villanos míticos disfrazados de parodia, en una historia clásica de hostias sin fin.

Su dibujo se mantiene reconocible pero no es el que nos enamoró. El estilo es más tosco, mas desproporcionado, irregular y economizado. Se nota que las exigencias mensuales no le debieron dar respiro. Recordar que en esta etapa de su obra, Wonder Woman fue las más duradera junto con la de “X-Men: Los Años Perdidos” años después. Se las apaña para levantar fondos con detalle, si bien discontinuos pero efectivos. Al menos en esta parcela se maneja bien para trasmitir la fuerza de los escenarios fantásticos y de ciencia ficción que las tres historias que comprende el tomo pretenden. La hostilidad atmosférica de Apokolips se respeta, la grandeza destruida de Themyscira da lustre a la batalla contra Darkseid y los espacios fantasmagóricos de Morgana Le Fay lucen. No le pongo ningún pero a esta parcela teniendo en cuenta el momento artístico del autor. Siempre con los arrestos necesarios al encargarse como autor completo en las misiones en las que se embarca.

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Un tebeo para pasárselo bien, para degustarlo con palomitas. Un reencuentro con el genial autor en su etapa más alimenticia sin renunciar a ser él mismo. Otra exploración de un artista que nunca se vendió. Ni antes, ni durante, ni después.

Wonder Woman vol. 2, 101-112, DC Comics. Wonder Woman: Segunda Génesis, ECC Ediciones. Cartoné. Color. 296 pags.Pvp: 29,50 €. Fecha de edición: Febrero de 2017.

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