Crítica: «The Ghost in the Shell», de Masamune Shirow.

Masamune Shirow nos plantea un futuro que, visto a día de hoy, no parece tan descabellado. Desigualdades sociales extremas, avances cibernéticos punteros, tramas políticas trabajando a espaldas de la sociedad aunque esta, en realidad, parece anestesiada y desorientada… Evitando hablar aquí de todas las otras variantes que este título tiene, y centrándonos en la serie creada a finales de los ’80, principios de los ’90, The Ghost in the Shell (TGITS) posee una riqueza de contenido poco común.

Para empezar, ese gran marco temporal y geopolítico que nos muestra un mundo ya en paz pero desgastado por las guerras, donde la población malvive en su mayoría hacinados en superpobladas ciudades y la minoría goza de privilegios que el avance tecnológico ha impuesto. Las fuerzas policiales y el gobiernos se funden en indeterminados círculos donde la Sección 9 toma el protagonismo para que, a través de sus vivencias, podamos entender este futuro. Además de para fabricar robots dedicados en su mayoría al trabajo duro o la seguridad, la tecnología ha llegado a imitar el cuerpo humano y sus funciones de manera tan exacta que se vuelve difícil distingir lo humano de lo artificial… incluso los seres artificiales pueden dudar de su origen o, aun más confuso, si alguna parte vital suya es en realidad orgánica. ¿Es su cerebro el de una persona que fue o es algo creado, manufacturado, al que se le han incluido recuerdos?

Esa es la pregunta que sobrevuela constante a la protagonista de esta historia, la que es también líder de la Sección 9, la mayor Motoko Kusanagi. En ella se sintetizan las dudas existenciales que permanecen siempre presentes en la obra, a veces de manera más explícita que otras, pero dejando en cada historia ese rumor de duda y de angustia, pues Motoko no encaja en el mundo y no termina de descubrir por qué. Los seres artificiales han llegado a ese punto de perfección en el que desarrollan este tipo de duda, que es el síntoma del libre albedrío, del alma… del Ghost.

No solo en Motoko conocemos estas dudas, sino que otros personajes las desarrollan o las gritan. En plan profundo y filosófico el que parece antagonista principal, el Titiritero, que ha conseguido tener una conciencia propia partiendo de algo tan primario como ser un simple programa volcado en la red. Por el otro lado, en plan humorístico, tenemos a los simpáticos Fuchikoma, unos robots que tanto sirven como trabajadores como soldados o exoesqueletos y que, cansados de servir a otros, preparan su peculiar y absurda revolución. Dos formas de evidenciar el despertar de la conciencia artificial, aunque nada tenga que ver lo que consigue una y otra.

Aprovechando el estreno de la película protagonizada por Scarlett Johansson, Planeta Cómics reedita esta primera serie de The Ghost in the Shell en un lujoso tomo revisado por el autor y donde no falta nada, ni una sola de esas anotaciones a pie de página que Shirow se preocupa de escribir con profusión, llenando los bordes de las viñetas de información de todo tipo. A veces cuenta el por qué de tal o cual escena, que tipo de arma se utiliza, la ciencia (sea real o inventada) que explica la situación… un torrente de información que puede llegar a abrumar pero que enriquece hasta niveles inauditos la experiencia de leer este gran manga.

Los 12 capítulos que componen este tomo (contando el epílogo) se bastan para fotografiarnos la futurista ciudad de New Port City, en Japón, donde todas esas circunstancias sociales y políticas de las que hablábamos al principio confluyen. En cada capítulo la Sección 9 debe vérselas con un acto criminal que deben atajar y solucionar, y de paso, desvelar los motivos ocultos tras el crimen, que normalmente lo relacionan con altas esferas de poder, tanto nacionales como internacionales. Los delitos son cometidos, además, a distintos niveles, pues a la acción violenta física más primaria suele ir siempre unido un componente informático, un ataque hacker añadido, pues no puede ser de otra manera en este mundo dominado por la gran red que puede asaltar ya no solo las máquinas impersonales, sino las mismas mentes de la gente. Acción, aventura, ciencia ficción al límite, algo de erotismo y mucho rumor de denuncia social se vislumbra en cada una de las historias.

Hay también un argumento de fondo, que no está presente (al menos de forma directa) en todos y cada uno de los capítulos… el Titiritero. Ese supuesto enemigo en la sombra capaz de tomar el control de máquinas y seres, de hackear cualquier sistema y meter virus informáticos en los mismos cerebros de los nuevos seres arificiales, llegando incluso al «ghost» que estos puedan desarrollar. Al final del tomo entenderemos la trascendencia real de este Titiritero y su verdadera motivación, mucho más humana de lo que se le puede presuponer. Este argumento de fondo y las historias que lo tratan más directamente fue el tema elegido por Mamoru Oshii para su maravillosa película de 1995, referente de la ciencia ficción para obras posteriores tan determinantes como, por ejemplo, Matrix.

La importancia de esta obra, de este manga, es difícil de cuantificar. Innumerables secuelas y adaptaciones en todo tipo de medios (cine, TV, videojuegos…) y su resonancia indiscutible en obras posteriores. Pero todo eso se gestó aquí, en la obra primera que el gran Masamune Shirow nos legó y que ahora recupera Planeta Cómic en su más ambiciosa edición. Un imprescindible.

Si queréis conocer más sobre The Ghost in the Shell no os perdáis nuestro programa HF Especial Ghost in the Shell

• The Ghost in the Shell. Planeta Cómic.
• cartoné. 348 pp. b/n y color. 17,95 €