Crítica: «Texas Kid, mi hermano», el héroe que te destruye

El artista croata Igor Kordej centra sus trabajos en el cómic europeo, sobre todo en el mercado francés, pero es conocido en todo el mundo gracias a sus obras realizadas en Marvel y Dark Horse. Es tan productivo y veloz que sus trabajos son casi incontables y creo que no le queda un solo premio del sector en su estantería. Por eso, ante un autor tan experimentado y entregado, decir que esta puede ser su obra más personal es una afirmación osada, pero seguramente cierta.

Texas Kid, mi hermano ha sido elaborada durante décadas. El mismo autor reconoce que se nota su propia evolución como ilustrador solo leyendo este cómic. Empezó a realizarlo en 2002 y solo pudo acabarlo en 2023, tras varios parones obligado por las circunstancias. En la obra hay, por tanto, un cachito de él, de su talento y de su formación como artista y como persona. Porque tampoco es una obra fácil de catalogar, saltando como hace entre la realidad y la ficción y llevándonos por un paisaje vital realmente tormentoso.

Está basado en una idea de Darko Macan y se puede decir que es un poco western, un poco drama, un poco biografía y un poco suspense.

Radovan es un joven Croata que quiere labrase un futuro en el mundo del cómic. El problema es que su padre, Tomislav Brandt, es el creador de Texas Kid y, por lo tanto, una leyenda en el medio. Como padre es un déspota y un tirano y siempre se mofa de la poca fama de su hijo. «Nunca llegarás a ser como yo». Uno de los pasajes más duros de la obra es cuando Radovan cuenta la historia de su padre, una auténtica historia de supervivencia que hizo de él un verdadero hijo de puta.

Pero la cosa se complica aun más cuando un buen día llaman a la puerta y, al abrir, Radovan se encuentra con Texas Kid. Efectivamente, el personaje de ficción creado por su padre está ahí delante, en carne y hueso, vacilándole. La alianza despiadada y cruel del padre y su encarnada creación es exponencial y parecen empeñados en destruir a Radovan en todos los sentidos. Pero este se va a resistir.

Metalenguaje al cuadrado en este cómic descarnado e incómodo que nos tiene siempre situados entre el despiste, el agobio y la maravilla. La maravilla por su factura artística. Kordey brilla en los blancos y negros del cómic, con un trazo tan personal y vigoroso que es difícil confundir. Retratos precisos, composiciones elaboradas y detalladas y escenas desprovistas de toda delicadeza.

Pasa lo mismo con los guiones y los diálogos. La historia está muy bien contada y salta sin problemas del pasado al presente, o mezcla con naturalidad elementos reales, algunos biográficos, y situaciones ficticias dignas de un héroe mítico del cómic… como es este Texas Kid.

Y aunque los malos y los sádicos están bien apuntados, no podemos decir que Radovan o alguno de los otros personajes sean puros o inocentes. Casi es imposible que nadie en esta obra te caiga bien… aunque algunos se ganan nuestro más sincero desprecio.

Una obra muy personal y diferente, que vale la pena tener si gustas del arte de este gran autor europeo. ECC Ediciones la publica en un tomo de tapa dura y formato parecido al fumetto, muy europeo, respetando el espectacular blanco y negro con unos fotolitos sensacionales. Como no, la obra viene rubricada por un escrito del propio autor que matiza y explica detalles de la misma.

Una gran lectura, incómoda y extraña, experimental si quieres. Única.