Crítica: «Sindbad en el País del Sueño», de Juan Miguel Aguilera. Una trepidante aventura oriental.

En los tiempos que corren, dondequiera que se nombra el término «fantasía», aplicado a una obra literaria o una película, lo

primero que nos viene a la cabeza es El señor de los anillos y otras sagas de ambientación nórdica, más o menos medieval, como Juego de Tronos o Dragonlance. Pero los más viejos del lugar crecimos soñando con otros escenarios y otros héroes, a menudo más brillantes que los antes citados. Mucho tiempo antes de la explosión de las historias de dragones y caballeros de dorada armadura pululando en mundos imaginarios plagados de trolls, elfos, hobbits y kenders, la fantasía ambientada en los mitos mediterráneos y arábigos ya estaba fuertemente arraigada en nuestra conciencia colectiva. Los filmes en los que Ray Harryhausen animaba a sus monstruos mediante la técnica del stop motion reinaban en las sobremesas de los domingos. Nuestros cuentos de cabecera favoritos eran versiones edulcoradas de Aladino, Alí Babá y compañía. Todos sabíamos a la perfección que, si te encontrabas con una lámpara en mitad del desierto, al frotarla saldría un genio que te concedería tres deseos, pero que era necesario andarse con cuidado a la hora de formularlos.

Juan Miguel Aguilera demuestra que se ha empapado a fondo tanto de la mitología como de la historia de Oriente Medio para ofrecernos esta maravillosa novela de aventuras. Una novela que recoge el espíritu de aquellos relatos y seriales por entregas que fueron publicados en la era dorada de los pulps en revistas como la mítica Magic Carpet u Oriental Stories. Autores de la talla de Lovecraft, Howard o Clark Ashton Smith reconocían ampliamente la profunda influencia que Las mil y una noches habían dejado en ellos desde edades muy tempranas, hecho que se plasma claramente en toda su producción literaria.

Sindbad en el país del sueño es una clásica novela de viajes, protagonizada por un Sindbad que, lejos de la imagen de superhéroe que nos ha llegado, se nos muestra muy humano. Incluso cede el protagonismo de la historia a otros personajes que, a priori, parecerán secundarios, pero a los que el autor ha dotado de su respectivo peso específico dentro de la trama.

El ritmo de narración es bastante rápido y, aunque la ambientación está muy bien lograda, no dedica largos pasajes para las descripciones. Los capítulos son cortos (algunos de tan solo tres páginas), lo cual contribuye a esa sensación de fluidez, pero sin que llegue a resultar apresurada. Como curiosidad, cabe destacar que incorpora unos códigos QR con los hipervínculos a interesantes artículos relacionados, e incluso a la traducción de Vicente Blasco Ibáñez de Simbad el marino. Lo cierto es que no creo que ningún lector vaya a ponerse a consultarlos a medida que van apareciendo en la novela, porque eso interrumpiría el ritmo de lectura, por lo que tal vez habría sido una opción alternativa colocarlos en un índice al final. En cualquier caso, se pueden saltar sin que influya para nada en la historia, con lo que cada lector hará lo que considere oportuno.

La historia comienza cuando Sindbad regresa al puerto de Basora a bordo de su nave La Aventurera, desde donde partirán rumbo a Zanzíbar tras la estela de un misterioso navío de metal nunca antes visto. Tras varias intrigas y aventuras partirán hacia el País del Sueño, donde buscarán la mítica Ciudad de Cobre donde el Rey Salomón venció a los djins en una épica batalla y confinó al más poderoso de ellos en una prisión inexpugnable.

Entre los personajes que podremos encontrar en esta obra coral habrá djins de distintas especies (aquí el autor ha mezclado ingredientes de su cosecha con descripciones de los effrits que aparecen en el Corán y otros textos). También algún que otro personaje que existió en la realidad, como el naturalista Al-Yahiz, que recorrió el mundo conocido estudiando la evolución de las especies mucho antes del nacimiento de Darwin.

Habrá también un triángulo amoroso sobre el que girará la trama principal, con bastantes giros (algunos inesperados, otros no tanto) entre Sindbad, una bella al-andalusí y su misterioso marido. Con frecuencia, este tipo de affaires solo añaden complejidad sin sentido a la historia, pero en este caso resulta fundamental y bien construido.

Aguilera ha sabido elegir el lenguaje, utilizando gran variedad de vocablos de origen arábigo, lo cual contribuye a crear una atmósfera sólida y creíble, pese al tono fantástico de la obra. Renuncia a hacer grandes alardes de estilo, pero al mismo tiempo nos deja algunas postales de gran belleza. Ha sabido usar los sustantivos adecuados para cada situación, sin exceso de adjetivación. Además, las escenas de acción son excelentes, rápidas pero bien dibujadas. Sin duda, una novela de aventuras a la vieja usanza, pero con un estilo muy actual y ágil que devolverá el sentido de la maravilla a los lectores fatigados.

En conclusión, es una obra que me ha dejado buen sabor de boca y que recomiendo a quien desee leer fantasía de caidad pero que no precise de un apéndice de diez páginas para saber quién es cada personaje o que se sienta algo fatigado de las sagas interminables. Y, por supuesto, para los nostálgicos de aquellas inolvidables películas llenas de magia, luchas con espadas, alfombras voladoras, expediciones a tierras ignotas, junglas de vegetación lujuriante, barcos piratas y genios maléficos salidos de su prisión en forma de vasija.