Crítica: «Shame Legacy», la secta del mal
Historia
Jugabilidad
Gráficos
Duración
Recomendable
Buena aventura de terror, tensión y supervivencia. Limitada en tiempo y opciones, pero entretenida.
Si hay un tipo de juegos en el que cuesta destacar y que, inevitablemente, tira de comparaciones, es el género de terror en primera persona. Resident Evil no da tregua con sus últimos lanzamientos que incluso encuentran hueco en la VR, pero no es el único y, por citar solo uno reciente, Amensia: The Bunker también deja el listón alto. No todos los títulos lanzados consiguen ya no dar miedo o inquietar, sino mantener la tensión o el interés del jugador. Es un género, o subgénero, con el que es difícil acertar.
Por eso este Shame Legacy llegaba un poco lastrado por las exigencias del género y podía caer en el saco de tantos otros que no han terminado de conseguir su objetivo como juego de terror inmersivo. Sin embargo, consciente de sus limitaciones, el título sabe aprovechar muy bien sus ventajas y consigue mantenernos atrapados en su sencilla pero inquietante historia y en esa curiosa mezcla de mecánicas jugables que nos ponen en constante tensión.
Desarrollado por Fairyship Games y Revenant Games ha llegado hasta nosotros gracias a Meridiem Games y lo tenéis disponible para PC, Xbox One, Xbox SerieS/X, PS4 y PS5, siendo esta última la versión que hemos disfrutado.
Fanáticos, curas y demonios
Comenzamos diciendo que en Shame Legacy no hay mucho de originalidad, empezando por su argumento. Pero no toméis esta afirmación como algo malo pues casi todo aquello que imita, lo imita y lo implanta bien. El punto inicial nos situa en la piel de un pobre desdichado que despierta en lo profundo de un pueblo lleno de fanáticos sanguinarios. Nuestra familia ha desaparecido, secuestrada por estos lugareños tan «simpáticos» y, sin duda, van a ser utilizados en algún tipo de oscuro y fatal ritual.
Así que ya tenemos objetivo antes de salir huyendo como alma que lleva el diablo, que eso es lo que nos pide el cuerpo, ¡no podemos huir dejando allí a «los nuestros»! Comenzamos así un camino de exploración e investigación por el desolado pueblo y sus alrededores (y sus profundidades), tropezándonos de vez en cuando con un siniestro sacerdote que de poca ayuda nos sirve aunque es mucho más amistoso que el resto de pnjs.
Estos son los pueblerinos fanáticos que, imaginamos por temas de endogamia, son todos muy parecidos. Patrullan las calles y los alrededores buscándonos sin descanso y nosotros tenemos que avanzar usando el sigilo y ocultándonos en distintos lugares puestos aquí y allá estratégicamente. Pero cuidado, porque una entidad demoníaca también pulula por ahí, implacable e inmortal y, como un Némesis cualquiera, correrá sin descanso a por nosotros en cuanto nos detecte.
Sigilo, ocultación… y combate
Lo sencillo y lineal de la historia nos impide profundizar más en ella para evitar spoilers, aunque conforme vayáis jugando tendréis la sensación de que es una historia ya contada y repetida. Lo interesante en Shame Legacy va más allá de su narrativa y se centra en su inmersión jugable, porque de verdad te pone en tensión y te obliga a andar agachado, a correr, a ocultarte e, incluso, a luchar.
Es un acierto que no se limite el juego en dejarnos indefensos, como hacen tantos otros, dependiendo solo de nuestra capacidad de ocultación. Tenemos la posibilidad, en ocasiones, de combatir con los enemigos siguiendo unos patrones concretos que, muchas vecess, se vuelven algo difíciles de dominar. En la imagen de abajo lo tenéis explicado pero es sencillamente una especie de quick time event combinada con ciertos movimientos de los sticks.
También podemos interactuar con objetos, como el báculo que encontramos y nos ayuda a abrir puertas o solucionar puzles, que los hay y a montones. Además, tendremos que aprovisionarnos de ciertas bebidas con facultades tranquilizantes ya que cada enfrentamiento con los enemigos nos pondrá tan nerviosos que nuestro personaje no responderá bien a nuestro control.
Como veis, el juego sabe mezclar sigilo, dosis de combate, puzles… y no lo hace nada mal. El problema viene cuando las lógicas limitaciones del título (no es un Triple A) se dejan ver en la IA de los enemigos que tan pronto son capaces de vernos a través de objetos como de no vernos si pasamos con cuidado por su lado. En otras ocasiones nos podemos quedar atrapados en plena huída con una esquina o un objeto y esos segundos son determinantes para que acaben con nosotros. Las típicas trabas que encontramos en este tipo de juegos pero que no llegan a lastrar, por suerte, la experiencia que quiere proporcionar Shame Legacy.
Buenos gráficos y diseños
Porque gracias a su atmósfera, a sus gráficos y a su diseño nos atrapa con una constante sensación de peligro, de estar alerta. El pueblo y los tétricos lugares representados tienen una representación más que decente, así como el interior de edificios o cabañas o cuevas. El sonido también acompaña y tanto las voces de los fanáticos como los llantos de los condenados nos van a llamar la atención. Insistimos en que gráficamente cumple, sobre todo para los modestos niveles de producción que tiene con respecto a otros títulos y, aunque se mueve en unos constantes 30 fps que podían haber sido más en PS5 (donde lo hemos jugado), en todo momento luce de sobra.
Quizá la duración nos haya dejado un poco desconcertados ya que te lo acabas en unas 4-5 horas o, si eres muy hábil, puedes acabarlo en solo dos horas (uno de los trofeos te premia por ello). Al menos son unas pocas horas intensas y divertidas, bueno, si tu concepto de diversión es sobrevivir en un lugar plagado de fanáticos, lleno de puzles, con un demonio incansable tras de ti y donde tu familia depende de tu habilidad para no ser sacrificados de maneras que no puedes imaginar.
¡Suerte!