Crítica: «Saga vol.4», punto y seguido.

Planeta DeAgostini ha publicado el cuarto tomo de Saga, la epopeya galáctica de Brian K. Vaughan y Fiona Staples, que recopila los números 19 al 24 de la serie regular editada por Image.

Repetiremos por enésima vez que esta serie está acaparando los premios más importantes de la industria, eterna presencia en los Eisner, que va coleccionando anualmente. Su calidad está fuera de toda discusión y, llegados a este punto, es donde se presenta el verdadero reto: lo difícil no es triunfar, sino mantenerse, que dicen. Así que llegados a estas alturas de Saga, veamos si se ha conseguido esa máxima.

El final del tercer volumen cerraba un amplio ciclo de aventuras, persecuciones, muertes y renacimientos… cierre de ciclo manifestado en la figura de la verdadera protagonista de esta gran historia, Hazel, que ya no se muestra como un bebé impersonal, sino que a partir de ahora irá cobrando cada vez mayor protagonismo directo en la historia. El cuarto volumen, además, se inicia con un nacimiento… otra muestra simbólica de que algo nuevo comienza. Nuestra singular familia está oculta en un planeta llamado Gardenia, donde intentan seguir una vida «normal» y pasar lo más desapercibidos posible, conscientes de que siguen siendo buscados pese a que sus dos directos perseguidores están fuera de juego. La situación cambiará con el secuestro del heredero al reino robot… lo que desencadenará que de nuevo la persecución vuelva a producirse, esta vez con nuevos integrantes y con nuevas motivaciones.

La elaboración de personajes sigue siendo magistral. Un nuevo entorno para los protagonistas significa nuevas amistades, nuevas relaciones… y conoceremos seres tan reales y a la vez tan extraños como Ginny, la profesora de baile de Hazel o los compañeros de trabajo de Alana. Mención extra para Dengo, el robot psicópata-revolucionario que desencadena de nuevo toda la vorágine de acontecimientos y sirve de motor a esta nueva etapa. Por su culpa, o gracias a él, algunos personajes cambian y evolucionan, replanteándose sus motivaciones y sus sentimientos.

En definitiva, es este el inicio de un nuevo arco argumental que envolverá y cambiará a nuestros protagonistas. Como es costumbre, escrito de forma amena y trepidante, mezclando momentos mundanos y familiares con otros repletos de acción y violencia. El amor, la familia, las dudas y los miedos se manifiestan a través de Marko, Alana y compañía de tal forma que trascienden más allá del papel y volvemos a sentirlos cercanos… incluso teniendo en cuenta que su aspecti físico dista mucho de ser normal y cercano! (¿Cómo se puede dotar de personalidad y carisma a un ser que tiene una tv por cabeza?) Fiona Staples sigue en la linea que nos tiene ya acostumbrados, sin mostrar síntomas de hastío tras 24 números. Figuras humanas y alienígenas muy bien trazadas y un detalle asombroso en primeros planos y en gestos, humanizando (o acercando) a todos los personajes. Volvemos a notar esa dejadez en los fondos que apreciamos en los dos primeros tomos, destacando negativamente, sobre todo, por el esmero puesto en los protagonistas. Pero este detalle, en cierta forma negativo, se ha convertido ya en sello de la serie y ha pasado a formar parte de la misma.

Lo mejor de este volumen… lejos de estancarse, Saga sigue ofreciendo momentos inolvidables, progresión en la historia y unos personajes plenos de imaginación y carisma que, no solo no se estancan, sino que evolucionan y cambian arrastrados por el continuo avance de sus historias. Otro imprescindible para los seguidores de Vaughan, de Saga y del mejor cómic internacional.