Crítica: «Roboco y yo 1» Fresca, divertida y con mensaje. Menuda es Roboco!

Un desconocido (para mi) Shuuhei Miyazaki es el autor de esta absurda genialidad que es Roboco y yo. Un manga de humor descarado y surrealista que encierra mensajes por doquier y que rinde homenaje al tiempo que ningunea a los grandes del medio. Menudo descubrimiento esta el de esta obra que tras su apariencia infantil esconde una auténtica genialidad.

Seguramente muchos de los que leeis esto ya conocéis la obra, pues su anime se puede ver en Crunchyroll a través de episodios acelerados que no le hacen justicia a la obra original. Es muy raro que no se hubiera editado todavía en nuestro país, pero eso ya está subsanado gracias a Planeta Cómic que nos ofrecerá cada dos meses las aventuras descacharrantes de esta simpática y peculiar robot y de su dueño/amo/amigo.

La premisa de la obra ya apunta maneras: estamos en el año dos mil nosecuantos, la tecnología permite la creación de doncellas/sirvientas con una potente IA, las llamadas Order Maid (OI). Son hermosas y eficientes y suelen comprarlas los jovencitos para que les atiendan en todas sus necesidades, les acompañen, les hagan la comida, etc. Como todo en este mundo consumista cada vez salen modelos más modernos con más prestaciones y mejor aspecto… y más caros.

Por esto, la gente más humilde no puede acceder a ellas. Eso le pasa a nuestro protagonista, Bondo. Es el hazmerreir del colegio porque es el único que no tiene una OI. Aquí ya podemos ver la analogía que, entre bromas, hace el autor de la esclavitud tecnológica a la que se ven sometidos nuestros jóvenes. Pero sigamos.

Bondo terminará por convencer a su particular madre para que le compre una. Pero claro, solo pueden acceder a un modelo antiguo o de segunda mano. Por eso llegará a sus vidas Roboco, la Order Maid que ni sabe cocinar, ni limpiar… un puro desastre, vamos. Esto dará pie a una difícil relación entre Roboco y Bondo, a un compañerismo forzoso en el que poco a poco las cosas más superficiales se van solapando por las que de verdad merecen la pena: el respeto, el afecto, la amistad…

Roboco y yo es un puro disparate. Vamos a contemplar las escenas más desternillantes provocadas por esta simpática y poco eficiente OI, pero siempre va a quedar un poso de mensaje que el autor filtra de manera inteligente. Ya sea en el peculiar bulling al que los compañeros de Bondo le someten, en la actitud extraña de la madre de este o en el foco que la obra pone en la sexualidad naciente del protagonista, centrada en las OI.

El dibujo de Miyazaki es de corte infantil, recordando muy intensamente al Doraemon de Fujiko Fujio y, como este, lo alterna con hermosas ilustraciones dejando patente que el estilo elegido es, claramente, una opción artística con una clara intención. Los diálogos son rápidos, divertidos y llenos de chascarrillos, casi todos acertados.

Se permite referencias a otras obras manga, como Dragon Ball o incluso obras de terror, para mantenerse en un nivel cercano al lector y apoyarse en arquetipos del medio.

Pero lo que llama la atención más claramente, a pesar de hacerse de forma velada (vaya paradoja), es el mensaje que trasmite el manga. O mensajes. Que si bulling, que si sexismo, que si dependencia a la tecnología, que si amistad, que si consumismo como estatus… Al final, como las buenas obras, se trata de una creación con muchas capas para que todo tipo de lector la disfrute. Desde los más jóvenes hasta los mayores, y que cada uno extraiga aquello que le hace pasar un buen rato.

Buena nueva franquicia acaba de comenzar. Queremos una Roboco en nuestras vidas!

• Roboco y yo 1. Roboco y Bondo. Planeta Cómic
• edición original. Boku to Roboko 1. Shueisha Inc.
• rústica con sobrecubierta. 184 pp. B/N. 8,95€