Crítica: «Robin 1», la emancipación del chico maravilla
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Las aventuras del correoso hijo de Batman en solitario. Es lo que se espera para bien y para mal.
Frontera Infinita es la nueva etapa en el Universo DC que, en el plano editorial, nos ha traído varias nuevas series. Una de ellas es esta Robin, protagonizada por el hijo de Batman, Damian Wayne. En ella parece que vamos a conocer ciertos aspectos relacionados con su familia materna, es decir, Talia Al Ghul. Pero las cosas no van a ser tan sencillas como parecen.
Damian es un personaje controvertido. No tiene una personalidad demasiado afable y no suele caer, digamos, demasiado bien… así que dedicarle una serie en solitario puede ser una jugada arriesgada si no se mide con cuidado. Recordemos que anteriormente compartía protagonismo con Jon, el hijo de Superman y Lois, en la serie Superhijos. Y claro, el contrapunto de ambas personalidades, tan opuestas, era en gran medida la gracia de la serie. Volcar todo el peso en Damian, tan soberbio, impertinente y sobrado, puede hacer que hasta el lector más indulgente acabe odiando al nuevo Niño Maravilla.
Joshua Williamson y Gleb Melkinov forman el equipo creativo responsable de que este experimento funcione. Para ello, han optado por que la serie sea coral y encontremos numerosos personajes, conocidos y nuevos. Aunque para ello tengan que sacrificar el protagonismo de Damian.
Robin ha decidido abandonar la protección de su padre y comenzar una nueva vida en solitario. Ya lo conocemos… está empeñado en superar cada reto que se le pone delante y, cuando descubre que se celebra un torneo de lucha en la Isla Lázaro, para decidir el mejor guerrero, no duda en apuntarse. Bueno, más bien en colarse, pues no cumple los requisitos mínimos de edad. Allí encontrará personajes conocidos como Destructora y otros que asoman aquí por primera vez, como Flatline, que tiene muy buenas perspectivas a poco que los autores la trabajen y desarrollen. De hecho, le roba protagonismo al propio personaje que da título a la serie. Menos mal que la historia se complica más allá del torneo de lucha y Robin descubrirá que Isla Lázaro guarda un secreto y que tiene algunos habitantes… inesperados.
Se trata de un cómic de divertimento sin más pretensiones, que guarda cierto interés por los personajes que aparecen como secundarios y que se relacionan con el universo de Batman de forma directa. Joshua Williamson sabe mantener un ritmo rápido que no cansa ni aburre, aunque tampoco trasciende. En la misma línea se encuentra el arte de Gleb Melkinov, que mantiene un estilo adecuado al género y al tono de la obra. Su trazo me hace recordar a Humberto Ramos, con esas formas angulosas y sus movimientos eléctricos. Esta comparación no es una crítica negativa, más bien al contrario, porque el estilo de dibujo casa muy bien con el tono del cómic y con su protagonista adolescente
La duda es qué recorrido va a tener esta serie. Si va a servir para hacer crecer a Damian, tal como ya ha hecho su «super amigo», sería algo muy interesante y digno de seguir. Un crecimiento como personaje que ya reclama el vástago de Batman y Talia, pues se está convirtiendo en un niño eterno difícilmente encajable. Desde que Grant Morrison lo incluyera en el canon DC, hace más de 15 años, su evolución ha sido imperceptible. Así que, si por el contrario, la colección se centra en una consecución de aventuras vacías, aunque sean divertidas, se perderá la oportunidad de hacerle evolucionar como se merece (y necesita).
De momento podemos disfrutar de los tres primeros números de su serie regular que ECC Ediciones ha reunido en un tomo único y que marca el inicio, esperemos, de una nueva era para el personaje. A ver si ese cartel de Frontera Infinita que viene en la portada es el revulsivo que esperaba el recalcitrante Damian para ser algo más que un niño tan letal como inaguantable.
- Robin 1. ECC Ediciones
- edición original. Robin 1-3 USA. DC Comics
- rústica. 96 pp. color. 8,50 €