Crítica: «No me olvides», regresando a los orígenes

Alix Garin es una de las artistas/historietistas más prometedoras de los últimos años. Con unos deseos inmensos de leer su más reciente trabajo, Impénétrable, nos llega gracias a Ediciones Astronabe otra de sus obras: No me olvides.

Sumergirse en su lectura es una experiencia que se balancea entre lo tierno y lo cruel, pero no hace más que retratar una realidad desgraciadamente muy habitual y que, de un modo u otro, todos hemos conocido. Enfrentarse a una enfermedad como puede ser el Alzheimer o algún tipo de demencia senil ha hecho escribir muchos libros, novelas gráficas y no digamos películas… y aun así nos siguen conmoviendo por ese carácter de sentirnos identificados y a la vez por vernos como posibles víctimas de esa cruel dolencia.

Garin se acerca con la sensibilidad de una gran artista que debe haber vivido experiencias similares a las narradas y no se queda en el sensacionalismo ni se obsesiona por hurgar en la pena ni en el drama. Además, tenemos distintas visiones y contemplamos lo que sucede a través de los ojos de la persona afectada y también de sus familiares que, impotentes y enfadados, deben lidiar con la situación.

Y la manera en que lo hacen aporta ese punto de originalidad tan necesario en este tipo de historias, mil veces contadas.

Clémence lleva mal eso de que su abuela esté perdiendo la cabeza. Cada vez que acude a verla a la residencia se le cae el alma a los pies, no puede verla así y, además, su madre podría encargarse de ella y no tenerla allí encerrada ya que la abuela, en sus ratos de lucidez, es tremendamente infeliz.

Así que un día, durante una visita, decide hacer una locura: saca sin permiso a la abuela del hospital y se la mete en el coche, emprendiendo un largo viaje hacia la casa donde la señora pasó si infancia. Quizá allí afloren los recuerdos y mejore, quizá. Esta especie de road movie estará llena de aventuras sobrevenidas por el improvisado plan de fuga y servirá para unir, todavía más, a estas dos generaciones.

Momentos duros, momentos tiernos… momentos cómicos y momentos dramáticos. La abuela con su ida y venida de la realidad y Clémence lidiando con su identidad, su sexualidad y lo duro que supone enfrentarse a las decisiones que la vida le obliga a tomar.

Alix Garin utiliza un estilo de dibujo sencillo, apoyado en el color y en las expresiones para enfatizar momentos y para reflejar el interior de las dos mujeres protagonistas. La soledad de una mente que falla se puede ver en grandes viñetas vacías donde solo vemos la figura sentada de la abuela mirando por una ventana… El conflicto interno de Clémence se materializa en su complusiva manía de mordisquearse los dedos, lo que se muestran en viñetas pequeñas pero centradas en las manos… En definitiva, la autora recurre al «idioma» y los «trucos» que ofrece el cómic para enfatizar momentos, pensamientos y emociones.

Todo está narrado y dibujado con claridad, con calma y serenidad también pero sin dejar de lado situaciones anecdóticas en las que nuestras protagonistas (y la autora, claro) aprovechan para mostrarnos más de ellas.

Una lectura que te deja atrapado y que, una vez superado el miedo a que te «toque», a que te emocione demasiado o a que te abrume el drama, una vez superado ese miedo y metido en su lectura, digo, descubres una historia maravillosa. Y como tal, por supuesto, no está exenta de lágrimas pero también de risas, de emociones y, sobre todo, de vida.