Crítica: «Kick-Ass 2:Con un par» vuelven los superhéroes más gamberros

Hace tres años el director Matthew Vaughn (X-Men: Primera generación, Stardust) nos sorprendió sacando al mundo la adaptación del cómic Kick–Ass, donde la sangre y el sonido de los huesos rotos campaba a sus anchas por todo el film. Ahora, tres años más tarde, de la batuta de Jeff Wadlow (Rompiendo las reglas) y con ayuda en el guión del anterior director, vuelven Kick–Ass (Aaron Taylor-Johnson) y Hit Girl (Chloë Grace Moretz) a repartir cera a diestro y siniestro a todos los malhechores del vecindario.

Inspirados por Kick–Ass (para ellos el héroe primigenio), toda una oleada de nuevos justicieros enmascarados y dirigidos por el coronel Barras y Estrellas (Jim Carrey) comienzan a patrullar la ciudad, banda a la que Kick–Ass poco tardará en unirse. Mientras tanto, Hit Girl intenta adaptar su nueva vida al instituto. Pero Bruma Roja (Christopher Mintz-Plasse), traumatizado por la muerte de su padre, regresa con el nombre de El Hijoputa, decide, a base de dinero, crear su propia banda de maleantes con el único fin de acabar con Kick–Ass.

Los planos están llenos de colores vivos, como si se trataran de las relucientes páginas de un cómic. Están elegidos con encanto y acierto, y en las escenas de acción renuncian de las cámaras agitadas e hiperactivas para pasar a planos más estáticos a los que nos tienen acostumbrado últimamente el cine de acción (cosa a agradecer), pudiendo así presenciar las acertadas y complejas coreografías de Hit Girl (Chloë Grace Moretz) y los intentos de superhéroe mediocre de Kick–Ass (Aaron Taylor-Johnson) y sus seguidores.

La historia, bajo la pluma del anterior y el actual director del film y basándose en la obra original de Mark Millar (También denominada Kick–Ass 2) es brillante y absorbente, repleto de acción, sorpresas y ese humor tan ácido e incluso a veces negro al que ya nos tienen acostumbrado. Tal vez haya algunos momentos escatológicos e insultos o lenguaje soez completamente gratuitos, sin venir a cuento, que puede que le dé un aire más “duro” o barriobajero a los personajes, pero que “ensucian” un poco la película.

En cuanto a interpretaciones, Chloë Grace Moretz consigue comerse cada escena en la que sale gracias a una carismática interpretación de la rompedora Hit Girl, llegando a eclipsar al verdadero protagonista cada vez que su pelo, púrpura o rubio, aparece en pantalla. Aaron Taylor-Johnson recrea muy bien al pringado y a la vez héroe de acción, sabiendo lidiar muy bien con la interpretación de ambos personajes. Jim Carrey no termina de brillar, pero su actuación supera la mediocridad a la que nos tenía malacostumbrados con sus últimos trabajos.

Como buena adaptación de un cómic, el metraje está plagado de Easter Eggs, tanto al autor Mark Millar como a su obra original, mostrando extractos e imágenes exactas a las que podemos encontrar en la novela gráfica. Otro de los aspectos que hace que te creas que realmente estás viendo un cómic en movimiento es la aparición de los típicos cuadros blancos o la introducción de bocadillos para las traducciones en vez de recurrir a unos sosos subtítulos. Todos esos pequeños detalles más todo lo que ya hemos hablado antes, hace de Kick–Ass 2 una película excelente y agradable de ver.

El único punto negativo que podría haber en la película es el excesivo ceceo en el doblaje de Christopher Mintz-Plasse (Bruma Roja/El Hijoputa) o alguno de los doblajes de otros personajes. Vale que Christopher cecea un poco al hablar, pero ¿En serio es necesario tal exageración? «¡Vamoz a matar a Kick–Azz!». Tal pronunciación tarda poco en cansar y hace que se disfrute un poco menos cuando el susodicho Hijoputa aparece en escena.

El doblaje excesivamente exagerado puede ser el único toque amargo de un pastel muy dulce lleno de sangre, huesos rotos y, sobre todo, mucha acción que hará las delicias de los comiqueros y seguidores de estos superhéroes de poca monta.