Críticas de cómics

Crítica: “Hellblazer de Paul Jenkins vol. 1”. Constantine Reloaded.

Resumen de la Crítica

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“Porque tu pudiste elegir, Ellie. Los niños no. Lo siento”

Nos encontramos con un gran conjunto de historias, con mucha alternancia en géneros y propuestas, siempre con el horror y el humor negro como claves del universo John Constantine, cuyas historias de peso están rodeadas por pequeños cuentos de terror y comedia, consiguiendo mantener y respetar las características intrínsecas del protagonista.

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Si comparamos las etapas de los escritores de la serie Hellblazer como la estructura de una clásica serie de televisión, con Paul Jenkins asistimos a la tercera temporada de John Constantine. Y ello al tener en cuenta que en el momento en que el escritor de turno se marcha, procura cerrar sus tramas y la historia general en su conjunto, para que las experiencias vividas del protagonista consigo mismo y con terceros cale para crecer como personaje y como punto de partida para el siguiente autor, apropiándose de lo más positivo para darle forma según sus intereses, gustos e inquietudes artísticas, sin dejar de lado el recuerdo de nombres e historias clave para dar a los lectores gramitos de continuidad. Si en la temporada escrita y dirigida por Jamie Delano la densidad y extensión en los textos de apoyo y el excesivo uso de metáforas podían nublar una serie de historias interesantes y contundentes (que dejaron poso a posteriori como “Newcastle”), entre que se trataba de una serie por consolidar y de nueva creación, parecía más un aprovechamiento personal para descubrir su visión de la situación política, social y económica de la Inglaterra de los ochenta a modo de diario personal. La segunda, más cañera, con un Garth Ennis sirviéndose de la colección como campo de pruebas de lo que poco más tarde conformó en Predicador, entró con fuerza yendo al grano desde el principio, dejando a tras tanto cartucho narrativo para dar rienda suelta a los aspectos colectivos mencionados anteriormente desde una mirada más cínica y deslenguada con tintes cómicos y escatológicos, pero que si bien se daban unos planteamientos dramáticos muy logrados, a veces se pasaba de frenada y por momentos se perdía una mínima seriedad que quizá era necesario respetar en virtud de la trayectoria del personaje. Aún así dio lugar a una lectura entretenida, dinámica y sumamente divertida, creando magistrales personajes secundarios y alcanzando en mi opinión los mayores picos de calidad que ha dado la historia de la serie. En esta tercera temporada, Paul Jenkins recoge elementos de los dos anteriores sin decantarse por uno u otro, repartiendo sus influencias de forma proporcional para crear con su punto de vista una amalgama de las dos miradas anteriores y conformar quizá el enfoque en la serie que durará hasta el final de la misma. Luego, entre que es un personaje en el que con muy poco se puede hacer tabula rasa, que no llega a diez años de antigüedad (en el momento en que entra el escritor) y que da sus primeros pasos como escritor de comics, la libertad de movimientos está garantizada, como siempre pasa con John Constantine. Hay mucho texto de apoyo y alusiones descriptivas, siempre en primera persona, pero no tan desmedidas como en Delano sino mas economizadas, y hay mucho humor negro y cinismo como en Ennis, pero algo más contenido y repartido, tomando estos factores como herramientas para marcar el camino del protagonista y no como cabeza y corazón que dirijan el destino de las páginas de la serie. El resultado es esta primera parte de 19 episodios, muy completo en mi opinión, y muy repartido. Contendrá dos arcos argumentales bastante relevantes, dos historias cortas y siete historias autoconclusivas, formato este donde yo creo que este autor se desenvuelve mejor como demostró posteriormente en Peter Parker Spiderman, Inhumanos o Spawn the Undead, por ejemplo.

Las dos sagas más importantes tienen como interés significativo que la segunda funciona como secuela de la primera y cierra todas las posibilidades que esta ofrecía, y esto es curioso porque estas historias que modifican el statu quo de un personaje o colección suelen permanecer mucho más tiempo, o como poco hasta la salida del autor de turno que ha creado ese giro en el personaje. En lugar de colocar esa secuela al final de su etapa y así cerrarla para el próximo compañero, Jenkins la introduce poco tiempo después, y me parece justo resaltarlo porque da la impresión que quería seguir progresando con más cambios, en lugar de dar el típico giro a la serie que toda etapa intelectual individual contiene, para alternarlo con historias superfluas o interesantes sin ninguna justificación emprendedora hasta dar el carpetazo al final y así enderezar el rumbo del protagonista con el típico arco de cierre. Aquí no, rompe esos esquemas, si bien para comprobar si da en el clavo habrá que acudir al próximo volumen.

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La historia relevante la encontramos en el arco “Masa Crítica”, de cinco episodios (Hellblazer 92-96 USA), donde John se tendrá que enfrentar con uno de los gerifaltes que pueblan los dominios de la escenografía más rica de esta serie como es el infierno, permitiendo la recuperación del director del reino, el mismísimo Diablo, caído en desgracia (otra vez si atendemos a la Biblia) por las tretas de Constantine en la etapa de Ennis. No se le ocurre a este demonio que responde al nombre de Bauer, y cuya apariencia física es como la del viejales que tanto yu yu daba en la saga cinematográfica “Phantasma” que exigir el alma de John a cambio de salvar al hijo pequeño de su gran amigo Ritch para provocar el retorno de Satán y así ganar poder en el infierno. Ya para empezar, Jenkins se pone duro y se moja de lo lindo para mayor impacto visual del personal al enseñarnos como este demonio de perfil bajo se encarga de los niños que no han podido ser ubicados en la vida después de la vida. Un granjero de almas infantiles para mayor estupefacción del lector y que denota una gran habilidad a la hora de presentar personajes que van a poner al protagonista en jaque. La excusa de recuperar al diablo de unas obligaciones terrenales bastante sonrojantes ocupará la parcela cómica negra de la que antes nos referíamos, y el aspecto dramático radicará en la lucha contra el mal para recuperar el alma de un inocente que puede servir como caída definitiva de John. Nos encontramos con una saga muy bien escrita y desarrollada; un arco argumental aterrador y desasosegante, pero a su vez muy entretenido con buenos diálogos por parte de los encartados. Una historia que será muy importante para el futuro de Constantine, con los momentos angustiosos que una serie con elementos terroríficos necesita, y con sugerentes y arriesgados giros, que si bien es cierto merecen una lectura atenta, una vez salvada esta cuestión y atados todos los cabos, es una gran muestra de la extraordinaria salud que tenía esta serie en los noventa como obra que arriesgaba aún siendo continuista a su vez de las reglas impuestas desde su creación. Además, el hecho de ser un niño, la víctima del plan anticonstantine provoca que el fantasma de Newcastle retome posiciones para mayor aprendizaje espiritual de John. Aprendidas las claves y revisada la historia, creo que en su segunda lectura esta gana más (así que recomiendo la relectura del arco) y se observa que el autor no yerra en su primer encargo serio de la colección.

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Más adelante nos encontraremos con “Comienzos Difíciles” (102-104), clara secuela del anterior donde el protagonista debe tomar una serie de decisiones para ser mejor John Constantine dejando a las claras que eso no significa ser mejor persona, en un arco formado por tres microhistorias. Curiosa e interesante ya que cada capítulo funciona de forma autónoma, pero que al tratarse de una convencional historia río de crecimiento interior funciona como saga, donde cada estadio vital y los enfrentamientos con las adversidades que se les presenta se encuentran vertebradas por el trance que conlleva explorar dichas parcelas para que el personaje vuelva a su ser. Desde un análisis de los peores momentos de la juventud de John, pasando por un macabro suceso psicopático resuelto fabulosamente bien y con sorpresa inesperada que deja muy buen sabor de boca, hasta alcanzar la última fase del viaje donde se tendrá que enfrentar a un cadáver que aún guarda en el armario desde la etapa Ennis, sin dejar de lado el reencuentro con su parte más torticera y mezquina sacrificando amistades que en su día tuvieron mucho peso.

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En lo que respecta a las historias cortas, con una extensión de dos capítulos para diferenciarlas de las anteriores, encontramos dos muy distintas una de otra. La primera, “Tiempo de Sueño” (89-90), el relato que abre el tomo, es de esas historias enfocadas en las deidades totémicas tratadas como dioses menores, cuya influencia está cobijada en pequeñas sociedades aborígenes enraizadas con los mitos de la tierra como origen de todo y con la idea de tiempo de sueño como espectro invisible que envuelve todo lo que nos rodea, dejando caer que no hay pasado ni futuro y que el tiempo se comprime en un perpetuo presente sucediendo todo a la vez. Con un claro discurso ecológico y de claros principios de igualdad y justicia por los eventos vividos en una región australiana, todo lo que tiene que ver con los elementos antedichos está excesivamente sobrecargado de texto, al menos para mi gusto, con demasiados alegatos alegóricos y metafóricos que exigen más de un repaso para saber exactamente donde nos lleva el autor con esta idea lisérgica. No obstante, la historia progresa de menos a más culminando en más de una ocasión en situaciones de mucho calado climático que obligarán a terminar la lectura del arco de una sentada a pesar de la densidad del principio. Como presentación del Constantine Jekinsiano, es interesante observar la alternancia de estilos de sus predecesores a los que nos referimos anteriormente, sin obviar las frases lapidarias del protagonista que tanto nos gustan, con las encantadoras manipulaciones de rigor. No me gustaría dejar de lado el análisis de la antagonista de John en apenas dos páginas, con un trauma paterno que le condiciona de por vida y que le aleja de un primitivo planteamiento maniqueo malévolo.

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La siguiente historia que reuniría este requisito, sería el arco que finaliza el volumen, “En la Línea de Fuego” (106-107) donde la adversidad del inglés se centrará en un fantasma en espera perpetúa de un amor fugaz interrumpido por el dolor de la guerra. Las historias con fantasmas serán muy recurrentes en este volumen como a continuación veremos y aquí se aprovechará el autor para profundizar en las terribles consecuencias que las guerras provocan a quien les pilla por medio en concurso ideal con las añoranzas de los últimos años de una vida, rememorando épocas pasadas con cariño y nostalgia. Una triste historia de amor con sello Hellblazer.

Como ya apuntaba, Jenkins es un tipo que se mueve como pez en el agua en historias cortas, presupuesta muy bien los espacios y límites del formato autoconclusivo y media muy bien entre la trama, acción/inacción, diálogos y el mensaje. En la primera de ellas, “Por los Caminos Verdes” (91), nos obsequiará con la presentación de Rich, amigo punk de juventud de Constantine al que nos referimos en la saga Masa Crítica, que engrandecerá la intermitente pero curiosa galería de secundarios de la serie, la mayoría con destinos desafortunados por su amistad con el fumador pero siempre entrañables, y nos contará una divertida historia de fantasmas que no saben que lo son atrapados en un bucle temporal en plena guerra civil inglesa, mezclado con una plataforma antisistema en protesta contra una recalificación urbana en espacios icónicos y verdes de la historia británica. “La Naturaleza de la Bestia” (97) sirve como epílogo al arco citado de cinco episodios rebajando la tensión acumulada con una parábola bien narrada y construida que explicita la situación interna de John tras los terribles sucesos acaecidos con el viejo Bauer. “Pasear al Perro” (98) nos devuelve más fantasmas en su vertiente doméstica, y en lugar de ser el de un espíritu indígena cabreado, será el de un perro maltratado por su amo cuyo sentido de lealtad hacia él le conecta al plano físico, combinándose la historia con la propia del mundo Constatine pero contada a modo de comedia alrededor del grupo de amigos de John, dando la bienvenida a otro mítico, el grandote Straff, cuyos momentos más deliciosos nos lo ofrece todo el cachondeo que rodea las epilepsias de este y su madre. “Punks al Aire Libre” (99) es un claro ejemplo de la pericia que tiene el escritor inglés en este tipo de formato. Ya no sólo regresa a la idea de Abaton, un lugar mágico que sirve como trastero del conocimiento humano a través de representaciones folclóricas y mitológicas, que funciona como un disco duro que lo almacena todo y al que uno puede acudir si encuentra el puerto USB, que ya introducido en Masa Crítica, observando aquí un lado hostil que anula cualquier indicación sobre el buen rollismo que vimos en la primera visita, desprendiendo una peligrosidad inesperada con momentos que podrían encajar perfectamente en las buenas historias de terror. Además, en paralelo a esta creación revisitada de una forma tan opresiva, se colará otro micro hilo argumental donde la nostalgia al pasado por recuperar momentos perdidos será destrozada por la inevitabilidad del paso del tiempo, anulando segundas oportunidades en la búsqueda de la felicidad. Una historia redonda.

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Siguiendo con los números sueltos o de transición “El Futbol es Así” (101), y dudo mucho que el autor tomara como referencia la frase de Luis Aragonés, es un comic bastante curioso sobre todo porque el público norteamericano no entenderá que como por deportes distintos a los suyos exista la misma pasión desde un aspecto tan humilde como son los equipos de futbol londinenses de segunda categoría, a pesar de ser publicado poco después del Mundial de Estados de Unidos en 1994. Y es que sólo Constantine podría animar al Crystal Palace en lugar del Arsenal, Chelsea o Tothenham. Ojo que no se toma la historia a cachondeo aunque tenga algún chiste que otro (esto es Hellblazer), pero me parece muy inteligente extrapolar al universo Constantine lo retrógrado y el fanatismo más primitivo y repugnante del futbol como son los grupos radicalizados que golpean primero y animan después, recordando momentos terribles sucedidos en un estadio de futbol (y otros inventados, no recuerdo en el Bernabéu un incidente como el aquí ilustrado), como si ese mal fuera producido por un diablillo aburrido y retorcido que se alimenta de esa clase de pasión inmadura y mal enfocada para promover este tipo de incidentes sacando lo peor del forofo. “Un Pedazo de Cielo” (105) servirá como esa clase de historia tan Constantine que recrea hechos pasados relevantes con personalidades históricos, en este caso en el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, donde se explica a lo Hellblazer como se le ocurrió su obra “Kubla Khan” gracias a la injerencia de unos ángeles publicitarios que pretendían atar a más creyentes, describiendo la escenografía del cielo, misión interrumpida por un ancestro de John con más mala leche que el protagonista, como trasunto del vecino real del escritor que interrumpió el sueño que dio origen al poema citado. Historia ligera que deja muy buen sabor de boca.

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Para el final he dejado a propósito el que me parece el episodio más redondo del extenso volumen que nos ocupa. Con “Un Pedazo de Cielo” (100), número doble al ser la entrega cien de la serie, se recupera la figura del padre de John cuyas intervenciones siempre han dado lugar historias notables, como aquel arco escrito por Delano donde John tenía que dar caza a un asesino despiadado que tuvo un encuentro fatal con su progenitor, o como el episodio autoconclusivo en el que se las gastaba para liberar el alma perdida de este. En la que nos ocupa, nos encontramos con un discurso muy reflexivo de las relaciones paternofiliales, con exposiciones interesantes acerca de las miserias del ser humano que pasan factura cuando se engañan a sí mismos al intentar justificar lo injustificable en la culpa de lo divino, en lugar de mirar para dentro y certificar un cúmulo enorme de mezquindades. Este episodio es el exponente más significativo del elemento clave en la escritura de Jenkins y que he omitido anteriormente para referirme ahora, que no es otro que el pormenorizado análisis psicológico de los personajes que este siempre tiende en sus obras para dar respuesta a lo que verdaderamente les mueve e inquieta, marca Jenkins por antonomasia que se observa en toda su trayectoria profesional, siempre exprimiendo todo lo que pueden dar sus actores para conocerles a la perfección con puntos de vista desconocidos hasta el momento. Que consiga o no transmitir esta parcela narrativa dependerá del lector, pero qué duda cabe que las historias de este orden desprenden alma y pasión, otra cosa es que gusten al personal o no. A mí sí me gustan.

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Por último, he querido dejar para el final al dibujante. Esta etapa se debería llamar Hellblazer de Jenkins y Phillips ya que salvo un puñado de capítulos todos los dibuja este autor. En este primer volumen, por ejemplo, salvo el tercer capítulo de Masa Crítica y el dedicado al futbol, todos están dibujados por Sean Phillips. El autor que luego nos ha maravillado en obras posteriores a esta, tales como Sleeper, Wildcats, Tangled Web o Criminal, hace gala del gran dominio de la iluminación que atesora en cualquier tipo de escenario, ya sea natural o artificial, a la vez que en lo terrenal y sobrenatural, con un sentido del ritmo espectacular y con un detalle de realismo interior en los personajes que desprende credibilidad a raudales. La expresividad en sus rostros te dice a la claras lo que sienten por dentro y como son en realidad. Con independencia del texto del escritor, se anticipa a los diálogos de este para demostrar que es lo que esconden, ya sea bueno o malo. Creo que el mejor nivel lo alcanza en el arco “Comienzos Difíciles” donde experimenta algo más en la estructura clásica de página con la sucesión de viñetas típica, con alguna pirueta narrativa que le sale bien y que ya desarrollará en obras posteriores con mayor profusión. El caso es que en esta saga su nivel de acabado me parece más firme, las expresiones son más naturales si todavía cabe, la salida de unos desde las sombras y lugares extraños sorprenden, la reacción ante lo desconocido y nuevo desprende tanta realidad como los innumerables matices expresivos de John. Gráficamente es muy claro y transparente a pesar que el mensaje de Jenkins es denso y exige estar muy atento, convirtiendo en dinámico y ágil meras conversaciones gracias a que su grafismo sostiene el tremendo peso dramático de lo que en estas se dice.

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En conclusión, no encontramos con un gran conjunto de historias al mejor estilo Hellblazer, con mucha alternancia en propuestas, siempre con el horror y el humor negro como claves del universo John Constantine, cuyas historias de peso están rodeadas por pequeños cuentos de terror y comedia, y donde sus autores han tomado buena cuenta de sus predecesores para recoger lo mejor y desechar lo peor, consiguiendo mantener y respetar las características intrínsecas de esta creación en todo momento.

Hellblazer nums 89-107 USA, Vertigo/DC Comics. Hellblazer de Paul Jenkins Vol. 1. ECC Ediciones. Cartoné. Color. 480 pags. PVP: 40 €. Fecha de edición: Noviembre de 2015.

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