Crítica de «Drácula Vs. La momia. La batalla por Chicago, de Tony Jiménez
Resumen de la Crítica
Intriga
Monstruosidad
Ambientación
Podría haber dado más de sí
Monstruosa historia de gánsteres
Drácula Vs. La momia, Batalla por Chicago es el primer volumen de la colección Monsters Unleashed, de la editorial Tyrannosaurus Books. Se trata de una linea editorial pensada para traer de vuelta los monstruos clásicos del cine y enfrentarlos a situaciones fuera de su contexto habitual. Así pues, otros títulos de la colección nos muestran a un monstruo de Frankenstein en el Salvaje Oeste, o al Amo de los Vampiros en el Londres victoriano enfrentándose a Jack el Destripador. Un concepto que, al menos a priori, parece fresco y revitalizador si se pone en las manos adecuadas. Para esta primera novela, el elegido ha sido un habitual en la casa, Tony Jiménez, que ya ha publicado dos novelas más con el mismo sello, y constituye una apuesta segura a todas luces. Su trayectoria muestra la pasión del autor por la literatura pulp y el cine más clásico, ya sea en sus fan ficts de la web Action Tales o en sus anteriores novelas.
Acometer una empresa tan compleja como enfrentar a dos monstruos clásicos en un entorno tan conocido y evocador como el Chicago de los años treinta, en plena Ley Seca y con los estragos de la Gran Depresión no es tarea nada fácil, y uno no puede menos que preguntarse cómo habrá resuelto el autor un lío semejante. Tony Jiménez sale bastante airoso de la prueba, con una novela tal vez demasiado extensa, pero que recuerda a los añorados bolsilibros de Bruguera en más de un aspecto.
La momia, en este caso, se aleja de la imagen clásica que nos dejaron Boris Karloff y Christopher Lee, aproximándose más a la de la superproducción de 1999 protagonizada por Brendan Fraser. Esta es una momia grandilocuente al viejo estilo de los villanos megalomaníacos, con poderes mágicos para matar a sus víctimas de forma verdaderamente espeluznante (que cada lector lo descubra por su cuenta, la verdad es que pone los pelos de punta). Se trata de un antiguo arquitecto, momificado en vida por traición, que volverá de la tumba para erigir un imperio faraónico en Chicago. Si aceptamos esto como algo normal, entonces el resto de la novela entra por sí solo.
Drácula tomará la identidad de un filántropo millonario apellidado Drake, que también planea hacerse un nombre en la ciudad,
eliminando a los jefes de bandas de gánsteres aprovechando que Al Capone se ha mudado a Nueva York. Por el camino, dejará un reguero de cadáveres desangrados a su paso, aunque por algún extraño motivo decide no convertir a ninguna de ellas en vampiro. Esto habría llevado la trama hacia otros derroteros y habría sido tal vez injusto para su monstruoso contrincante, que no puede convertir a sus víctimas en momias. Nótese que el hecho de saber que se trata del Rey de los Vampiros desde el principio (ya lo dice el título de la novela) estropea gran parte del suspense de la historia.
Samuel Parker, periodista estrella venido a menos que atraviesa las horas más bajas de su carrera profesional, comenzará a investigar los sangrientos asesinatos que se vienen produciendo en la ciudad últimamente, y que la policía atribuye a la mafia. El cuerpo de policía que nos muestra la novela está plagado de agentes corruptos e ineptos, la mayoría de las veces pagados por las bandas de maleantes.
Jessica Kramer, ex-policía reconvertida en investigadora privada, se pasa el tiempo vaciando botellas de alcohol a un ritmo infernal. Si hemos aceptado a la momia como promotor de imperios, no nos extrañará entonces aceptar a una mujer alcohólica que se viste como un hombre y se dedica a una profesión como esa en una época como aquélla. Y además, reparte plomo como el mismísimo Frank Castle.
La primera mitad de la novela transcurre de forma invariable entre cuatro frentes que se repiten secuencialmente: escena de violencia de la momia, introspección de la investigadora, escena de violencia de Drácula, introspección del periodista. Mientras, los protagonistas van avanzando en sus pesquisas, pero el lector ya sabe dónde irán a parar hasta el inevitable encuentro de ambos. Al estar desprovista de una fuerte dosis de intriga, la parte policíaca de la historia aparece algo descafeinada y los pasajes en los que los protagonistas meditan sobre sus respectivos pasados y demonios interiores no ayudan a paliar este aspecto.
Sin embargo, las escenas de acción en que los monstruos masacran a los gánsteres están muy bien logradas y uno no puede evitar que le caigan mejor los malos que los buenos. Tal vez le haya faltado reforzar la ambientación para darle un aire más oscuro a la historia. Al mismo tiempo, se aprecia cierta brusquedad en el tempo de narración: tras cierta languidez inicial, la acción se apresura hacia el tercio final, acabando de la forma que resulta fácil de imaginar desde prácticamente el principio de la novela. Un final inesperado no le habría sentado nada mal, pero en lugar de eso nos quedamos perplejos al ver el súbito cambio que experimentan los personajes, convertidos de repente en una especie de Equipo A sobrenatural. De haber sido otro el tono de la historia, más orientado hacia el humor negro, estos elementos que resultan un tanto chocantes habrían encajado mejor.
En definitiva, una novela tal vez excesivamente extensa que debe ser tomada como lo que es: puro entretenimiento sin más pretensiones, aunque a ratos no logre del todo su objetivo, debido en parte a su falta de tensión narrativa, al ser fácil de anticipar lo que sucederá a continuación. De cualquier forma, es justo decir que Tony Jiménez es un muy buen escritor de género y haremos bien en estar atentos a sus obras.