Crítica: “ASTRO CITY, La Edad Oscura 1: Hermanos y otros Extraños”. Tesis Superheroica
Resumen de la Crítica
General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición
“La primera vez que notaba que se esfumaba la sensación de que los enmascarados eran como nosotros”
Un gran thriller emocional y un estudio repleto de homenajes del impacto de la metahumanidad y sus derivados en la sociedad, pero en sus horas más bajas.
Si la radiografía urbanita de Astro City se caracteriza en ofrecer todas las caras posibles de la convivencia real con superhumanos y de estos con la gente ordinaria, es el impacto de los primeros sobre los segundos donde alcanza mayor riqueza. La voz de la plebe se antoja necesaria para acercar de manera plausible las experiencias de esta sociedad. El ejemplo contrario lo hemos visto desde el punto de vista de los metahumanos a través de sus dudas, deseos y vulnerabilidades en función de sus peculiaridades intrínsecas. Pero el reflejo del lector en la obra no se encuentra en estos estudios, sino en la contemplación de las maravillas en su día a día, ya sea familiar, laboral u ocioso. Gracias al equilibrio en el modo en que estos ven la vida y en como la viven realmente en este entorno, con la aceptación de que sus anhelos y esperanzas pueden verse truncadas si sus salvadores no llegan a tiempo, encontramos el recurso necesario que permite explorar desde los más profundo de su ser lo que realmente piensan de esta comunidad. La humanidad no tiene el control aún creyendo que la tiene al vivir en un estado de derecho. La protección de las reglas constitucionales se antojan papel mojado si convives con dioses que te observan como insectos en un terrario al que han cogido cariño. Personalidades de primera fila y de segunda. En Hermanos y Otros Extraños la visión de los dos protagonistas, Charles y Royal, lo explica. La bota de lo extraordinario machacó su hogar ordinario y como dos hormiguitas se acurrucan en las posibilidades que el subsuelo social les ofrece para ganarse el pan. Uno en el lado de orden, otro en el del desorden. ¿Pero qué más da, si en cualquier momento otro pisotón te puede mandar al otro barrio? Desde su madriguera, van escribiendo un diario a cuatro manos alternándose el peso argumental sobre lo que acontece extramuros con los supers, siempre coartado por su trauma infantil: la desaparición de sus padres por los caprichos del destino metahumano.
Busiek y Anderson aprovechan la desgracia personal de los dos para analizar la mitología setentera de su particular imaginario y rellenan varios huecos que en sus arcos argumentales y números autoconclusivos dejaron al descubierto. Antítesis uno del otro, no los juzga, permitiéndose que estos lo hagan sobre el resto a lo largo de dos nostálgicos arcos argumentales. Los Williams se confirman en esta ocasión como los moderadores de este juego de mesa “¿Quién es Quién?” que es Astro City. Que si esto recuerda a Galactus, que si lo otro a la Legión de Superhéroes, un poquito de los 4 Fantásticos por allá, otro poquito de la Liga de la Justicia por acá. Una delicia para el lector de toda la vida. A partir de la mirada de los protagonistas, todo lo visto anteriormente se ensancha aún más a través de unos años perdidos que explican lo visto desde el volumen I de la serie. Aquí sabemos por fin que pasó con el Agente de Plata, los problemas de la primera Familia con su miembro Rex, el alzamiento de El Diácono y más.
De todas formas, sin el peso dramático de la historia de los Williams y su análisis psicológico, esto sólo funcionaria como galería impersonal de momentos grandiosos. Es necesario el gancho que nos imante a las páginas, para, en segundo plano, enseñar realmente lo pretendido: la maravilla y la grandeza. No es ambiguo en dilemas morales, es coherente con las inquietudes de ambos, encontrándose el lector con reacciones empáticas hacia los dos en determinados momentos. Dos puntos de vista sobre el manual de supervivencia en esta sociedad. Dos puntos de vista que posicionan al lector a favor de uno en contra del otro, y viceversa.
La carga dramática en el ámbito metahumano la soportan en esta ocasión esa especie de Capitán América triste con pistola que es Agente de Plata, los bretes diplomáticos e internacionales de la Primera Familia y los bajos fondos con la clásica guerra de bandas con trasuntos del Pingüino, los hijos del Tigre, Capa y Puñal, y otros tantos. Narradas por los dos hermanos, la historia del Agente de Plata y su destino escarbado en diversos tramos de toda la serie, organiza dentro de este contexto el juicio del superhéroe. Los humanos, en creencia de la posesión de la legalidad controladora de estos dioses, caen en el ridículo por imaginar que el control legislativo de sus gobiernos puede con estos. Como si la última palabra para legitimar activamente sus acciones necesitaran del permiso de la clase inferior. La humanidad se convierte, en este evento fundacional de la presente mitología, en la gran baza de los villanos para desembarazarse de sus adversarios. Lo que el terreno de juego ha impedido por sus continuas derrotas, lo permiten los efectos catódicos de una masa ignorante. Esta es una de las subtramas más importantes del tomo en paralelo con la evolución de los protagonistas capitalizados en testigos contemporáneos de un suceso que marcó el futuro. Un hecho que en la mitología astrocityana ha quedado grabado en el calendario colectivo como aquí pasó con la muerte de Kennedy.
Más lateral y desanclado es el suceso con Rex y la Primera Familia, pero una buena excusa para explorar de manera puntual y con apenas secuencias la mirada geopolítica de este cosmos de ficción. Pone a prueba la libertad de movimientos de las asociaciones punteras superheroicas. Y la guerra de bandas, escenario predominante en el segundo arco argumental del volumen por las elecciones de Royal, cuyos pasos llevan a la casilla de salida a uno de los jefes mafiosos más celebrados de la saga: El Diácono. Un origen malsano que traerá cola en el futuro y que hace hincapié en la cara agresiva y sucia de los justicieros a lo Punisher o El Vigilante.
Todas estas anécdotas cobran protagonismo al antojo del auténtico vehículo narrativo de las dos historias, Charles y Royal. Si interesante es su desarrollo y crecimiento, en concurso con los sucesos reales de su entorno que funcionan como estudio general de todo un género, también los es la trama cortapisada con momentáneos flashback que justifican sus inquietudes morales sobre lo que está sucediendo en el exterior. Un drama que es un cliffhanger a la vez.
Hermanos y Otros Extraños es bidireccional, seguimos a los guías del catálogo metahumano y sus intríngulis y a su vez, estos les dan forma como personas. Se retroalimentan, arroja una historia familiar muy potente y un compendio de todas las posibilidades que el impacto en una sociedad real podría suponer la existencia de los súper seres. Siempre con todos los arquetipos posibles en esta clase de ficción. Y ahí los autores consiguen el pleno. Porque el interés de ambas líneas argumentales no queda minusvalorado por su concurrencia, sino todo lo contrario, ambas se nutren y se sustentan recíprocamente. El equilibrio perfecto. Y además, por el estilo de dibujo de Anderson y el color de Alex Sinclair, realista y luminoso, muy a contracorriente por el tono decadente y pesimista de los sucesos, da la pizca de verosimilitud necesaria para dibujar una tierra paralela a la nuestra, pero con metahumanos.
La presente obra es una gran thriller emocional, de crecimiento personal y un estudio pormenorizado del impacto de la metahumanidad y sus derivados en la humanidad, pero en sus horas más bajas. Y repleto de homenajes. Un buffet libre de los principales platos del género que el fanboy degustará a conciencia.
Astro City: The Dark Age Book 1 1-4 y Astro City: The Dark Age Book 2 1-4, Vertigo/DC Comics. Astro City, La Edad Oscura 1: Hermanos y otros Extraños. Cartoné. Color. 256 pags. Pvp: 25 €. Fecha de edición: Octubre 2016.