Críticas de cine

Crítica: Tres metros sobre el cielo. El «fenómeno Moccia»

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El fenómeno que ha constituido el autor Federico Moccia y que ha sacudido el mundo de la novela romántica, se ha esparcido como la pólvora, ganándose a miles de fans enardecidos y casi provocando la caída de un puente de Italia (atestado como estaba de candados colocados por personas que pretendían imitar una de las escenas de “Tengo ganas de ti”).
 
No hace mucho que la fiebre de estas novelas ha llegado a España, y ya se ha hecho realidad su primera adaptación cinematográfica con “Tres metros sobre el cielo”, el primer libro del escritor italiano, que podemos disfrutar en la gran pantalla, a manos del director Fernando González Molina, desde el pasado 10 de Diciembre.

Y digo “disfrutar” porque, contra todo pronóstico, el film ha superado con creces a cualquier comedia romántica facilona estadounidense que haya podido estrenarse a lo largo del año (y de los dos o tres anteriores, que yo recuerde).
 
No sólo por el argumento, que supone una ruptura de cánones, una “primera vez” (en muchos sentidos), sino porque esta nueva generación española de actores ha demostrado un talento y naturalidad que más quisieran tener los quarterbacks de todo film de instituto norteamericano, por no hacer mención de la deficiente actuación de los actores italianos que han participado en anteriores adaptaciones de las novelas de Moccia. Sin palabras.       
 
Así, esta adaptación de “Tres metros sobre el cielo”, nos muestra a Mario Casas en el papel de Hache (Step, en el libro), un joven marrullero y rabioso que guarda en su interior una desesperada tristeza desde que, años atrás,  su madre le diera la espalda cuando éste se vio inmerso en un grave conflicto.
 
Chulo y burlón con el mundo que lo rodea, Hache siente cómo su vida se tambalea  cuando ve asomarse por la ventanilla de un coche a Babi (María Valverde), una niña rica y estudiosa que vive en un ambiente totalmente diferente al suyo.
 
Y es allí, en esa joven tan alejada de las brutales carreras de motos y de los actos vandálicos en los que participa su grupo de amigos, donde Hache encuentra su primer amor.
 
Un amor que no es de película. Una relación que envuelve al espectador, contagiándolo de las emociones de sus protagonistas, haciéndolo partícipe del frío que, poco a poco, se apodera irremediablemente de las cosas. Y así es cómo el público se contagia de la desesperación de ambos jóvenes, que ven impotentes cómo lo que desean con todas sus fuerzas no puede hacerse realidad, cómo el choque entre ambos mundos es demasiado fuerte.
 
Casi tan fuerte como el impacto que termina con la vida de uno de los integrantes de la historia y que nos hace a todos, como en el libro, llorar con Hache.

Si bien este suceso, que en el film hace que Babi, cansada, ponga punto y final a la historia de amor, resulta en parte comprensible, la novela nos muestra a una joven cada vez más estirada y fría, más de acuerdo con los cánones y diferencias sociales, que tras pasar una temporada ignorando a Hache (Step), decide decirle un buen día que sale con otro.
 
Y esto rompe con la idea popular de que las dos personas de una relación ficticia son “los buenos de la película” (o del libro, en este caso).
 
Pero parece que en el film no han querido maltratar al personaje interpretado por María Valverde de forma tan directa, y lo han dejado en una simple reacción humana natural.
 
Otro agujero narrativo que merece la pena destacar, sobre todo para aquellos que no hayan leído la novela,  es el modo en que se plantea en la adaptación cinematográfica el conflicto entre Hache y su madre, con el que se da a entender que el joven está enfadado con ella porque le es infiel a su padre, introduciéndose de vez en cuando flashbacks de un juicio.
 
Pues bien, la cuestión es que los conflictos legales en los que Hache se vio involucrado son fruto de la brutal paliza que éste le propinó al amante de su madre tras descubrirlos. Y el hecho de que ella no contase la verdadera razón de los actos de su hijo (ya que Hache se niega a delatar a su madre), que podían haber servido de atenuante ante el juez, es el principal motivo de que el chico albergue esa rabia hacia su madre.

  Otra escena que vi tan poco explicada que rozaba lo absurdo, fue el momento en que Babi se dio cuenta de que Hache había robado a Pepito, el perro de su profesora, sólo con ir al despacho de ésta y ver como se ponía delante de su mascota con ojos de terror. Ahí es cuando muchos pudimos pensar “¡Oh, Dios mío! ¡La chica tiene poderes psíquicos!”. Pero no.

 
Dejando las habilidades paranormales para “Crepúsculo”, la explicación más coherente es que en la escena falta una breve conversación que lo explicara todo, y que no hubiese tenido que durar más de medio minuto. Fallo técnico.
 
Pero, por lo demás, la película de Fernando González se merece un gran número de aplausos.
 
Por la loable actuación de los protagonistas, sobre todo de un Mario Casas que ha demostrado ser capaz de interpretar CUALQUIER papel.  Y lo digo con unas mayúsculas del tamaño de su carrera profesional, que lo ha situado en la piel de personajes graciosillos y cortos de miras (como en “Fuga de cerebros”, del mismo director que este film), y en la de personajes atormentados, como en “Mentiras y gordas” o como en este caso.
 

También podemos ver a una María Valverde bastante aceptable en el papel de Babi, al menos psicológicamente hablando, porque la Babi del libro es rubia, de pelo largo, preciosa.
 
Valverde de momento, rubia no es. Y lo de preciosa…cuestión de gustos.

Aspectos estéticos aparte, la joven ya se ganó con tan sólo quince años un premio Goya a la mejor actriz revelación, por su papel en “La flaqueza del bolchevique”, lo que plaga este film de jóvenes galardones, si tenemos en cuenta a Nerea Camacho (Dani), que se ganó este mismo premio en 2008 por su actuación en “Camino”.
 
Si bien la pequeña de once años fue, por aquel entonces, todo un descubrimiento, en “Tres metros sobre el cielo” hace gala de una sobreactuación que cansa y exaspera, aunque desconozco si es cosa suya o se debe a exigencias del guión.
 
La misma decepción ha supuesto Marina Salas, en el papel de Katina (Pallina, en la novela), que ya demostró la poca expresividad que posee en la miniserie televisiva “El pacto”, cuya actuación (ojos entrecerrados y sonrisa poco inteligente) no varía en absoluto de un film a otro.
 
Lo peor, que aún nos queda verla actuar en la próxima serie de televisión titulada “El barco”. 
 
No obstante, dejando a un lado estas dos únicas deficiencias en lo que a elenco se refiere, nos encontramos ante uno de los mejores trabajos (si no el mejor) del realizador de “Los hombres de Paco”, que ha sabido adaptar casi a la perfección una de las novelas con más impacto de esta década, pese a la tendencia que tiene el cine últimamente de cargarse toda representación escrita que caiga en sus manos.
 
Aún me doy de cabezazos por aberraciones como la de “Percy Jackson y el ladrón del rayo”…

  

 

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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