Críticas de cine

Crítica: «The Lords of Salem». 50/50

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El último lustro ha encontrado al género de terror estadounidense debatiéndose entre dos corrientes claramente definidas y contrastantes entre sí. Por un lado, podemos encontrar películas que se apropian de una fórmula harto conocida durante los últimos 15 años, como es la del found footage. El objetivo es claro: aprovechar la cresta de la ola para hacer dinero. A priori, puede decirse que el resultado en términos económicos es altamente positivo, si bien se trata de propuestas menores y netamente fallidas, dirigidas más bien a un público adolescente ávido de consumir estereotipos e historias masticadas y edificadas en base a los clichés más difundidos del sub-género. Tales son los casos de la saga Paranormal Activity (2007-2012), que promete varias secuelas más, The Devil Inside (2012) y The Chernobyl Diaries (2012).

Por otro lado, se pueden hallar propuestas más clásicas, que echan mano de los recursos más difundidos del terror pero que al mismo tiempo toman en serio al género para brindar historias bien narradas, contundentes y, simplemente, atemorizantes. Insidious (2010) y Sinister (2012) son casos paradigmáticos de este segundo grupo de propuestas. Se trata de obras que remiten al mejor cine de terror de los ’70, donde se dejan de lado las pretensiones y todo está enfocado en la mejor fórmula que ha dado el género a través de los tiempos, aquella que reza ‘menos es más’.

Llama la atención que grupos tan disímiles de películas estén bajo la órbita de un único equipo de productores noveles que están dando que hablar en el Hollywood actual y que han habilitado una corriente de aire fresco al cine de terror mainstream. Este equipo es el de Alliance Films, compañía liderada por el crítico Steven Schneider, el director Oren Peli y el productor Brian Kavanaugh-Jones, que han logrado que el terror se sobreponga al corto reinado del torture-porn para encauzar al género en una nueva tendencia.

Como si fuera poco, el nuevo opus de esta productora es ni más ni menos que The Lords of Salem (2012), la nueva y esperada cinta de Rob Zombie, el excéntrico cantautor devenido en cineasta.

Sin embargo, al día de hoy, y a casi tres meses de su estreno en los Estados Unidos, The Lords of Salem se ha convertido en la película menos taquillera y más denostada de Rob Zombie. A partir de una tenue pero inteligente campaña de difusión que se dedicó a mostrar poco y nada del filme, la cinta se había convertido en una de las que sembraba mayores expectativas para este año, pero los fanáticos del director se han visto defraudados por el producto final.

Brujas, satanismo, alucinaciones macabras e imágenes surrealistas son tópicos que abundan a lo largo del metraje de The Lords of Salem. Estamos ante una heredera directa de The Shining (1980), la obra maestra de Stanley Kubrick. Sin embargo, luego de finalizada la cinta predomina la sensación de que Zombie no supo cómo hacer suya la película. Investigando en los trabajos previos del director, uno puede notar que casi toda su filmografía adolece de este problema. Le ocurrió con House of 1000 Corpses (2003) y las constantes referencias a The Texas Chain Saw Massacre (1974). Volvió a sufrirlo con Halloween (2007) y Halloween II (2009), hijas deformes de la joya de John Carpenter.

La mejor versión de Zombie surge cuando logra ser él mismo y no se ata a una mitología construida previamente o a una cinefilia a la que necesita homenajear como si fuera un mandato divino. Esto es lo que ocurre con The Devil’s Rejects (2005), su mejor filme hasta la fecha y la que mejor representa su visión como director. Cuando queda atado a sus influencias, como es el caso de The Lords of Salem, Zombie derrapa.

En este sentido, su nueva película es probablemente el caso más paradigmático. Lo que comienza como un filme oscuro, enigmático, clásico y lineal en el cual se dosifica el suspenso con buen pulso, pronto se va transformando en un producto bastante pretencioso donde se bombardea al espectador con imágenes surrealistas –impecablemente filmadas, hay que decirlo– que decoran un argumento previsible y poco original. Podría decirse que la labor de Zombie es casi esquizofrénica. Por un lado, no quiere alejarse ni un ápice de los giros de su propio guión. Pero, por el otro, siente una fuerza casi irrefrenable por recurrir a otro tipo de cine, por alejarse del canon clásico del terror hollywoodense. Como resultado, The Lords of Salem culmina como una cinta indefinida, como si se tratara de una película perfectamente divisible en dos mitades, pero como si dichas dos mitades estuvieran a su vez incompletas.

Por este conjunto de falencias, lo nuevo de Rob Zombie roza apenas lo aceptable, si bien es interesante la ingeniosa utilización del ínfimo presupuesto al que tuvo acceso el director –apenas unos 2,5 millones de dólares, en contraposición con los 15 millones que costaron cada una de sus versiones de Halloween.

Para los seguidores de Zombie, The Lords of Salem probablemente sea sólo un paso en falso. Para los cinéfilos en general, habrá que esperar para ver si es el comienzo de la búsqueda de una nueva dirección para el cine de terror del siglo XXI.

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