Crítica: «The Cabin in the Woods». Rizar el rizo
Resumen de la Crítica
Valoración
Joss Whedon ("Los Vengadores") y Drew Goddard, guionistas y realizadores, llevan meses insistiendo en que su nuevo proyecto, "The Cabin in the Woods", iba a ser toda una vuelta de tuerca, no solo a las cintas de cabañas del bosque malditas, sino a todo el género de terror.
Las voces escépticas (entre las que me incluyo), acostumbradas a directores que van a "revolucionar" el cine (como el amigo James Cameron), no tardaron en hacerse eco; las mismas que se quedaron mudas tras la primera media hora de metraje.
Porque nos encontramos ante una inteligentísima premisa, envuelta por un metacine que señala a todos los espectadores con un dedo acusador. A nosotros, ávidos devoradores del mal ajeno; de la muerte, cuanto más violenta mejor, y las desgracias que acontecen a todo tipo de personajes en una película de terror.
Mientras un grupo de universitarios estereotípicos organizan su fin de semana en una remota cabaña, somos conscientes de que los trabajadores de una gran empresa audiovisual los están observando a través de cámaras. Y se habla de cifras, de porcentajes, de que Japón va en cabeza y de si cierto cliente estará o no satisfecho. Así que, tras los primeros minutos, en los que se trata de forzar a los incautos estudiantes a que elijan su fatal destino, sólo podemos pensar en una inquierante idea: que estamos ante un reality y que cualquier película de terror podría serlo (lo que hace que me vengan a la memoria críticas producciones como la de “Gamer”, en la que se empleaban personas para jugar a un videojuego).
La calidad del guión continúa ascendiendo con cada minuto de metraje hasta llegar a un clímax en que nuestro querido género de terror llega a niveles desorbitados: la gran escena del ascensor y los infinitos monstruos de película.
Pero cuando todo apunta a que “The Cabin in the Woods” podría convertirse en el descubrimiento del año, un cambio en el argumento que tira por la borda la conversación sobre cifras, clientes y demás antes comentada, hace acto de presencia para convertir a la “vuelta de tuerca” de Whedon y Goddard en un bodrio sin precedentes. Y tal es la decepción que genera el final de la cinta que no es descabellado preguntarse si el guión no ha cambiado de manos o si ha surgido algún que otro problema en plena fase de producción.
Tan increíblemente absurdo que casi olvido mencionar (convenientemente) la pasable, y solo pasable, interpretación de un Chris Hemsworth que sigue en su rol de chico fuerte con pocas luces.
En definitiva, un sincero cambio de perspectiva del género de terror que podría haber dado para mucho más (incluso para una o varias secuelas) si los sus realizadores no hubieran querido rizar tanto el rizo.