Crítica: ‘El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey’. Final apoteósico
Resumen de la Crítica
Valoración
Advertencia: Estás a punto de leer un análisis detallado de la película. Será una lectura larga y LLENA de spoilers.
Y se acabó. Las tramas se cierran y los personajes dan el último paso en su evolución. Es en este tercer y último acto, quizá el más espectacular, emocionante, emotivo y épico de esta macro-película, donde vemos la batalla definitiva entre el Bien y el Mal. Donde el viaje de dos pequeñas criaturas con el destino de todos en sus manos llega a su fin. Y donde un rey acepta definitivamente su linaje. Un desenlace inmejorable.
Creo que se podrían clasificar las tres partes de esta historia de la siguiente manera:
‘La Comunidad del Anillo’ – Aventura.
‘Las Dos Torres’ – Drama.
Y… ¿Que es ‘El Retorno del Rey’? Yo diría que, por ser el final, fusiona el espíritu de sus predecesoras y además potencia al máximo lo que también estaba en las otras: La épica, la emoción, la grandiosidad.
Sin duda, aquí es donde Jackson echa el resto y se asegura de que todos los elementos del film estén más cerca que nunca de la perfección. Semejante ambición podría pasar factura a la propia peli, pero nada más lejos de la realidad. Jackson cumple todo lo que se propone. ‘El Señor de los Anillos’ es enteramente una maravilla, pero ‘El Retorno del Rey’ es la joya de la corona. Así, nos encontramos con la mayor cantidad de MOMENTAZOS posibles y con todos los personajes estando mejor que nunca. Empezando por el protagonista del prólogo, Sméagol, que nos narra su espeluznante y trágica transformación en Gollum. Uno lo pasa bastante mal con este personaje, no solo por la lástima que puede llegar a dar (lo cual no nos impide odiarlo en no pocos momentos), sino porque con él empezó la larga y dramática relación del Anillo con los Hobbits. Todo este prólogo tiene un aura especial que parece decirnos precisamente eso, «aquí empezó todo». Considero francamente acertado mostrarnos esto en la última cinta, justo cuando el final de la historia está tan cerca.
Tras este inicio, volvemos a recorrer tramas paralelas, aunque, quizá porque en los últimos minutos todas se unen, o tal vez porque las transiciones entre ellas son más naturales y fluidas que en ‘Las Dos Torres’, en esta ocasión las percibo más relacionadas, siento que lo que sucede en un sitio tiene un impacto en el otro. Sea como sea, primero hablaremos de las batallas de Aragorn, Gandalf y compañía, a quienes encontramos celebrando la victoria obtenida en el Abismo de Helm, ya acompañados de Merry y Pippin, cruciales en la derrota de Saruman. Pero la alegría no dura mucho, pues la acostumbrada insensatez de Pippin al coger el Palantir que perteneció a Saruman revelará los planes de Sauron, quién está a punto de tomar la capital de Gondor, Minas Tirth, gracias a un ejército que ridiculiza el que tanto nos acojonó en el anterior film. Y antes de que Gandalf, acompañado del torpe Hobbit (impagable la tensa relación entre ambos) vaya a Gondor a dar la alerta, tiene lugar una conversación que al menos a mí me parece interesantísima, pues señala que la batalla que vimos en ‘Las Dos Torres’ sirvió a Sauron para descubrir la existencia de Aragorn. Y el Señor Oscuro teme lo que este podría conseguir. Así, se confirma que el destino de Aragorn no está ligado únicamente al trono de Gondor, sino también a la derrota de Sauron. Será un detalle menor solo importante para mí, pero hay una emoción contenida indescriptible en el simple hecho de que Sauron reconozca a Aragorn como su rival. Nuestro Montaraz está a punto de dejar de serlo. Y Arwen, que ha vuelto a Rivendel, de nuevo dispuesta a esperar a Aragorn tras tener una visión de su posible futuro hijo, también sabe que la conversión de Aragorn a rey es inminente, por lo que pide a su padre que forje de nuevo la legendaria espada del rey Elendil, usada hace ya tantos años por su hijo Isildur para vencer a Sauron. Un par de detalles a comentar aquí: Primero, destacar la increíble sensación conseguida por Jackson durante la forja, y que solo se puede describir como «oh, Dios, esto es gordo, esto es muy gordo». No sé como, pero el bueno de Peter logra, desde el principio de esta trilogía, provocar en el espectador el sentimiento adecuado en cada momento. Si él quiere que lloremos, lo haremos, si quiere que se nos pongan los pelos de punta, se nos pondrán. Y esta pequeña escena lo confirma. A destacar también la atmósfera que da a todas las escenas protagonizada por Arwen, llenas siempre de un halo etéreo y poético que solo vemos cuando ella está en pantalla. Un personaje muy secundario, sí, pero dotada de una fortaleza muy diferente a la del resto. Ella no librará batallas, pero su inquebrantable fe en su amado Aragorn, que la lleva a perder su inmortalidad (lo cual, vemos aquí, es bastante más místico de lo que pensabamos, ya que es algo atado al destino Aragorn, y por tanto, a la destrucción de Sauron), con los riesgos que ello supone, también es digno de admirar.
Toca hablar ahora de Gandalf y Pippin, a través de quiénes veremos por primera vez la impresionante ciudad de Minas Tirith. Será aquí donde conozcamos a Denethor, el senescal de Gondor (padre de Boromir y Faramir), totalmente desquiciado. No solo niega el derecho de Aragorn al trono, sino que rechaza la proposición de Gandalf de pedir ayuda para resistir el ataque de Sauron. Afortunadamente el genial mago se pasa por el forro lo que diga este señor y con ayuda de Pippin logrará transmitir el mensaje de ayuda, que, en una de las escenas más sobrecogedoras de la trilogía, llega hasta Rohan. Y por supuesto, Théoden acudirá a la llamada de socorro. Es digno de mención lo diferente que vemos a este rey con respecto a la anterior cinta, mucho más optimista. Y creo que todo se debe a la influencia de Aragorn, pues Éowyn verbaliza lo que yo comentaba en la crítica de ‘Las Dos Torres’: Que los Rohirrim han encontrado en Aragorn un pilar en el que apoyarse, alguien que les da esperanza. Que enamorada está Éowyn, y que importante será su papel en un momento clave.
Por ahora, los de Rohan intentan reunir el mayor número de hombres para la batalla, pero por muchos que lleguen, siguen siendo pocos, como bien sabe Aragorn. Será una inesperada visita de Elrond la que lo cambie todo. El padre de Arwen le habla a Aragorn de lo que podría ser su salvación: Un numeroso ejército oculto en las montañas, imposible de derrotar… Pues sus integrantes ya están muertos. Un ejército maldito, que solo obedecerá las órdenes del rey de Gondor. El momento ha llegado. Elrond le tiende a Aragorn LA ESPADA, como nueva. Y este la desenvaina. Madre mía. ¿Como una escena tan breve, tan sencilla, puede decir tanto? Este es el momento que llevamos esperando desde el principio de la historia.
Aragorn, tanto si confía en sus capacidades como si no (¿Me estaría pasando al recalcar de nuevo lo maravilloso que me parece este personaje?), acepta de una vez por todas quién debe ser y emprende su primera misión como legítimo soberano de Gondor, no sin antes romperle el corazón a la pobre Eowyn (quién, a la mañana siguiente, partirá de incógnito a la batalla, llevando consigo a Merry), y aceptar a regañadientes la ayuda de Legolas y Gimli. Que genial es este trío de aventureros, y que bonito el compañerismo y la amistad que se va desarrollando entre ellos a lo largo de los tres films. Juntos irán en busca del ejército de muertos, un segmento por el que siento debilidad. Me encanta que aun tan cerca del final nos sorprendan con nuevos conceptos (aquí habría que darle el mérito a Tolkien), me encanta ese aire de aventura pura y dura que desprende, me encanta la ambientación y la atmósfera conseguida durante la conversación entre Aragorn y el Rey Muerto… Una gran secuencia, en definitiva.
Y así, con Aragorn proponiendo, sin obtener respuesta, al ejército maldito permitirle descansar por fin a cambio de luchar a sus órdenes, dejamos por ahora a este trío de héroes, pues hay cosas que comentar en Minas Tirith.
Lo primero, mencionar uno de los instantes más poderosos y tristes de la trilogía, ese magnífico montaje, acompañado de Pippin cantando, que nos muestra al odioso senescal cebándose mientras su hijo, buscando el reconocimiento de su padre, se lanza con unos cuantos soldados a reconquistar Osgaliath, ciudad de Gondor que ya conocimos en la segunda parte. Dicha ciudad, desde una batalla que vimos en un momento anterior, y que sirvió como aperitivo de lo que está por llegar, está plagada de orcos, por lo que la misión que emprende Faramir es un ataque suicida. ¿Es que nunca vamos a dejar de sufrir con esta familia?
Pero hay más cosas de las que preocuparse, porque el ejército de Sauron ha llegado a Minas Tirith. Un ejército con cientos de miles de orcos, trolls, y a saber cuantas criaturas más. Con el senescal, totalmente fuera de si, más preocupado por incinerar a Faramir (que ha vuelto de su misión medio muerto pero NO muerto) y a sí mismo que por defender la ciudad, será Gandalf quién dirija la defensa. A partir de aquí, comienza uno de los mayores espectáculos vistos en una pantalla de cine. Ver la destrucción de esta espléndida ciudad deja sin palabras. Los muros caen, los hombres mueren, Gandalf hace lo que puede… Pero la ayuda no llega. Pasa la noche… Y no llega. Hasta que por fin, al amanecer… Suenan los cuernos de guerra. Ahí están. El rey Théoden y su ejército, entre el que se encuentran Éowyn y Merry. La imagen de los Rohirrim en fila, en el horizonte, ya pone los pelos de punta, pero una ya explota con esas palabras de Théoden, que anima a sus hombres no ha matar, sino a morir luchando. Y cuando todo el ejército grita «¡MUERTEEE!»… ¡Cristo Bendito! Dan ganas de estar ahí gritando junto a los demás. Más épico imposible. Y así, con los Rohirrim cargando contra los orcos acompañados del maravilloso tema de Rohan (qué banda sonora, Dios mío, ¡Qué banda sonora!), comienza la batalla, absolutamente magistral, tanto como la de la anterior peli, pero más… MÁS.
Mientras tanto, asistimos al gran momento de Pippin, ese en el que salva la vida de Faramir (no así de Denethor, que sí muere quemado. No le echaremos de menos). Además, a pesar de la impresionante batalla, Jackson no renuncia a darnos momentos tan preciosos y sencillos como la conversación entre Gandalf y Pippin sobre la muerte. Memorable.
Volviendo a la batalla, será crucial la llegada de los gigantescos y espectaculares olifantes, que arrasan con prácticamente todo para desgracia del ejército de Rohan. Y por si fuera poco, aparece el terrible Rey Brujo, el Nazgûl que hirió a Frodo hace tanto. Lamentablemente, será él quién acaba con Théoden, ese rey al que habíamos llegado a respetar y admirar. Pero ahí esta Éowyn y su momento clave al derrotar al espectro, con frase de categoría «¡Zas! ¡En toda la boca!» incluida. Aplausos.
Pero no importa. Todo está perdido. Aunque tarde, llegan MÁS aliados de Sauron, esta vez piratas. ¿O no? Para nuestra infinita alegría, del barco se bajan Aragorn, Legolas y Gimli, acompañados del invencible ejército de muertos. Un FUCK YEAH! en toda regla. Más aplausos. Y cuando aún no nos hemos recuperado del subidón, va Legolas y se carga un olifante él solito. Qué gozada de película.
Así, invirtiéndose la situación del Abismo de Helm (ahora es Gandalf el que ha tenido que resistir a duras penas y Aragorn el que llega en el momento preciso con la salvación), nuestros protagonistas obtienen la victoria. Estamos exhaustos, pero la guerra aún no ha acabado, ya que Sauron sigue reuniendo tropas en Mordor. Como bien dice Gimli, no hay problema mientras no salgan de ahí. Salvo que dos pequeños Hobbits no podrán cumplir su misión si Mordor no queda despejado. Se acabaron los preámbulos. Es el momento de que Aragorn y compañía libren, a modo de distracción, la batalla definitiva contra Sauron, y no por defender un territorio, sino por lo que de verdad importa, que Frodo tenga una oportunidad de cumplir el cometido que lo cambiará todo. La emoción por presenciar lo que está a punto de suceder es indescriptible.
Pero antes, conviene hablar de lo que han tenido que pasar nuestros héroes medianos para llegar hasta Mordor, que no es poco. En esta línea narrativa, será uno de ellos quién termine de su crecimiento personal y quede como uno de los personajes más heróicos, admirables y fuertes de la obra: Samsagaz Gamyi. Sin duda, el personaje que más nos emocionará. Uno se derrumba al verle llorar cuando Frodo, engañado por Gollum y medio trastornado por su contacto con el Anillo, le pide que se vaya. Sencillamente no podemos soportarlo, dan ganas de matar a Frodo y a Gollum de forma lenta y dolorosa.
Pero este odio hacia Frodo no dura mucho, pues es bastante triste verle tan débil. El mártir de la trilogía, ya que ningún otro sufre tantísimo como él. Por eso resulta desesperante verle caer en la trampa de Gollum. Por fin conocemos a Ella-Laraña, que resulta ser «solo» una araña gigante, pero su presentación, y la expectación creada en torno a ella son espléndidas.
A pesar de los esfuerzos de Frodo (dan ganas de vitorearle cuando se levanta del suelo después de «ver» a Galadriel), el monstruo consigue picarle y envolverle en su tela. Pero ahí está Sam, que, lejos de rendirse, ha vuelto para proteger a su amigo. ¡Que grande es este Hobbit! incluso tiene su propio momento de «música heróica» al reaparecer. Se lo merece.
Por supuesto, logra vencer a la araña a base de coraje, pero por desgracia da por muerto a Frodo y no puede impedir que se lo lleven unos orcos. Como si eso fuese un problema para este jardinero. Allí se presenta, justo en la boca del lobo y enfrentándose a espadazo limpio contra unos cuantos orcos. Enorme.
Pero tras rescatar a Frodo y reconciliarse con él, ambos se encuentran con la parte más difícil: Llegar al maldito Monte del Destino de una vez. ¿Como hacerlo si el camino está lleno de tropas de Sauron?
Ahí es donde entra en juego Aragorn.
No hay palabras para describir lo que es verle ya como un rey, con la armadura de Gondor y dando un memorable discurso motivador a su ejército. Y a continuación, el punto álgido: Aragorn y Sauron se miran en la lejanía. El Rey se gira, conmocionado ante la certeza de muerte, y les dice a sus amigos dos palabras que lo dicen todo: «Por Frodo». No puede ser más épico y emocionante ver a nuestro héroe, seguido enseguida por los demás, lanzarse a luchar por última vez contra el enemigo. No hay palabras.
Ahora todo está en manos de Frodo… Pero no puede. Ha luchado todo lo que ha podido, pero, ya tan cerca del final, se derrumba, y nosotros con él. Desolador verle tan aterrado, tan enfermo. Y lo mismo debe pensar Sam, que, en uno de los instantes más maravillosos y emotivos de estas tres películas, saca fuerzas de vaya usted a saber donde, y se echa a Frodo al hombro, dispuesto a seguir el camino. Señores, esto es heroísmo, lealtad y valentía, y lo demás son tonterías. Toda ovación es poca. Pero aún nos queda un poco más por lo que sufrir. Gollum, incansable, reaparece y ataca a los Hobbits, lo cual no impide que Frodo, en un último esfuerzo, consiga llegar al borde del Monte del Destino. Ya solo queda soltar el Anillo. Pero, en uno de los giros más crueles que he visto, y aun así brillante por su osadía desde un punto de vista narrativo… No lo hace. Frodo fracasa y sucumbe al poder del Anillo. Terrible. Después de todo por lo que ha pasado, se merecía vencer e imponer su voluntad. Eso es lo que deseamos, por eso aplaudo a Tolkien por no caer en lo fácil.
Pero no esta todo perdido, ya que es ahora cuando Gollum cumple el importante papel que Gandalf predijo en ‘La Comunidad del Anillo’. Es él, tras una pelea con Frodo por «el Tesoro» (parece mentira que un simple forcejeo entre dos pequeños seres consiga ponernos el corazón a mil), quién, accidentalmente, y muriendo en el proceso, destruye de una vez por todas el maldito Anillo Único. Incluso ya en el fuego le cuesta deshacerse, para angustia del espectador, ya que Aragorn, Gandalf y el resto, no pueden seguir luchando.
Pero sí, finalmente el Anillo y Sauron se desvanecen. Que bonito es ver a Frodo volver en sí y recordar la añorada Comarca, así como presenciar el maravilloso reencuentro de los miembros de la Comunidad del Anillo, por fin a salvo y felices, en Rivendel. El viaje ha acabado…
… Pero Jackson deja que nos despidamos de estos maravillosos personajes. Preciosa la coronación de Aragorn, ese beso con Arwen, y sobretodo, esa reverencia que nuestro querido Rey les hace a los Hobbits, seguido del resto de asistentes. Porque son estos cuatro medianos los que han motivado y hecho posible, no solo la destrucción de Sauron, sino también el viaje emocional de un heróico Montaraz que se convirtió en Guerrero y después en Rey, la conversión de Gris a Blanco de un Mago, o la improbable pero inquebrantable amistad entre un elegante Elfo y un tosco Enano.
Y el nudo en la garganta no se nos quita con la llegada de los medianos a su entrañable hogar. Ni tampoco con la despedida entre Frodo y Sam, pues el que fuera Portador del Anillo, aún con heridas (tanto físicas como emocionales y psicológicas), parte a las Tierras Imperecederas, junto con Gandalf, Elrond, Galadriel y el anciano Bilbo. Porque en la Tierra Media, nunca podrá recuperarse.
Nos quedamos a solas con el valiente, humilde, fuerte, leal, y maravilloso amigo Sam, convertido en todo un padre de familia, que llega a su casa, nos cierra la puerta…
…Y nos da el final, tanto de la peli como de este largo análisis, que espero que hayáis disfrutado tanto como yo. Realmente, no se me ocurre nada más que decir de esta tri-película, uno de esos clásicos cinematográficos imperecederos tan grandes, que a la rancia Academia no le quedó otra que inundarla de premios, todos merecidos. Nada más. Ahora os toca a vosotros comentar algo acerca de esta rotunda Obra Maestra.
Sin duda, me siento prácticamente obligado a darte la enhorabuena por semejante artículo, que a mi parecer es casi una tesis.
Has descrito lo que todo espectador de la grandiosa trilogía percibe inconscientemente, cada sensación y cada pellizco que sentimos al percibir aunque solo sea su magistral banda sonora.
Es, con diferencia, el mejor análisis sobre esta cinta que haya leído.
Sin duda un gran artículo, me has puesto los pelos de punta recordando tan grandes escenas. Gran trilogía
Excelente y emotiva reseña. He vuelto a ver la versión extendida de la película (4 horas). Una joya que seguro no será la última vez que la vea. Qué desborde de emociones por Dios¡¡ Y de todos los tipos.