Críticas de cine
Crítica: «El perfecto anfitrión». Perfecta vuelta de tuerca.
Resumen de la Crítica
Valoración
Hace unos meses nos llegaba de manos del director y guionista Nick Tomnay una genial y particular pregunta: ¿Qué pasaría si un delincuente que asaltara una casa se encontrara con que la naturaleza de su huésped fuera peor que la suya?
Una idea que supone, sin duda, una perspectiva totalmente nueva de films basados en secuestros y asaltos a la propiedad privada como “Funny Games”, “La Naranja Mecánica” o “Hard Candy”, dando una completa vuelta de tuerca al género.
Lanzada el pasado año en festivales como el de Sitges o el Sundance Film Festival, la cinta, que fue bastante vitoreada por la crítica, nos presenta a John Taylor (Clayne Crawford), un fugitivo que, herido y seguido de cerca por la policía, decide esconderse en la mansión de Warwick (David Hyde Pierce), bajo el pretexto de conocer a una amiga suya, Julia.
Warwick va a dar un banquete esa noche, pero como presume de ser un gran anfitrión, acoge a John y decide invitarlo a su fiesta. Una fiesta muy particular en la que nada, ni siquiera sus invitados, es lo que podemos imaginar.
Y aquí es cuando comenzamos a adentrarnos en la perturbada mente de Warwick, tan surrealista y enferma que, pese a lo chocante y desagradable de algunas escenas (como el video de Warwick cortándose a sí mismo o el álbum de fotos de sus víctimas), convierte la película en una comedia negra.
A esto ayuda, todo hay que decirlo, la hilarante y magistral interpretación de David Hyde Pierce que, aunque las comparaciones sean odiosas, hará las delicias de los fans de Jim Parsons (Sheldon Cooper en “Big Bang Theory”).
Pero la clave de la maestría de este guión puede que esté en las sorpresas. Eso tan difícil de encontrar en el celuloide, teniendo en cuenta los tiempos que corren de superproducciones de altos costes económicos e inteligencia barata.
“El perfecto anfitrión” se convierte en una perfecta sucesión de giros argumentales y vueltas de tuerca que ponen patas arriba tanto la trama y la identidad de los personajes como nuestras propias mentes, hasta el punto en que Nick Tomnay está jugando con nosotros tanto como Warwick lo hace con John Taylor y sus víctimas.
Y es que entrar en el mundo de este fabuloso y hasta ahora poco popular director puede resultar tan inquietante como asaltar la casa de un desconocido.