Crítica: «Brave». Domando la tradición
Resumen de la Crítica
Puede que “Brave” (en principio titulada más acertadamente como “The Bear and the Bow”) fuera una de las películas de los estudios Pixar que más ganas tuviésemos muchos de ver desde que John Lasseter fundara la compañía hace ya más de 25 años.
La naturaleza salvaje y exuberante, dolorosamente verde y mágica de las Tierras Altas de Escocia es la debilidad de muchos “fantafrikis” (entre los que me encuentro), y la bien empleada estética visual en pósters y demás avances fue contribuyendo a aumentar las expectativas de un público cada vez menos sensible a la magia; un público que se ha visto dividido por el odio o el amor hacia los ondeantes rizos pelirrojos de nuestra nueva princesa: Merida (y no habrá sido por la innegable calidad, en lo que a animación respecta, de la susodicha melena).
El caso es que la cinta más “Disney” de la historia de Pixar ha suscitado todo tipo de impresiones que se alejan bastante del punto medio; desde los que la alaban por su historia y toques celtas, a los que la tachan de infantil, predecible, y más valoraciones negativas, para terminar comparándola con anteriores producciones de la compañía.
Lo que parece que la crítica general olvida de las grandes “Wall-E” o “Up” (de “Cars” mejor no hablo) es que, aunque estas tenían minutos de metraje que encogían el corazón hasta al más pintado, casi la mitad de estas cintas estaba llena de escenas de acción y aventuras que, aunque las lágrimas nos empañaran demasiado los ojos para darnos cuenta, poco aportaban a la historia.
Algo que, si en “Brave sucede, es prácticamente inapreciable, dejando a un lado escenas como las de las travesuras de los trillizos o las de los pretendientes de Merida, tan hilarantes que no hacen sino engrandecer la película (más aún).
Porque no podría encontrar ni un solo punto en contra pese a aquellos que se han empeñado en tratar una historia tan clásica como son las leyendas escocesas, de lineal y plana. Y quizá peque de sencilla, pero no se necesita de tramas retorcidas o complejas para que algo sea profundo y magistral. La de “Brave” es una historia blanca y hermosa, plagada de referencias al amor materno-filial (y no hacia un guapo y encantador príncipe) y a uno mismo.
Durante el siglo X, en las Tierras Altas de Escocia, la princesa Merida va a ser entregada en matrimonio a algún desconocido hijo primogénito de algún clan remoto. Pero la joven se siente más atraída por las armas que por un buen matrimonio y su inevitable destino la atemorizará más que cualquiera de los villanos, arrastrándola a poner en peligro la seguridad de su reino y su familia.
Y quizá el villano de la historia sea lo más complicado e interesante de este cuento de hadas; un ser sin moral alguna, sin sentimientos, sin cuerpo palpable, pero más peligroso que el más poderoso de los antagonistas a los que estamos acostumbrados. Y no, no me refiero al gigantesco oso Mor’Du, sino a la tradición; ese concepto que a menudo torna en ciegos a los hombres y enfrenta a generaciones o, como en este caso, a padres y a hijos.
Así que, ¿cómo puede esta historia ser infantil o predecible si el amor que nos muestra va mucho más allá del simple capricho de una princesa hacia un apuesto joven, y si la amenaza a la que se enfrentan sus protagonistas está en su propio interior?
Es posible que aún no lo veamos, o que todavía sea pronto para decirlo, pero apostaría a que Pixar acaba de regalarnos con esta historia, envuelta por la inmejorable banda sonora del compositor escocés Patrick Doyle (aunque algunas de estas piezas cantadas en castellano dejen un tanto que desear en comparación con la versión original) y los vertiginosamente bellos paisajes celtas, un nuevo clásico del mundo de la animación.
Una verdadera obra maestra de Brenda Chapman (que, aunque despedida a mitad del proyecto, ya nos ha regalado verdaderas joyas como “El Rey León” o “La Bella y la Bestia”) de la que me atrevo a decir que pasará a la historia del cine y que, de momento, ya ha dejado huella en muchos de nuestros corazones.