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No es sólo una peli de robots, es una historia donde el pequeño da problemas al grande, donde el Robot del Pueblo triunfa. Mis expectativas al afrontar la película no eran muy altas, tenía claro lo que iba a ver: una peli de robots boxeadores. Y es eso ni más ni menos.
La historia, ambientada en el 2020, la protagoniza Hugh Jackman, un ex boxeador que se dedica a las peleas de robots. Oficio que no le va especialmente bien ya que está endeudado hasta las cejas. A la persona que le debe algo más que dinero es a Bailey Tallet (Evangeline Lilly) propietaria del gimnasio donde entrenaba y la responsable del funcionamiento técnico de los robots. Pero Charlie Kenton (Hugh Jackman) verá alterada su vida cuando se hace cargo de su hijo (Dakota Goyo), tras la muerte de la madre de éste; y podrá comprobar que la afición por los robots es algo hereditario, ya que es el pequeño el que le convence a la hora de participar en las peleas con su nuevo robot.
“¡Apasionante!” diréis. Bien, como he dicho no me esperaba nada maravilloso de esta película, y no he tenido sorpresas. Si bien el argumento no llama demasiado la atención, tiene todos los ingredientes para entusiasmar al público infantil/adolescente. Y es que aunque la historia es facilona: padre conoce a su hijo y estrechan vínculos con una afición en común, sabemos que esta fórmula funciona. Además no sólo gira alrededor de la relación padre-hijo, nos refleja un mundo, lamentablemente bastante conocido, en el que quien más dinero tiene, más gana; situación que intentan cambiar con una pelea absolutamente desigual con un resultado inesperado o no tan inesperado.
El guión es bastante malo, pero algo asumido sabiendo el tipo de película que es, donde el peso de la historia no es precisamente el guión sino la lucha y la emoción y las consecuencias que ésta acarrea. De hecho, hay una escena que a mí personalmente se me hizo eterna: en la que el padre va a buscar al niño a casa de su tía, que se queda, más de lo estrictamente necesario, en la puerta hablando con el chico. Y es en ese tipo de situación donde ves que el guión es nefasto y no te transmite absolutamente nada; algo que se ve compensado con la actuación de Hugh Jackman que, obviamente, no es el papel de su carrera, pero te llega muchísimo más que las palabras que salen de su boca. Ocurre lo mismo con la interpretación del niño, que para sorpresa mía, no me pareció un petardo. Lo peor, como suele pasar, es el doblaje del chico, pero aun así el personaje está bien llevado. El papel que encarna Evangeline Lilly es apenas mencionable, muy en la línea de esta actriz, que no sabes si te va a pegar o te va a ofrecer la más dulce de sus sonrisas.
Entre el resto de personajes secundarios, destaco a “los malos”, los dueños del robot campeón, Zeús. Aunque parecen sacados de los secundarios de James Bond, no acaban muertos, pero sí algo enfadados con su maquinita.
Los robots me sorprendieron, están bien animados y perfectamente integrados con el paisaje, no te da en ningún momento la sensación de que esté creado por ordenador.
La banda sonora corrió a cargo de Danny Elfman, compositor de renombre (Los Simpson, Mujeres Desesperadas, Spiderman, Alicia en el País de las Maravillas, etc.), que en este caso cubrió el expediente y poco más.
Lo que más me ha gustado, sonará a tópico, ha sido el combate final, digno de Rocky Balboa que consigue ponerte en tensión y empujar a Atom para que no se estropee. Momentazo en el que Hugh Jackman maneja al robot por imitación y ves a los tres (los robots y a él) en pleno round final, ellos dentro y el alrededor pegando puñetazos al aire.
En definitiva, disfrutarás si te gusta Rocky añadiéndole un toque Spilbergriano en cuanto a la relación padre-hijo. Desde luego, si llevas a tus hijos/sobrinos/nietos triunfas, porque les encantará. Aunque se te hace un poco larga en determinadas partes, en el fondo acabas disfrutándola tal y como es, ni más ni menos, una peli de robots boxeadores.