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Crítica: Star Wars: Episodio III – La Venganza de los Sith

Resumen de la Crítica

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Y se acabó. El auténtico final de la saga, el cierre del círculo. Si bien esta trilogía de precuelas no empezó demasiado bien, el nivel a ido subiendo de forma imparable hasta llegar a esto, un film a la altura de las películas originales, siendo, de hecho, la tercera mejor cinta de la saga, superior en todos los aspectos a ‘El Retorno del Jedi’. Dramática, oscura, épica y muy emotiva, siendo además espectacular y entretenidísima, con muy pocas cosas que echarle en cara. Lucas se redime de los errores cometidos en el pasado y nos da un final grandioso.

 

Puede que muchos estén empeñados en que esta película sigue sin poder compararse con la trilogía clásica, pero al menos estaremos de acuerdo en que es, de lejos, la mejor del trío de precuelas. Apenas queda algún rastro de los fallos que impidieron a los Episodios I y II ser más grandes, pues ante nosotros tenemos una obra totalmente madura, sin concesiones al público infantil y centrándose por completo en lo importante, en lo que llevamos años queriendo ver: La caída de los Jedi y la transformación de Anakin Skywalker en Darth Vader. Si ‘La Amenaza Fantasma’ era una simple introducción y ‘El Ataque de los Clones’ servía para sentar unas bases sólidas, este capítulo «final» no hace más que dar respuestas, mostrar las conclusiones de lo que aconteció en las cintas anteriores y atar cabos con la trilogía original. De esta forma, las precuelas adquieren una importancia notoria, pues quedan como un trío mejor planificado que las cintas clásicas e incluso arreglan un poco las taras del Episodio VI. No me malinterpretéis, valorándolas en conjunto me quedo sin dudar con las pelis de toda la vida (los Episodios IV y V son demasiado grandes), pero con estas nuevas cintas, tan injustamente atacadas, queda una saga mucho más compacta y mejor cohesionada. Además, este tercer capítulo logra que veamos las cintas clásicas desde una perspectiva nueva, profundizando en el héroe/villano principal de forma ejemplar. De esta manera, nos encontramos con una película mucho más reflexiva, basada en los diálogos y no en la acción, que queda en un segundo plano. Esto es un drama, no una aventura.

 

Y eso que los primeros veinticinco minutos son, precisamente, aventura pura y dura. Un arranque soberbio, tremendamente espectacular y divertido, con batalla de naves y duelo de sables de luz incluidos. Impresionante y frenética la mencionada batalla, con cientos de naves de fondo, disparos, piruetas… Y con una novedad: Ocurre en la atmósfera de Coruscant, no en el espacio, lo que termina de redondear una secuencia simplemente memorable. Después, vemos un duelo entre Dooku y nuestros protagonistas, que son, por supuesto, Anakin y Obi-Wan. Debo decir que este combate me deja cierto sabor agridulce. Por un lado, y a pesar de su brevedad, es infinitamente mejor que los del final de ‘El Ataque de los Clones’, pero por otro… Se cargan a Dooku enseguida. Es cierto que su muerte es necesaria para acercar a Anakin un poco más al Lado Oscuro y para ver la influencia que Palpatine tiene sobre él, pero aún así, uno se queda con ganas de ver al Conde mucho más. El adrenalítico aterrizaje forzoso que cierra este segmento pone de manifiesto la auténtica razón de ser de toda la escena: Ver, por fin, al legendario Anakin Skywalker. Un auténtico superhéroe, pues realiza todo tipo de proezas en esta larga introducción. Además, le vemos mucho más maduro y centrado, dejando atrás al adolescente rebelde del anterior film. Realmente, viendo a este extraordinario Jedi, somos incapaces de pensar que al final de la película sea un terrorífico villano, lo cual hace su transformación aún más dolorosa. Sentimiento reforzado por la camaradería y amistad que vemos entre Skywalker y su Maestro.

 

Sobre Hayden Christensen, conviene decir que, aunque sigue repitiendo ciertos tics lamentables y a veces parece que no tiene sangre en las venas, mejora muchísimo respecto a la cinta predecesora, estando, en general, bastante aceptable, pues consigue reflejar correctamente todo por lo que pasa Anakin. Y no es poco, pues durante los próximos minutos vemos como los problemas se amontonan en la vida de Skywalker, y es imposible no agobiarse y sufrir con él. Lucas consigue  lo impensable: Compadecemos y entendemos a Darth Vader. Y es que todos los motivos que llevan a Anakin al Lado Oscuro son muy humanos. La premonición en la que ve morir a Padmé (dando a luz a ya sabemos quiénes) saca a relucir las ansias de poder de Anakin, un poder que desea para salvar a sus seres queridos de la muerte, como ya quedó claro en ‘El Ataque de los Clones’. Este futuro villano quiere poder para salvar a gente, no para destruir el mundo y cosas así. Pero este es solo el detonante en su camino al mal, pues por otro lado, Anakin va perdiendo la confianza en el Consejo Jedi, que se niega a darle el reconocimiento que merece. Es de lo más interesante el giro que se plantea aquí, ya que por primera vez vemos que quizá los Jedi no sean tan extremadamente buenos e infalibles como parecían. El hecho de que estén metidos en una guerra a pesar de ser los guardianes de LA PAZ o que usen a Anakin para espiar al Canciller, sumando que su percepción, como ya vimos en el Episodio II, esté totalmente nublada, propicia que la desconfianza de Anakin sea hasta lógica.

Y luego está Palpatine. Francamente, todas las conversaciones que mantiene con Skywalker me ponen los pelos de punta, especialmente la que acontece en la soberbia escena de la ópera. Impresionante ver como le va comiendo el coco para, por un lado, aumentar su ego y así hacer que su relación con el Consejo sea aún más tensa, y por otro, para convencerlo de que el Lado Oscuro podría salvar a Padmé. Aunque para ser justos, todo el plan (no solo lo que concierne a Anakin) que Palpatine lleva gestando desde ‘La Amenaza Fantasma’ es sencillamente magistral.

 

Si os soy sincero, esta historia principal me parece tan sumamente interesante, tan bien manejada y con unos diálogos tan buenos (bueno, hay cuatro o cinco líneas entre Anakin y Padmé que… ¡Puaj!), que me atrevería a decir que me estorba la sub-trama protagonizada por Obi-Wan, centrada en acabar de una vez por todas las Guerras Clon dando caza a un personaje muy desaprovechado que se mueve entre lo aterrador y lo intencionadamente patético: El General Grievous. Pero antes, hablemos de Obi-Wan. Es maravillosa la transformación de este personaje, que poco a poco se ha ido convirtiendo en el sabio Maestro de la película original. En este episodio ya vemos esa serenidad y bondad de la que hacía gala en ‘La Guerra de las Galaxias’, y cuando la peli termina, ya es, por fin, «el viejo Ben Kenobi». Y tengo que decirlo: Me encanta Ewan McGregor. Ha ido creciendo junto con su personaje hasta conseguir ser, bajo mi punto de vista, tan Obi-Wan como Alec Guinness. Seguramente el mejor intérprete de la película (junto con Ian McDiarmid, que se le nota muy agusto en su papel), a pesar de que la mano de Lucas haga que pronuncie algunas frases con una falta de credibilidad alarmante.

Sobre la mencionada sub-trama, que diga que me estorbe no quiere decir que sea mala, pues da ritmo a la película y da buenos momentos. Un combate de sables de luz, una persecución muy espectacular… Además, tampoco había que dejar de lado las Guerras Clon. Pero en vez de esto, hubiese preferido ver mucho más tiempo la misión de Yoda en Kashyyyk, el planeta de… (atención) Los Wookies. Chewbacca ha vuelto. Solo puedo definir esta reaparición y todo lo que vemos en este planeta como ÉPICO. Geniales minutos que saben a poco.

 

 

Mientras tanto, Anakin, tras descubrir que Palpatine es efectivamente el Maestro Sith que buscaban, se enfrenta a una encrucijada que supone el punto de inflexión tanto de la película como de la saga: Dejar que el Mestro Windu (un personaje que podría haber dado mucho más de sí) lo mate o salvarlo. La angustia que se siente en este momento es indescriptible, pues sabemos cuál es la decisión que Anakin va a tomar, pero ni él ni nosotros queremos que sea así. Impresionante el diálogo en la distancia y mudo entre Skywalker y su mujer, una de las escenas más preciosas, tristes y atípicas de la saga, así, sin más.

Pero antes de que nuestro protagonista cambie el destino de la galaxia vemos un enfrentamiento bastante bueno, aunque corto, entre Windu y Palpatine. Eso sí, la facilidad con la que el Lord Sith mata a los Jedi que acompañan a Windu es lamentable. ¿Acaso no saben defenderse ni un poquito? En cualquier caso, Anakin llega y, manipulado por Palpatine, traiciona, no sin culpa, a la Orden Jedi. Tal vez se le podía haber dado más emoción al nombramiento de Anakin como Sith, donde recibe el nombre que todos conocemos, pero creo que es intencionado, pues todavía no es Vader. Solo accede a pasarse al Lado Oscuro por necesidad, aún no se ha vuelto malvado. No hay más que ver la cara de sufrimiento y odio (hacía sí mismo y hacia su nuevo Maestro) que tiene en este instante.

 

 

Y comienza la tragedia. La auténtica función de los clones es revelada, y Lucas no se corta en hacernos sufrir con el exterminio de los Jedi. Pero con un gusto exquisito, insinuando más que mostrando y sin diálogo, solo con la maravillosa música de Williams. Pero lo que hace que lo pasemos mal de verdad es ver al antes heróico Anakin Skywalker asesinar a los niños del Templo Jedi. Vader está cada vez más cerca.

Durante los siguientes minutos, a parte del nacimiento, entre aplausos, del Imperio (tremenda escena) no hay mucho que comentar, porque todo, incluida la visita que Obi-Wan (uno de los Jedi supervivientes, por supuesto) le hace a Padmé y que es, por cierto, una trampa del guión demasiado obvia para hacer que Amidala vaya a buscar a su amado, nos lleva al apoteósico clímax que todos estamos deseando ver, el duelo definitivo: Kenobi contra Skywalker. Pero antes, vemos la triste escena en la que Padmé descubre la verdad sobre su marido y que sirve para comprobar un hecho fascinante: Conforme el Lado Oscuro se ha ido apoderando de Anakin, salvar a Padmé se convierte en una excusa con la que Anakin se auto-engaña para justificar sus ansias de poder. La degeneración moral del personaje es total.

Y por fin… Comienza el combate. Aunque mi favorito siempre será el de Luke contra Vader en ‘El Imperio Contraataca’, este duelo no se queda atrás. Espectacular, épico y emocionante como el solo, lo cual tiene muchísimo mérito teniendo en cuenta que uno ya sabe como va a acabar. Realmente tenemos la sensación de ver luchar a dos hermanos, amigos y compañeros. La música de Williams, genial de nuevo, terminan de redondear esta larga y violenta lucha. Pero es que además hay otro combate que completa el clímax, y que es igual de épico que el ya comentado. Los dos pesos pesados, el bien absoluto contra el mal absoluto, Yoda contra el Emperador. Con estos dos pedazo de enfrentamientos, queda patente que este sí es el capítulo final (aunque en realidad no lo sea…), pues tienen ese aire majestuoso que solo las batallas finales de las últimas entregas de las grandes sagas tienen. Esto sí, y no ositos venciendo a tropas imperiales con piedras.

 

 

Volviendo a Anakin y su ex-maestro, me gustaría recalcar que la manera en la que se zanja el duelo me parece, simple y llanamente, magistral. Obi-Wan gana porque es mucho más sabio y listo que Anakin. Al final, el ego de Skywalker resulta ser su perdición. Terrible ver como su mutilado cuerpo se quema (bravo Lucas, no lo has suavizado), pues nos da una pena tremenda ver a este, hasta hace bien poco, grandioso héroe acabar así después de una vida tan desdichada y haber perdido todo lo que le importaba. Que duro es ver a Kenobi tan dolido, triste e impotente, pero Anakin es un asesino brutal y sabemos que se lo merece, razón por la que, como Obi-Wan, preferimos apartar la mirada.

 

Y así, hechos polvo, asistimos por fin, al nacimiento simultaneo de los héroes y el villano. Luke, nuestro Luke, el redentor, el último Jedi. Leia, la líder de la rebelión. Y por fin, ahora sí, Darth Vader. Le ponen la máscara. Silencio. Empieza a respirar… Y yo dejo de hacerlo. Ni siquiera el ridículo «¡NOOOO!» que suelta Vader consigue cargarse esta memorable escena. Al final, con Vader junto al Emperador viendo la construcción de la Estrella de la Muerte, y con Luke en brazos de sus tíos, entiendo el sentido de las precuelas: Ahora sabemos quién esta tras la máscara. Un hombre enfermo, destrozado, que lo ha perdido TODO, precisamente por intentar conservarlo. Ahora solo queda el rencor, el auto-desprecio, la ira, el dolor. Pero, al igual que Padmé antes de morir y Luke muchos años después, sabemos que en el fondo, Anakin Skywalker, el grandioso Jedi, el legendario héroe, sigue ahí, esperando a salir. Empezó siendo un villano secundario, y acabó siendo el protagonista absoluto de la saga. Un personaje extraordinario. Gracias, en parte, a estas polémicas precuelas que en realidad sirven para engrandecer y completar a la trilogía de toda la vida.

 

Y este especial llega a su fin. Grandísima saga, imperfecta, desde luego, pero con dos «primeras» entregas (cuarta y quinta realmente) absolutamente magistrales y un final (tercera parte) magnífico. Espero que os haya resultado interesante. Que la Fuerza os acompañe.

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