Clásicos Disney de los noventa: Crítica de «El Rey León 3D»
Resumen de la Crítica
Valoración
‘La Sirenita’ supuso el renacer de Disney. Con ‘La Bella y la Bestia’ y ‘Aladdín’ los chicos de la Casa del Ratón se superaron, tocaron techo. Pero la odisea de un joven león llamado Simba hizo que rompieran ese techo, pues ante nosotros tenemos una Obra Maestra de la animación de proporciones colosales. Profunda, seria, emotiva, divertida, emocionante… Maravillosa.
Esto no es un cuento de hadas. No hay hechizos que romper ni genios que concedan deseos. Los temas que Disney trató hasta el momento quedaron atrás. Esta película trata sobre un hijo y su padre. Sobre aceptar el pasado. Sobre enfrentarte a tus miedos. Y sobre afrontar las responsabilidades. Pero también nos enseña que hay veces en las que es mejor decir «Hakuna Matata» y olvidarte de las preocupaciones.
Sí, esta película trata de muchas cosas, y todavía sigo preguntándome como es posible que se pudiera condensar tanto, tan bien, en apenas una hora y media.
La respuesta está en su estructura, pues hay dos partes bien diferenciadas en ‘El Rey León’: Antes de la muerte de Mufasa y después de ella. En realidad, la primera parte funciona como introducción de la segunda, pero es indudablemente necesaria, pues sin ella no se conseguiría la gran baza del film: La identificación total y absoluta con Simba y el inmenso cariño y respeto que le cogemos, desde el primer instante, al grandioso Mufasa.
De esta manera, al principio estamos, al igual que el pequeño Simba, despreocupados y felices, pues Mufasa está con nosotros, saboreamos cada segundo que aparece en pantalla y nos hechiza con las lecciones que le imparte a su hijo.
Pero alguien hace que estemos inevitablemente preocupados. Scar, el vengativo, cobarde, cruel y sensacional villano Scar. Él es el responsable de una de las mejores secuencias de la cinta: La estampida. Desde que empieza ésta brutal escena, un ritmo prodigioso hace que la tensión y la preocupación se eleven segundo a segundo. Pero cuando Simba está a salvo, es cuando empieza lo peor. El cachorro (y el espectador) busca desesperado a su padre entre los cientos de ñues que corren enloquecidos a sus pies… Y haciendo un enorme esfuerzo, el Rey reaparece, pero solo para ser repugnantemente traicionado por su hermano. Cae.
No se muy bien como hablar de la desgarradora escena que tiene lugar a continuación, en la que el mundo de Simba se desmorona. Simplemente diré que si no se te cae el alma a los pies cuando Simba intenta despertar a su padre, cuando se da cuenta de lo que ocurre realmente y, sobre todo, cuando se acurruca junto a su cuerpo inerte… Háztelo mirar.
Pero por muy hechos polvo que estemos, Scar no tiene bastante, y se regodea en su victoria echándole la culpa de lo sucedido a Simba y obligándolo a huir. Tan sólo para ordenar su muerte a las hienas unos segundos después. Impresionante.
Después de tanta tragedia, se necesita un alivio cómico. Necesitamos que alguien salve a Simba y nos devuelva la sonrisa. Y entonces llegan al rescate: Timón y Pumba. Resulta increíble lo bien que están integrados en la trama, sin chirriar en ningún momento. Al contrario, gracias a ellos y a su filosofía de vida Simba vuelve a ser feliz… Y los años pasan…
Pero Simba, convertido ya en un flamante león, no ha pasado página. Lo intenta, desde luego, pero cada vez que recuerda a su padre se hunde. No sabe avanzar, tiene miedo de madurar y asumir la responsabilidad que le corresponde. Necesita que alguien le abra los ojos y le recuerde quién es. Dicho y hecho. Pero antes de que llegue cierta amiga de la infancia, me gustaría comentar una brevísima escena que a mí particularmente me divierte y emociona a partes iguales. La reacción del genial Rafiki al descubrir que Simba está vivo. Esa risa alocada, de desbordante felicidad, rematada con la frase «llegó la hora»… Me encanta.
Hablábamos de una amiga de la infancia. Nala. Tras la cachondísima escena en la que la leona intenta cazar al pobre Pumba, llega el reencuentro con Simba (preciosa, por cierto, la manera en la que éste reconoce a su amiga), y entre ambos surge la historia de amor de la cinta, que, al contrario de lo que nos tenía acostumbrados Disney últimamente, pasa a un discreto pero necesario segundo plano.
Y digo necesario porque es ella la que hace ver a Simba la cruda realidad: Scar y las hienas lo han echado todo a perder. Nala, el resto de leonas e incluso las propias hienas se están muriendo de hambre.
Ahora Simba sabe lo que debe hacer, pero no se atreve, sería aceptar de golpe todas las cosas de las que lleva huyendo tanto tiempo. Necesita hablar con alguien más… Necesita a su padre. Y así, gracias a Rafiki (para enmarcar cada diálogo entre el simio y el joven león), llegamos a otra de las grandes escenas del film: La charla entre Simba y el fantasma de Mufasa. Sublime, mágica, emotiva, maravillosa conversación entre padre e hijo, que hace que, por fin, Simba decida volver, afrontar su destino y luchar contra Scar por el trono. Toma ya.
Pero vencer a Scar no va a ser fácil, pues éste todavía tiene un as en la manga: La culpabilidad de Simba. De nuevo, con más saña y crueldad que la primera vez (en este punto me sale la rabia por la orejas), le vuelve a echar en cara la muerte de Mufasa hasta tenerlo a su merced. Menos mal que antes de darle la puntilla a Simba, le revela, por fin, la verdad. Ahora las cartas están boca arriba, y asistimos al enfrentamiento más brutal, espectacular y épico entre héroe y villano que se ha visto en un film Disney, que culmina con la muerte de Scar a manos de sus lacayos. Una muerte a la altura del personaje, sin duda.
Pero por imposible que parezca, cuando falta tan poco para el final, la emoción sigue subiendo y subiendo con la ascensión de Simba a la Roca del Rey, y, por supuesto,con ese PEDAZO de rugido que nos sabe a gloria bendita. ¿Y que me decís de los sublimes segundos finales que dan sentido a todo lo que nos contaban sobre el Círculo de la Vida? Para colmo, van y me ponen el título también al final, cosa por la que siento debilidad, no me preguntéis por qué.
No se me olvida comentar otros aspectos de la cinta, cómo la BESTIAL banda sonora de Hans Zimmer, con esos coros africanos que le sientan tan de puta madre, o las geniales canciones de Elton John y Tim Rice.
En el apartado técnico, es una absoluta pasada. El uso del ordenador está tan integrado que ni se nota y la paleta de colores elegida realzan el relato de una manera inimaginable.
No hay nada más que añadir. Una película que hay que ver sí o sí. Lo mejor que ha hecho Disney en su historia y lo mejor que he visto en animación. En esta semana se va a reestrenar en cines, pero lo del formato 3D es secundario: Lo importante es poder volver a disfrutar de este monumento en pantalla grande.
Hakuna Matata.