Crítica: «Her». Amores retrovirtuales
Resumen de la Crítica
Valoración
Crítica de "Her" (Spike Jonze, 2013)
¿Podríamos enamorarnos de nuestro Sistema Operativo? ¿Pasamos más horas en el mundo virtual que en el real? ¿Hemos dejado de mirarnos a los ojos? A todas estas preguntas intenta dar respuesta Her, un ejercicio de reflexión sobre la incapacidad que mostramos a veces para relacionarnos y expresar nuestras emociones libremente.
Spike Jonze vuelve a la carga. Y parece que Her es caldo de cultivo para ser el nuevo film de culto indie –en EE.UU. ya se empiezan a vender colecciones de ropa inspiradas en la película en una tienda online de ropa hipster–, como ya lo son los trabajos anteriores del director (Cómo ser John Malkovich y Donde habitan los monstruos). En España, por suerte o por desgracia, tendremos que esperar hasta finales de mes para poder verla.
Her nos traslada a un futuro en el que la tecnología va más allá de la mera usabilidad o funcionalidad. Los sistemas operativos se han humanizado y son capaces de evolucionar emocionalmente al ritmo de los mortales, además de establecer relaciones sociales con ellos, y los videojuegos interactúan con sus usuarios. Y todo esto con un aire retro que no impide al ser humano emocionarse ante la publicación de un libro o sacar alegremente una pluma para firmar un documento oficial: un film futurista sin voluntad de serlo.
La película, más allá de ofrecer una visión irónica de nuestra ridícula alienación tecnológica, intenta ahondar en la problemática de las relaciones humanas. En la dificultad que estriba mostrarnos desnudos ante el otro, en lo fácil que resulta ocultarse tras una máscara. Lo hace Theodore (un Joaquin Phoenix deslumbrante, como siempre, y cómico, como nunca), que se esconde tras relaciones superficiales para no afrontar su debacle emocional y Amy (Amy Adams), que oculta su talento tras una relación que la anula. Y resulta que la tecnología llega donde el hombre, que la inventó, no es capaz de arribar y termina con todos estos miedos y facilita la interacción. Será porque a los ordenadores no hay que mirarlos a los ojos (todavía).
La cinta se mueve con una agilidad colorista que simula lo analógico y tiene un final cerrado que, como el resto del metraje, resulta inesperadamente lógico. Surrealista, pero consigue dejar al espectador satisfecho.
El vestuario y toda la estética de la película suponen un giro de tuerca más, y es que película futurista no es igual a una fotografía fría ni a ropas plateadas e imposibles. O al menos no para Jonze. Estética de principios de los noventa con mezclas setenteras, pantalones de tiro alto y colores cálidos y ocres: todo muy pastel, que para eso narra una historia de amor.
Una película de emociones que cuenta con un reparto que resulta más que creíble. Mención especial para Scarlett Johansson, la voz de Samantha, un sistema operativo con alma (del que ya hay quien dice que es su mejor papel, ironías de la vida), y para Joaquin Phoenix, que actúa en solitario durante la mayor parte del film. Un profundo ejercicio de introspección el que realiza Phoenix, un grandioso derroche de talento. ¿Los otros protagonistas de Her? Una fotografía que bien podría haberse hecho con una Lomo, una banda sonora compuesta, entre otros, por Arcade Fire que conecta con las emociones de Theodore y recurrentes elipses y flashbacks para narrar los recuerdos y pensamientos actuales del mismo (esto último, sin duda, lo mejor de la cinta).
Jonze cumple su objetivo y, de paso, nos hace reflexionar sobre el espacio que le hemos concedido a los avances tecnológicos en detrimento de otros canales de expresión. Y, aunque esto a él parezca que no le importe tanto, también cuenta con el respaldo de la crítica: 5 nominaciones a los Oscars (incluidas mejor película y guión original), un Globo de Oro (mejor guión) y diversos premios de la crítica estadounidense a la película, al director y al guión. ¡Y que siga la racha!