Análisis de Mika and The Witch’s Mountain para Nintendo Switch. ¡Abajo la explotación laboral!
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Historia
Jugabilidad
Gráficos
Un hechizo para derrocar el capital
Colorido juego cozy con carga social para jugadores hartos de la explotación laboral
Son pocas las veces que un juego se lanza en primera instancia para Nintendo Switch –salvo en el caso de los exclusivos, claro– y este ha sido el turno de ‘Mika and the Witch’s Mountain’. Los nintenderos lo tuvimos disponible desde el pasado 21 de agosto y ahora, a partir del 22 de enero, han podido disfrutarlo los jugadores del resto de plataformas. Y digo ‘disfrutar’ porque este juego no va a dejar indiferente a nadie.
El tráiler y la sinopsis son claros: vamos a jugar en la piel de una pequeña bruja, Mika, que, montada en su escoba, reparte paquetes a los habitantes de una aldea. Es cierto que, viendo de refilón imágenes de una hechicera y de una escuela de magia, reconozco haberme hecho ilusiones acerca de la posibilidad de estudiar allí dentro –no es ningún secreto mi obsesión por la magia y las academias–, pero después de unas horas realizando entregas por el pueblo, empecé a asumir la realidad. Y es que, el juego, va de otra cosa.
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Abajo el capital
Cuando Mika llega por primera vez a la escuela, vemos a una niña ilusionada a la que su madre ha preparado incluso el equipaje. Ha practicado mucho y está convencida de estar lista para una vida fuera de casa. Al fin y al cabo, su madre es una vieja conocida de la Maestra Bruja Olagari, directora de la academia. ¿Qué podría salir mal? Pronto nos damos cuenta de que la Maestra es más severa de lo que pensábamos y de que nos va a lanzar desde lo alto del precipicio en el que se encuentra la escuela para probar nuestra valía como bruja. Más o menos, como la vida misma.
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Mika aterriza a los pies de una aldea costera, con la vida intacta y su escoba rota. Sin amigos y sin monedas, pronto deberá darse cuenta de que, para lograr su objetivo, será necesario ponerse a trabajar. Y de que los jefes pueden ser incluso más crueles que la Maestra Bruja.
Frases como: ‘Dejé el trabajo porque no estaba prestando atención a lo verdaderamente importante’ o ‘Ser el lamebotas del jefe es su única personalidad’ abundan en los diálogos entre personajes en este juego de apariencia inocente que poco tiene de inintencionado.
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No nos dejemos engañar por su angelical aspecto a lo Ghibli. ‘Mika and the Witch’s Mountain’ nos está hablando a gritos del trabajo precarizado; de los falsos autónomos –Mika aporta su propia escoba para repartir–, de la injusticia en el entorno laboral, la explotación de la clase obrera y la crueldad e inutilidad de algunos cargos intermedios. Pero nos habla, sobre todo, de la importancia que posee el obrero con su fuerza de trabajo, de la necesidad de asociarse y de que el verdadero poder reside en la solidaridad entre la clase trabajadora.
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Con todos estos mensajes, claramente lanzados al jugador, cabe preguntarnos, ¿cuál es el público objetivo de este juego? Y, teniendo en cuenta que nunca está de más preparar a las nuevas generaciones para un futuro mejor, la respuesta correcta es: todo el mundo.
‘Mika and the Witch’s Mountain’ acaba siendo un pequeño juego indie de reparto de mercancías. De misiones cozy que se completan entregando paquetes a los aldeanos de la pequeña villa costera y haciéndolos felices. Desde los objetos más pequeños (y grandes, al mismo tiempo), como la comida olvidada de un hijo, una carta o pertenencias de algún familiar que partió tiempo atrás, hasta evidencias de una importante investigación científica sobre la isla.
Cada paquete tiene unas características y unas condiciones de entrega –no puede mojarse, golpearse, o ninguna de las dos cosas– y un número de ‘vidas’ que, de consumirlas, harán que obtengamos una menor puntuación en nuestra tarjeta de reparto. Y, con una escoba rota, esto no va a ser tarea fácil.
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Si bien es cierto que, en un principio, este medio de transporte hace parecer que los controles del juego están poco afinados, esto termina siendo totalmente pretendido si tenemos en cuenta que a medida que vamos soltando monedas para arreglar la escoba, la experiencia de vuelo mejora significativamente.
Reivindicación de proximidad
La grata sorpresa es que este juego creado con tanto mimo y carga social viene de la mano de un estudio valenciano, Chibig, responsable del conocido ‘Summer in Mara’, de 2020, también ambientado en una isla paradisíaca y con dinámica de farmeo. Y nos llevamos una alegría aún mayor cuando descubrimos que las cifras lo sitúan como el videojuego español más exitoso en una campaña de Kickstarter, con la que recaudó 650.000 € a falta de 11 días para la finalización. Según estos datos, parece que, incluso antes de poder probarlo, los jugadores se enamoraron de esta pequeña aventura que puede superarse en poco más de tres horas. Y si bien el apartado gráfico no es su fuerte –y tampoco su objetivo–, ‘Mika and the Witch’s Mountain’ nos hechiza con sus acogedores y coloridos paisajes.
Porque la verdad es que, una vez pillamos el truco a la escoba voladora y a surfear las corrientes de aire –tarea que no parece nada fácil al arrancar el juego–, nos convertiremos en unos expertos conductores y puede que el deseo de volver a la academia de la que caímos quede un poco relegado a un segundo plano. Y es que pronto nos damos cuenta de que esta pequeña aldea costera, con sus hermosos escenarios, sus entrañables personajes y su particular idea de justicia, nos ha terminado atrapando.
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