Crítica: «Anzu y el Reino de la Oscuridad», el legado entre dos mundos

Mai K. Nguyen es una talentosa autora de origen vietnamita-japonés-estadounidense, nada menos. Esa mezcla de culturas se manifiesta en su último trabajo publicado en nuestro país, gracias a Ediciones La Cúpula, una novela gráfica para todas las edades que va directa como candidata a los próximos Eisner.

Con pequeñas trazas autobiográficas, mezclada con el folklore oriental que tanto la marcó, la autora confecciona esta encantadora historia con sabor a cuento en la que su protagonista, la pequeña Anzu, vive una aventura repleta de peligros, emoción y aprendizaje.

Anzu es una niña inteligente e imaginativa, pero su vida se ha vuelto un poco más gris desde que falleció su abuela. Tampoco ayuda que se acaban de mudar a una nueva ciudad y eso de la adaptación le está costando un poco. Cuando su familia le pide que participe en las festividades anuales de Obon, en las que se recuerda y se tributa a los difuntos, Anzu se muestra molesta y poco participativa. De hecho, decide marcharse de casa a dar «una vuelta».

Pero no contaba que, como una moderna Alicia, iba a acabar en un mundo fantástico. Tras la aparición de un perro que le arrebata un preciado colgante (de su abuela), Anzu corre tras él y acaba en el reino de Yomi, el inframundo. Allí encontrará un inesperado aliado en el Guardián de la puertas de Yomi… pero también descubrirá que Izanami, la diosa del inframundo, tiene un plan para hacer que Anzu quede para siempre atrapada allí.

Este es el argumento inicial del cómic, que se transformará en una aventura emocionante de crecimiento y descubrimiento. Una excusa para contarnos, como un moderno cuento, la importancia de la amistad, del respeto a nuestros mayores y del legado que ellos dejan.

Nguyen tiene esa maravillosa forma de narrar capaz de capturar a lectores de todo tipo de edades, con una fluída escritura, sencilla y eficaz, combinada con un dibujo, un estilo, cercano al cartoon, pero a la vez personal y reconocible. Composiciones de página con viñetas enormes y personajes marcados, confeccionados con trazos gruesos, firmes, le dan mucha solidez al aspecto visual. Sin embargo, esa misma solidez está mezclada con el aspecto de cuento infantil, consiguiendo un resultado muy agradable.

Termina por crear ese ambiente onírico, irreal, el color elegido para la obra. Con una paleta limitada a turquesas, verdes esmeralda, rojos, naranjas… colores irreales para aquello que recrean y que ayudan, como decimos, a crear una agradable sensación de irrealidad que le sienta de maravilla a la historia. No olvidemos que sucede, en su mayor parte, en el Reino de la Oscuridad.

Una lectura sencilla y reconfortante realizada con el talento habitual en la autora y que gustará a los más jóvenes por su ritmo y su historia… y a los mayores por su apartado artístico. Otro acierto más de La Cúpula que nos tiene mal acostumbrados a este tipo de obras, que llegan sin avisar y terminan recolectando premio tras premio.