Crítica: «Joker: Año Uno», el nacimiento de la pesadilla

Como todo gran personaje de cómic, el Joker ha visto recrear sus orígenes una y otra (y otra y otra) vez. En el papel, en el cine, en los videojuegos… Algo que para un lector ocasional es, como mínimo, desconcertante. A esto se sumó hace un par de años la adaptación que se hizo en pantalla, recreada magistralmente por Joaquin Phoenix y que se distanciaba de todo lo visto hasta entonces.

Así que para no liarnos vamos a centrarnos en lo que es canon dentro del Universo DC… que ya es bastante lío. En este contexto hay unas bases inamovibles como son sus inicios en el crimen como Capucha Roja, su caída en el tanque de ácido y su posterior locura. Esas son, precisamente, las líneas que tomó el guionista Chip Zdarsky para perfilarlo en su etapa como responsable de la serie del Hombre Murciélago.

Y dentro de dicha serie dedicó unos números (tres) a explicar el origen de este villano tan importante para Batman, su verdadera Némesis.

Lo primero que encontramos en esta pequeña saga de tres números que ECC Ediciones recopila en un solo tomo es un cómic convencional de origen. Un villano que parte de ser un «Don Nadie» y que se va reconstruyendo desde dentro, desde unos pedazos rotos, para renacer como una auténtica máquina del caos. Ese tono de cómic «del montón» es engañoso y nos acompaña en los primeros compases, pero cuando la historia comienza a perfilarse nos metemos de lleno en una trampa que el guionista ha preparado para nosotros. Hay un punto de ruptura desde el cual todo se entiende y desde el cual ese personaje que parecía desdibujado, se transforma en protagonista.

Y sí, aunque es un cómic dentro de la serie de Batman el protagonista es Joker. El resto son secundarios, incluyendo al propio Batman, Gordon y demás. Una historia de origen en el que, evidentemente, Batman es inexperto aun y que lejos de ser otra vuelta a lo mismo, consigue distanciarse de obras similares gracias a poner el foco en Joker y ha construirlo desde un plano más psicológico.

Es algo habitual en muchas obras de Zdarsky: empiezan siendo tibias pero se van haciéndo sólidas y terminan siendo obras muy solventes. Pero eso es solo el guión…

En el plano artístico dos ilustradores comparten la obra. Por un lado tenemos a Giuseppe Camuncoli que se encarga de la parte más «real» y nos muestra un aspecto visual convencional en este tipo de obras, con un trazo elegante y vistoso, sólido y de narrativa fluida. Por otro lado está el punto de ruptura visual aportado por Andrea Sorrentino que parece estar ilustrando un cómic de terror. Se abandonan esas líneas sólidas y trazos suaves para deleitarnos con ilustraciones de pesadilla en las que el Joker da auténtico miedo. Un vistazo a la contraportada del tomo lo explica todo.

Esa parte del cómic, en la que vemos al villano en toda se diabólica majestuosidad, es absolutamente impagable. Además, el experimento de mezclar dos estilos gráficos tan distintos acompaña perfectamente a lo que se cuenta, contribuyendo a la locura, la inestabilidad y la maldad que destila el Joker.

Un cómic que comienza flojo pero que termina siendo devorado con deleite y que se guarda alguna sorpresa de cara al final con la que potencia, todavía más, la mitología que envuelve a este bufón de Gotham que parece incombustible y que reta al mismísimo Batman. Incluso en popularidad.