Crítica: “Batman contra Robin”. Broncas familiares.

Aunque parezca una miniserie menor y sea la introducción a un evento tipo como Planeta Lázaro, lo cierto es que expone varios temas relevantes. Y fuera del ámbito puramente superheroico aunque la amenaza a combatir es canónica a este respecto. Me refiero al análisis paternofilial en estos entornos. La relación Batman/Robin, en sus diversas identidades, se ha explorado como un patrón a lo largo de los años, casi siempre de forma sutil, pero el desahogo visceral suele quedar apartado. No pasa aquí entre Bruce Wayne, y aunque dominado el adolescente letal por mentes perversas, lo cierto es que suelta todo lo que siente y reprime. Combinado este concepto con las lecciones de vida recibidas por su familia materna, los Ghul, y paternas, los Wayne (y Alfred entra ahí), el cortocircuito mental sufrido desemboca en un ansia de sangre contra su progenitor que va más allá de la dominación mental y espiritual sufrida en este arco. Damian ya estaba roto, y rematado por la muerte de Alfred, una psique demasiado frágil que en cero coma se podía dominar.

La “recuperación” de Alfred es el principal foco de atención de la primera parte de la historia, hecho que describe una serie de misterios bien llevados con la amenaza del Diablo Nezha como avatar de un árbitro comprado en el enfrentamiento entre Bruce y Damian. Porque intentando recuperar la relación con su hijo, Batman comprueba que el partido está amañado. Sobre todo por la caprichosa reaparición de Alfred.

A destacar el diseño gráfico de Damian con un traje batmaniado de la edad de oro, visualmente impactante, y la magia deceíta como ámbito temático de la lucha fratricida. Salen un montón de máximos exponentes de lo sobrenatural, Tim Hunter, Zatanna, Jakeem Thunder, Klarion, Black Alice, Félix Faust y muchos más, hasta del universo Sandman. Por supuesto, el yelmo del Doctor Destino. Se echan de menos a un Constaine y a un Demon de forma más permanente, pero siempre mola ver a la chavalería mágica como Hunter y Klarion.

El uso inteligente del resto de robins pone morbo y sensación de molonidad en una especie de todos contra Batman en un entorno a lo Fortnite que recuerda los versus tipo Contienda de Superhéroes, de uno en uno en ambientes exóticos y con objetos mágicos. Esto enriquece la parcela fanservice, que un auto tan hábil como Mark Waid saca todo el provecho posible de estos conceptos. Otro ejemplo de su brillante carrera como escritor del género, sabiendo cuando toca crear hitos del medio y cuando toca ser palomitero pero de calidad.

Pero no sólo entre Bruce y Damian anda el juego, resulta que con el maloso pasa lo mismo a través de su hijo Rey Toro de Fuego, con ganas de resarcirse contra su padre. Si es que con lo popes de la magia deceíta villanesca también hay trapos sucios. Es un poco deus ex machina pero como esto va de un evento, superado el segundo tercio del arco argumental, una vez resuelta la cuestión Alfred y el enfrentamiento de la batfamilia, esta nueva disputa entre padre e hijo del mundo mágico culmina en la parte final de la miniserie dentro ya de lo gordo del evento en lo que afecta al resto de campos del universo DC, con toda la galería de lo sobrenatural repartiendo estopa mágica.

Visualmente el volumen es potente. Mahmud Asrar es un autor bastante experimentado en desarrollar tramas corales, moviendo grandes cantidades de personajes metahumanos con sus respectivos pijamas y personalidades. Esto hace que el lenguaje gestual y expresividad entre tanto personaje sea lo más resaltable por la cantidad de dramas presentados. Eso sí, lo típico de esta época, páginas completas para los momentos críticos y de impacto mirando a las narrativas audivosuables pero obviando pin ups gratuitos.

Batman contra Robin demuestra que los grandes como Mark Waid siguen a tope, por muy veteranos que sean, disfrutan como el primer día.

Batman vs. Robin 1-5, Robin 17, Batman/Superman: World’s Finest 5, DC Comics. Batman contra Robin, ECC Ediciones. 240 páginas. Color. Cartoné. Pvp: 31 €.