Crítica: «Saga 11», no sin mi padre

El parón que Brian K. Vaughan y Fiona Staples se tomaron para redirigir la serie le ha sentado a esta fenomenal. Ya no es una impresión tras leer el primer tomo, pues una vez finalizado el segundo, es una constatación. La epopeya espacial que crearon para Image hace catorce años se mantiene a un nivel envidiable y luce, con sus ya casi 70 números, como una de las publicaciones independientes más divertidas y emocionantes de seguir.

Recordemos… Un planeta y su satélite inician una guerra cruenta y ambas razas se odian a muerte. Unos se caracterizan por su apego a la magia y se les reconoce por sus característicos cuernos y a los otros por poseer alas y basar su civilización en lo tecnológico. Pero una pareja, a lo Romeo y Julieta, surgirá enamorada en medio del conflicto. Deberían ser rivales, enemigos… pero son amantes. Y tienen una hija, Hazel, que pasa a convertirse en símbolo a destruir por ambas civilizaciones. Así comenzará una huida eterna de esta disfuncional y espacial familia.

En su periplo se cruzarán con todo tipo de seres, personajes y razas nacidos de las privilegiadas mentes de los creadores… y la historia se irá complicando.

Los hechos acaecidos en los números anteriores son tan importantes que debemos evitarlos y movernos por la resbaladiza línea del spoiler. Nos encontramos en un punto en el que la familia vive arrinconada, o mejor dicho: malvive. Alana, la madre, trabaja de sol a sol en una fábrica reuniendo dinero para tomar un pasaje a «donde sea» y seguir huyendo. Pero una esperanzadora revelación de cierto nuevo personaje hará que los niños, Hazel y Escudero, se embarquen en una irresponsable y peligrosa aventura, por su cuenta, intentando devolver la vida a sus recién fallecidos familiares.

Porque eso no cambia: en Saga la muerte está presente y será mejor que no te encariñes de ningún personaje. Los giros, las sorpresas y los cambios siguen siendo santo y seña de la obra.

Nuevos personajes entran en escena, todos luciendo la misma imaginativa producción y diseño que el resto y todos aportando para que esta emotiva y emocionante aventura no pare ni un segundo.

Vaughan está en plena forma y elabora unos diálogos ágiles y naturales, consiguiendo que leer el cómic sea también divertido. Pero sobre todo intenso. Sigue manejando el ritmo con su pulso particular y nos tendrá en ascuas y a su antojo en cada escena, para resolverlas siempre de una manera que no imaginamos. Genial.

Fiona Staples, por su parte, hace el trabajo acostumbrado en esta ya su obra tan personal. Personajes que hablan con su mirada, que trasmiten con sus gestos y que destilan vida a través de sus líneas de dibujo… se combinan con fondos casi inexistentes que restan peso al mundo en el que se desenvuelve la aventura y que hace que nos centremos en los personajes. Que sí, que ya sabemos que Saga es un cómic de personajes y ellos llevan el peso de todo, pero el fondo siempre difuminado y casi ausente termina llamando la atención para mal.

Este tomo, el décimo primero, contiene los números 61 a 66 y está publicado en nuestro país, como el resto, por Planeta Cómic. Para esta edición hay que mencionar aparte la labor de traducción a cargo de Diego de los Santos, que consigue mantener el ritmo creado por Vaughan en el original. Diálogos repletos de frases hechas y respuestas rápidas que no son fáciles de adaptar pero que, insistimos, se ha conseguido con mucho éxito y ayuda a que tengamos la experiencia ideal. Saga se lo merece y nosotros debemos valorarlo, porque nos permite disfrutar como toca de una de las mejores publicaciones del momento.