Crítica: «Lady Snowblood 1 (NE)», la hija del infierno
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Un clásico. La historia de venganza femenina por antonomasia.
Clásico entre los clásicos. Una de esas obras manga que destrozan los estereotipos que la mayoría de público tiene de este arte. Aunque no es raro este desfile de elogios sabiendo que Kazuo Koike y Kazuo Kamimura firman esta maravilla de nombre Lady Snowblood.
Publicada originalmente en 1973, uno se puede imaginar al leerla el impacto que causó. Escenas de sexo explícito, violencia extrema y crueldad inhumana son la base de esta historia de venganza a través de generaciones. Quentin Tarantino la usó como inspiración para su Kill Bill, reinventandola y adaptándola, pero respetando su espíritu.
Los autores marcan el ritmo de manera sobresaliente lanzándonos a una suerte de misiones de asesinato en las que el sicario de turno es una bella dama, Yuki. Acción y erotismo que toman sentido ya avanzado el primer tomo, cuando se nos cuenta el origen y la motivación de su protagonista… y ya quedamos enganchados.
A partir de aquí se teje una trama de venganza postergada largamente en el tiempo pero que, en vez de olvidarse y cicatrizar, aumenta y se infecta. Asistiremos al nacimiento de la joven Yuki, a su entrenamiento y a su paciente y elaborada venganza. Y todo ello con un ritmo, una tensión y una narrativa solo a la altura de grandes maestros. Nada que sorprenda a los que ya conozcan otra de sus otras obras magnas, El Lobo Solitario y su Cachorro, también convertida por méritos propios en un imprescindible.
Y como es costumbre en los autores, aprovechan el marco histórico y geográfico en el que transcurre la acción para relatarnos y contarnos aspectos reales y/o poco conocidos que forman parte de la Historia. Como esa mansión, el Círculo Rokumei-Kan, creado por el ministro de asuntos exteriores para «sociabilizar» con los emisarios extranjeros y donde se realizaban auténticas orgías mientras se cerraban tratos y alianzas que hicieron peligrar al mismísimo país. Yuki, nuestra protagonista, va a tener una participación decisiva en la eliminación de este lugar. Así, mezclando hechos reales con otros ficticios, Koike y Kamimura impregnan a su relato de una solidez evidente y creíble.
El dibujo tiene la fuerza habitual del autor, con unas secuencias impresionantes que fluyen de manera natural ante nuestros ojos otorgando casi de movimiento real esas viñetas estáticas que hay en las páginas. Segundos congelados en pleno combate se convierten en hermosas «estampas» e ilustraciones, conteniendo toda la belleza y la fuerza del Japón de la era Meiji. En cuanto a las escenas de sexo, que hay muchas y muy directas, a veces se intenta sacar de plano las acciones y momentos más delicados, sustituyéndolos por sombras u otros dibujos simbólicos que, de todas formas, dejan muy clara cada acción en toda su crudeza.
La parte literaria de la obra es también digna de merecer una mención a parte. Textos densos y completos cuando hay que narrar, poner en contexto o, simplemente, si hacen falta. Con una traducción destacable que consigue hacer de los diálogos una parte entretenida y absorvente… pero cuando llega la acción, sobran las palabras. Koike cede el mando. El dibujo toma las riendas y todo sucede rápido, fugaz, pero no perdemos detalle gracias al arte de Kamimura que toma el testigo e impone su lenguaje visual.
Esta nueva edición que presenta Planeta Cómic es fiel a la última revisión lanzada en Japón, consta de dos tomos perfectamente encuadernados en tapa dura y se convierten en una de las adquisiciones obligadas de la temporada. La hija del infierno continúa con su venganza…
- Lady Snowblood 1. Nueva Edición. Planeta Cómic
- cartoné. 512 pp. B/N. 25€