El Libelo: Difamación desde la Edad Moderna
Podríamos decir que la crítica es algo que a todos nos gusta en mayor o menor medida, pues quién no ha hablado alguna de vez de alguien a sus espaldas, quien este libre de pecado… Y esto no es algo nuevo, no es un formato que han inventado los programas de televisión para sacar beneficios, sino que viene de mucho más atrás, originándose en el Edad Media un género literario exclusivo para ello: el Libelo.
Se trata un tipo de escrito popular utilizado para difamar a una persona o algún hecho, cuyo origen se remonta a la Edad Media, pero que tuvo su mayor apogeo entre los SS. XVI y XVII, lo que no significa que más adelante no se siguiera utilizando. Eran textos breves y directos de tono burlesco, de lo que puede proceder su nombre (Libelo viene de la palabra latina Libellum que significaba libro pequeño); algunos iban acompañados de ilustraciones intencionadas para aumentar el tono jocoso de los escritos.
Dado su uso, las composiciones solían ser en lenguaje popular, ya que era el mejor modo de llegar a más público y, a su vez, hacer mayor escarnio. Se escribían tanto en verso como en prosa, e incluso había quienes usaban la forma canción; siempre en tono satírico y publicados de forma anónima, ya que los autores pretendían preservar su identidad, con lo que también se protegían a sí mismos, de hecho, salvaguardar la identidad llegó a ser imprescindible, pues escribir libelos se prohibió y se castigaba con duras penas.
A pesar de que, en la Edad Media, se creó como documento legal de la iglesia católica para recoger las demandas y dar comienzo a trámites judiciales, en la Edad Moderna el libelo llegó al espacio público, transformándose en un escrito difamatorio, publicado de manera clandestina, que pretendía calumniar a otros, ya fuese de modo personal o dirigido a un colectivo, convirtiéndose de una vía de escape para el malestar, sacar a relucir situaciones incómodas o mostrar el descontento popular. Con el paso del tiempo (S. XVI), se convirtió en un género literario y sus autores se conocían como libelistas; más adelante (S. XVII-XVIII), fue la herramienta perfecta para que los eruditos se enfrentase entres sí; un ejemplo de ello, fueron las injurias lanzadas contra Cervantes, Quevedo o Voltarie, aunque este último también fue autor de algunos de estos textos.
Pese a su gran uso y notable fama, llegado el S. XIX los libelus cayeron en desuso con la aparición de las polémicas periodísticas, pasando a ser panfletos que se caracterizaban por su estilo difamatorio y tono irónico y cuyo objetivo se centraba en difundir ideas o movimientos, por lo que, posteriormente, se utilizaron como propaganda política.
Como vemos, la calumnia y la crítica es algo que siempre nos ha acompañado y de lo que nuestra sociedad ha disfrutado (y disfruta), pero es algo que debemos cuidar, pues como dijo Cicerón «Nada hay tan veloz como la calumnia; ninguna cosa más fácil de lanzar, más fácil de aceptar, ni más rápida en extenderse».