Crítica: “Robin y Batman”. Robin Año 1.5
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“Creo que me las he arreglado para quitar todas las manchas de sangre de su traje, señor Richard”
Al margen de otras consideraciones, analiza atinadamente como a un adulto se le puede ocurrir preparar a un niño a combatir el crimen.
Aunque el arte de Dustin Nguyen encendió las alertas en “Detective Comics: Corazón de Silencio”, aquella inmensa historia con Silencio, es ahora tras el exitazo de su binomio con Jeff Lemire por Descender y Ascender que vuelve al universo Batman como superestrella. Si las series de Image adornaron las estanterías de las librerías por su estilo visual de novela ilustrada juvenil, el reclamo comercial está asegurado en la primera división del cómic mundial. Y como en las dos referencias anteriores, sin duda, el contenido va más allá de una bella apariencia gráfica. Es perfecta para captar lectores de todas las edades.
Si algo caracteriza el volumen, tapa dura y papel de alto gramaje es el auténtico formato a mí entender para disfrutar esta obra y “sostener” las acuarelas de Nguyen, es su accesibilidad para todo el mundo. Grandes y pequeños. Muy contenida en cuanto a violencia (porque cuando no hace falta, no hace falta) y muy inteligente en los discursos y mensajes. Que los mayores disfruten de una historia de crecimiento y superación personal de toda la vida, pero sumamente divertida con una narrativa gráfica inmensa. Y para los pequeños, un personaje joven, que quiere convertirse a toda prisa en un héroe sin caer en la cuenta que aún es un niño, pero con un carisma y una profundidad dramática que enganchará. Además, la superación personal bajo la presencia de Batman como referente paternal autoritario pero molón, otorga ese punto fascinante pero temeroso de tener como padre y profesor a la vez al mejor detective del mundo pero también al más duro. Además, la comparativa con los Titanes, siendo junto con Speedy, el único miembro sin poderes metahumanos, le convierte en el más interesante sin duda a la hora de disfrutar de las comparativas con estos chicos. Pero el mejor reclamo para todos los que se acerquen son sus exquisitos grises.
La ausencia total de villanos puros, a pesar de que del catálogo es Killer Croc el elegido, el inteligente modo de introducirlo en la historia escarbando en el pasado más icónico de Robin, le da una dimensión dramática al personaje muy útil para motivar sus decisiones, más allá de un plan criminal al uso para probar las habilidades del crío. Ni blancos ni negros, cuanto antes lleguemos a los grises, mejor.
El hecho de reimaginar los inicios de Robin podríamos denominarlo como un Robín Año 1.5 y como funciona como ente autónomo a continuidades salvo lo que desee moldear el lector para sí, Lemire ha podido hacer lo que ha querido, respetando ciertos límites. Es decir, todo aquello que no suene ni a un Robín primerizo ni a un Batman que tampoco lleve en el negocio una pila de años. En definitiva, sin hacer locuras a lo Frank Miller en All Star Batman y Robin. Como eso se cumple y la reimaginación cumple con lo esperado con los personajes íntimamente, perfectamente puede encajar fuera o no en continuidad. Al gusto del consumidor.
Lo que no olvida Lemire y de ahí su buena praxis, recordando que los dramas paternofiliales se le dan de maravilla, es que no hay nadie que no se haya hecho la pregunta de en que diablos estaba pensando Bruce Wayne de lanzar a un niño a iniciar una cruzada contra el crimen. Y no sólo justificándose con la enseñanza, como si pudiera servir de excusa el hecho de que antes le estuvo preparando. No. la temeridad se mantiene. Ese nivel de autoconsciencia de irresponsabilidad sigue abierto y nunca es negado por Wayne, lo potente aquí es que quien lo expresa claramente como editor corrector es Alfred.
Bueno, pues esas reflexiones bajo el texto de Lemire enriquecen bastante la obra, más allá de los tics habituales. Como tampoco puede ignorar que ya los propios padres del chico no le dejaron en menos peligro cuando le acompañaban en sus acrobacias. Pero si encima introducimos a estos difíciles dilemas, el recordatorio de que si no tuviera unos padres trapecistas ni un padre adoptivo vigilante, tendría la vida de un niño normal de su edad, Lemire coloca una tercera pata al drama existencial para Dick cuando sus iguales, esto es niños, le invitan a jugar a Dragones y Mazmorras. Pero queda la cuarta para completar la gran mesa creativa de estos dos grandes chefs artísticos. Como comentaba antes, resulta que no es el único. Es que hay una irresponsabilidad compartida por la comunidad superheroica, esto es, los Titanes, a quienes conoce. Con trampa, porque tienen poderes. Pero a lo que voy, en una historia de 125 páginas, la cantidad de etapas emocionales introducidos por Lemire harán de Dick el héroe que está destinado a convertirse.
“Robin y Batman” es ideal para recomendar a los primerizos, y cuanto más pequeños, mejor. Pero que no se queden rezagados los veteranos, que aparte de la belleza gráfica del trazo de Nguyen, la historia es una delicia que pondrá a más de uno los pelos de punta.
Robin & Batman 1-3, DC Comics. Robin y Batman, ECC Ediciones. Cartoné. 136 págs. Color. Pvp: 18,95 €.