Crítica: «Evil Genius 2: World Domination», ser el malo, mola.
Historia
Jugabilidad
Gráficos
Duración
Muy Recomendable
Divertido y diferente juego de gestión que hará las delicias de los aficionados y de los veteranos
No se puede negar: los grandes héroes lo son gracias a sus villanos. En muchas ocasiones se nos queda en la memoria el villano de la película o la serie, o el cómic o el videojuego… mucho antes y con mucha más fuerza que el héroe de turno. Acordaos de Darth Vader, de Cersei Lannister, de Sephirot, de Thanos. El cine lo sabe desde hace tiempo y por eso llegaron (y llegarán) películas protagonizadas por ellos. Venom, Gru, Maléfica. Además, ¿Quién no ha querido alguna vez ponerse en los zapatos de un Lex Luthor o un Dr. Muerte?
Evil Genius 2: World Domination nos da la oportunidad de hacerlo, a través de este juego de gestión y estrategia al más puro estilo Theme Hospital (y muchos otros), desarrollado por Rebellion, veteranos en el sector y que saben muy bien lo que hacen y lo que tienen entre manos. Llegó a los ordenadores durante los primeros meses de 2021, nutriéndose de distintos DLCs y complementos que ahora se pueden disfrutar en conjunto con su llegada a las consolas: PS4, PS5, Xbox One y Xbox Series. Ya no hay excusas para ser malvados ni tampoco para aburrirse.
Incluso la maldad cuesta al principio
Como pasa en todos los juegos del género, es necesario dedicarle un tiempo para un mínimo aprendizaje de los controles, variables y numerosas situaciones que se van a producir durante el juego. Lo primero es no perder la calma y, si no eres un jugador habituado a estas mecánicas, optar por un inicio con tutorial. Sin duda es lo mejor, pues uno de nuestros esbirros nos explicará que hacer en todo momento para que no nos perdamos ni nos agobiemos… y lo hará con mucha gracia y con poca, muy poca, presión y textos. Entre las múltiples posibilidades de configuración se encuentran también algunas que nos ayudarán a que estas primeras horas en el juego sean más sencillas y llevaderas. Eso sí, cuando notemos que ya controlamos como genio del mal, lo ideal es soltarse y lanzarse a la conquista. Que de eso va el juego…
Tenemos varias campañas, cuatro villanos seleccionables y un único objetivo: Dominar el Mundo. Para iniciar el juego debemos elegir que villano encarnamos (nosotros somos muy de Dr. Maligno y escogimos a Maximilian), teniendo en cuenta que cada uno de ellos posee unas «habilidades» concretas en cuanto a liderazgo, que mejorarán distintos aspectos de nuestros esbirros, a los que llamamos minions. Los cuatro líderes malévolos seleccionables son: Red Ivan, el típico militar déspota y tiránico. Emma, la manipuladora ex-jefa de espías. Zalika, una científica completamente loca. Maximilian, megalómano y sin escrúpulos.
También tendremos que elegir donde ubicar nuestra base secreta de operaciones, poniendo especial atención en el negocio que nos servirá como tapadera. Por ejemplo, al situar nuestra base en la isla con un casino abandonado, tendremos que volver a poner a funcionar dicho casino e invertir en él. Eso nos protegerá de miradas indiscretas al tiempo que supone una fuente de ingresos extra y, de paso, distrae a los agentes de la ley que se acercan a merodear. Está todo pensado.
Empezando la conquista del Mundo con lo puesto
Al principio solo contamos con un grupo de minions, más que suficiente para empezar a escavar en la roca de nuestra base. Con sencillos comandos e interfaz, construiremos una cámara del tesoro donde guardar nuestros ingresos para reinvertirlos en distintos objetivos, que aquí todo cuesta pasta… desde la construcción de nuevas dependencias hasta el salario de los esbirros.
Insistimos en lo sencillo de la interfaz, adaptada con mucho gusto desde su plataforma original, el PC. Y ha ella nos acostumbraremos mientras construimos las primeras dependencias: salas de descanso o comedores para los esbirros, centrales de generación de energía, laboratorios, salas de entrenamiento, salas de interrogatorios, etc. Es divertido ver como estos personajes de diseño estilo cartoon se pasean y trabajan a nuestras ordenes. También podemos controlar y mover a nuestro super-villano (y a otros personajes importantes que iremos reclutando), colocándolo estratégicamente aquí y allá para motivar a los minions.
La cosa se complica cuando accedemos al mapa-mundi. Se despliega ante nosotros un mapa global con varios puntos señalados en los que realizar misiones. Hasta allí desplegaremos algunos de nuestros esbirros para que completen encargos que nos reportarán suculentos beneficios, tanto económicos como de logística. Capturaremos científicos para fabricar armas de destrucción masiva o soldados que usaremos como vigilantes… entre muchas otras cosas. Incluso podremos actuar en la política de los países, corrompiendo gobernantes o manipulando elecciones. Todo para nuestro beneficio y ese objetivo final que es la dominación mundial.
Dominación a vista de pájaro
Aunque la pantalla del mapa-mundi encierra misiones interesantes y definitivas para nuestros objetivos, es realmente sosa desde el punto de vista jugable. Lo divertido es gestionar nuestra base secreta y el negocio tapadera, con todos los personajes por allí moviéndose, construyendo o reparando e interaccionando con las múltiples situaciones que se dan constantemente. Desde una perspectiva cenital y pudiendo controlar el zoom y el ángulo con solo cuatro botones, observamos todo lo que sucede y más nos vale estar atentos… porque se nos puede colar un aprendiz de 007 en la base y dar al traste con todo lo logrado. Y entonces nos arrepentiremos de no haber entrenado más guardias o de no haber colocado aquellas armas defensivas que el departamento de inventos ha desarrollado.
Esa es una parte importante del juego. Nuestros esbirros pueden evolucionar en tres categorías que, a su vez, también evolucionan. Científicos, soldados, empleados de mantenimiento (de la tapadera) o, como los llama el juego: Científicos, Fuerza y Engaño. Estos últimos determinantes para distraer a los espías infiltrados y mantener el negocio tapadera.
La generación de dinero es fluida y constante una vez mantengamos un buen ritmo de operaciones mundiales y nuestro negocio tapadera funcione. Si nos quedamos sin oro para seguir ampliando nuestro imperio del mal, basta con esperar un poco y las arcas se llenarán pronto. Quizá una de las cosas que más quebradero de cabeza da es la generación de energía, necesitando ampliar de manera constante ese tipo de instalaciones para colocar más generadores… o nos quedaremos sin luz, a merced de nuestros enemigos.
Otro detalle que nos ha dejado algo confundidos es el absurdo impedimento de no poder colocar puertas… a no ser que dejemos el hueco exacto para ellas. Al principio del juego pierdes mucho tiempo hasta que descubres ese requisito: tienes que dejar el espacio correcto o no podrás poner una simple puerta. Por lo demás, el sistema de construcción es sencillo e intuitivo, regalándose con multitud de adornos y muebles entre los que encontramos gran variedad de objetos, todos ellos la mar de graciosos. Nos ha gustado mucho el humor desplegado en el juego. Por ejemplo cuando capturamos un agente enemigo y podemos torturarlo hasta que hable… si no quiere morir de risa entre cosquillas. Ah! Y no se os olvide construir una incineradora por si algún preso o minion muere, que hay que deshacerse de las pruebas.
Por supuesto, nuestro personal es susceptible de padecer distintos estados de ánimo o fatiga, siendo este otro parámetro a tener en cuenta. Nuestros esbirros son insignificantes para nosotros, claro… pero también necesitan comer, descansar y entretenerse. Que no va a ser todo hacer el mal 24/7.
Malévolamente largo
Aunque el juego te permite realizar varias campañas, también dispone de un modo sandbox para jugar libremente y sin límite. En este segundo no estamos lastrados por tiempo o dinero, y podemos exprimir el juego todo y cuanto queramos. Las campañas te marcan distintos objetivos que debes completar para pasar al siguiente y, aunque hay numerosos objetivos secundarios y otros opcionales, no avanzaremos hasta que no realicemos unos concretos. Cada una de estas campañas da una duración concreta a la aventura, que sigue siendo muy amplia aunque limitada. Al final, tendremos que decidir si nuestro objetivo es dominar el Mundo o destruirlo. Eso ya, que lo decida cada cual.
Nosotros hemos quedado muy satisfechos con este simulador de genio del mal. Con sus limitaciones como juego de gestión, cumple de sobra el objetivo que promete: meterte en la piel de uno de estos personajes y gestionar su imperio desde cero. Es divertido, duradero, a ratos exigente y, sobre todo, una nueva e interesante apuesta en un género que no se prodiga mucho en consolas y que debería tener más representación.
A veces, hacer el mal está bien.