Crítica: “JOKER: Sonrisa Asesina”. Retrato de una obsesión.
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Historia
Edición
“Me hizo ver que aquel lugar feliz no estaba hecho para mí”
Una narración libre, atmosférica y valiente pero visualmente apabullante.
Joker tiene tal peso en la ficción, que con sólo nombrar su nombre en cualquier contexto, te la protagoniza. Esta obra es un claro ejemplo de ello. Un descenso a los infiernos y una pesadilla obsesiva de un pobre padre de familia afectado por el virus más mortal que existe en el medio: la sonrisa asesina.
Jeff Lemire nos ofrece su particular visión del villano desde la óptica realista de un psiquiatra de Arkham tan temerario y egocéntrico que cree realmente que pueda curar al asesino. Con esta premisa tan sencilla, el escritor nos introduce en las inquietudes personales de Ben Arnell confrontando su ambicioso reto con los efectos en su familia y compañeros. Pero una psique infinita e ingobernable como la que tiene enfrente es lo que justifica a Lemire para adentrarse en el universo particular del villano gracias al impacto que tiene en lo íntimo y personal y en los demás, más allá de la amenaza creada que Batman o cualquiera otro héroe debe detener. Es el Joker manipulador inofensivo en lo gestual pero terrorífico en lo subliminal. Y ahí es donde la obra acierta, que más allá de presentar un plan brillante con giros y sorpresas y su enfrentamiento psicológico con la batfamilia, con momentos espeluznantes pero con mucha acción, nos da un thriller psicológico lleno de angustia y opresión. Con la libertad creativa y editorial que el sello Black Label permite, el lector se mete de lleno en una terrorífica historia llena de simbología onírica angustiosa y violenta.
La historia tiene un ritmo muy calmado, se disfruta con la medida y bien administrada escritura, pero dejando muy claro que en cualquier momento algo va a pasar. Concede la tregua necesaria para que el lector mire alrededor, como si atisbara algo chungo en el ambiente y tratara de que no le pillen por sorpresa. Que es exactamente lo que hace el protagonista cuando empieza a notar cosas extrañas tras sus sesiones con el pastelito favorito de Harley Queen. Ahí encuentro lo más interesante y potente de la serie, que la marca del Joker se traduce en simbología e imaginario visual alucinante y desasosegante. Como el fondo histórico del villano está ya grabado a fuego, ya seas lector ocasional o veterano, no hace falta explicar absolutamente nada. Joker es, y punto. Y a partir de ahí , como si se tratara de un relato de terror oriental, Lemire y Sorrentino nos conducen por un pasaje retorcido y maligno.
En el aspecto visual y formal, Andrea Sorrentino acepta el reto editorial y ejecuta a la perfección la interpretación de Lemire sobre el mundo irreal sufrido por Arnell. Aquí el ganador es el dibujante, quien tiene la responsabilidad de dar forma al imaginario del pobre psiquiatra. Y no sólo en lo puramente ilustrado, sino en los recursos narrativos que le concede el medio para distinguir realidad e irrealidad. Todo ello gracias al movimiento que produce en las viñetas, tan irregulares y asimétricas que se rompen cuando traspasa el plano físico. Además, el formato 216×276 mm es perfecto para plasmar en panorámico y a gran escala estos mundos imaginarios trufados de libertad creativa. Ello al margen de las posibilidades secuenciales que produce gracias a la horizontalidad de sus marcos tan cinematográficos. En lo mundano y corriente es bastase realista, como si calcara fotogramas de una película hasta el punto que si no es por los bocadillos y el gran número de viñetas en esta parcela de la narración, podría funcionar perfectamente como un relato ilustrado, Utiliza actores reales para los personajes principales. Con Joker lo tiene fácil, gracias a Jared Leto, pero es curioso que para el doctor Arnell haya utilizado a Diego Luna. Con acierto, Lemire utiliza como catalizador para encontrar la verdad de la historia el modo gráfico de los cuentos infantiles a través de una historia diabólica pero formalmente coherente en este tipo de literatura, que dimensiona aún más la pericia de Sorrentino. Si se encargara de este tipo de producción literaria triunfaría absolutamente.
El volúmen lo cierra “Batman: Asesino de Sonrisas”, secuela de la anterior con Batman de protagonista. Este episodio es más convencional en lo argumental pero sigue arriesgando en lo formal. Y vuelve a triunfar. Y como historia alternativa del personaje funciona bien, al no tener nada que perder. Vamos, como no afecta a las series canónicas, Lemire cuenta con libertad para dar su punto de vista a la psicología de Bruce Wayne y su conexión con su alter ego. Sorrentino vuelve a hacer de las suyas y como este thriller toca más la calle y la urbanidad en su lado humano, los malabares gráficos en entornos cerrados son de alto nivel. Los ángulos tomados y las perspectivas multilaterales desde cualquier punto, junto con sus vaivenes narrativos, gracias a la simbología espiral y vaporosa introducidas, ejemplarizan lo que es buena praxis con mayúsculas.
Y ojo al color. Jordie Bellaire brilla como el rojo sangre de muchas de las páginas del album. Encaja perfectamente con el tono de Lemire y con la ejecución de Sorrentino. Con una paleta de colores amplia, bajo un filtro oscuro, consigue que la angustia de la narración y la potencia visual de los gráficos impacten. Aquí se demuestra la importancia del color. Imprescindible en una producción como esta. No se me ocurre otra técnica que la utilizada aquí para conseguir esa sensación de maravilla y para dotar de fuerza a cada una de las composiciones de Sorrentino.
Visualmente nos encontramos con una obra apabullante, en la que Lemire deja a Sorrentino y a Bellaire a sus anchas gracias a una narración libre, atmosférica y valiente.
Joker: Killer Smile Books 1-3, Batman: The Smile Killer, DC Comics. Joker. Sonrisa Asesina Integral, ECC Ediciones. Cartoné (216×276 mm), 152 págs. Color. Pvp: 20,95 €.