Crítica: «Todo es Inflamable», lazos e incendios que unen.

Gabrielle Bell se nutre de sus vivencias para alimentar su producción creativa, trasladando al cómic toda clase de experiencias. Lleva haciéndolo desde el inicio de su carrera y su trabajo ha ido ganándose el favor de la crítica y del público. A través de Afortunada, Cecil y Jordan en Nueva York y esta que nos ocupa, Todo es inflamable, consigue retratar no solo su modo de vida, sino el de toda la sociedad.

En esta obra en concreto acompañaremos a la protagonista, que es la autora misma, en una época de su vida temprana como artista y con serias dificultades económicas. Su madre vive sola en el otro extremo del país, en California, y tendrá que visitarla para ayudarla en la reconstrucción de su vivienda que ha quedado destruida por culpa de un incendio.

Primero vemos como vive Gabrielle, centrada en sus problemas económicos y en su pequeño huerto. Observadora, mordaz y un tanto maniática se enfrenta al viaje a través del país y al encuentro con su madre. A ratos irónico y a ratos rabioso, el vistazo que Gabrielle nos deja echar a este trozo de su vida es un acto de sinceridad y desnudez en el que todos podemos vernos reflejados.

Situaciones tan concretas y cotidianas como realizar un tedioso papeleo burocrático, buscar piso o sufrir a un incómodo compañero de viaje se convierten, al pasar por la pluma de la autora, en un catálogo de experiencias donde la crítica y la reflexión se contagian a quien las lee. Y no se trata de un cómic serio ni espeso, ni mucho menos. Su efecto espejo hace que contemplemos y vivamos cada escena como son en la vida misma: con una pizca de drama, un golpe de humor o como un entrañable recuerdo. Porque lo que sí tiene esta obra en cada una de sus páginas es esa capacidad de pellizcarte por dentro.

Estructurado como un relato continuo pero dividido en pequeños capítulos (otra vez ¿no es así la vida misma?) y con una monótona y cíclica estructura en sus viñetas y páginas, casi hipnótica, se permite la autora contar cada uno de esos pequeños o grandes momentos que conforman su vida. En sus dibujos de estilo tan personal se percibe la fuerza y la pasión de quien cuenta algo desde dentro, poniendo énfasis en los detalles concretos que a veces parecen poco importantes pero que están ahí.

Y con su forma de contar las cosas tan especial es capaz de presentar un excéntrico grupo de personajes, algunos turbios y otros inocentes, que irán cambiando ante nuestros ojos conforme descubramos quienes son en realidad. Porque este autorretrato que hace Gabrielle no solo está conformado por ella y su entorno, sino que todos los que alguna vez pasan por su vida terminan por formar parte de ella, de la autora. Sin conocer a sus amigos, su madre, a Gus, a los omnipresentes perros (maravilloso el episodio centrado en los animales) y tantos y tantos personajes y situaciones no podríamos entender a la protagonista/autora.

Una obra intimista que, paradójicamente, nos puede representar a todos y que en su feroz reflejo de la realidad más cotidiana tiene su mayor fuerza. Una virtuosa es esta autora, brilla en este género de cómic independiente y underground, si así se puede calificar. Desgraciadamente su final, como es lógico, queda completamente abierto y nos quedamos con ganas de saber que pasará mañana en el día a día de la sufrida Gabrielle.

Si os quedáis con ganas de leer más cosas de Gabrielle Bell, la misma editorial ha publicado los cómics citados al principio de esta entrada además de Voyeurs. Esperemos que sigan haciéndolo con el resto de su obra porque es una de las grandes del momento.

• Todo es Inflamable. Ediciones La Cúpula
• edición original. Everything is Flammable. 2017 Gabrielle Belle.
• rústica con solapas. color. 164 pp. 19,90 €