Crítica: «Chronicle». La lente de aumento de los superpoderes.
Resumen de la Crítica
Valoración
Coge a un adolescente frustrado y marginado, maltratado hasta el extremo y, entre toda la rabia y la exaltación hormonal propia de la edad, dale superpoderes. El resultado: una bomba de relojería que no tardará en explotar.
Así es la película que nos presenta el aclamado guionista Max Landis, del que se ha empezado a oír hablar de la noche a la mañana —sobre todo después de que fuera incluido en la "Black List" de 2012 (esa lista en la que figuran los guiones cinematográficos que no se han producido y que merecían haber sido llevados a la gran pantalla) —y que ahora acepta proyectos a mansalva (como una versión de “Frankestein” dirigida por Shaun Levy y otra de “El Flautista de Hamelin”).
El libreto, creado junto al director Josh Trank —que se planteó seriamente, como todo buen friki, las posibles aplicaciones de la telequinesia en la vida real —nos introduce en la vida de tres adolescentes, más o menos felices, más o menos populares, que tras entrar en contacto con una extraña sustancia del bosque adquieren poderes sobrenaturales.
Esto y los tintes de “jackass” que a veces presenta, no la harían diferenciarse mucho de la típica película de superhéroes adolescentes de no ser por el hecho de que la cinta de Trank constituye toda una vuelta de tuerca para el género, llevándolo hasta el alternativo mundo del “found footage” (el arte de construir una película a través de fragmentos de otra ya existente) y de los mockumentarys. Si bien los planos están perfectamente cuidados, pese al toque desenfadado del largometraje.
Y así es como lo comercial se convierte en indi, cómo lo artificial en realista y cómo en plena escena de acción nos descubrimos a nosotros mismos centrándonos en las emociones de los protagonistas para dejar en un segundo plano los maravillosos y oportunos efectos especiales de Simon Hansen (”Distrito 9”).
Porque “Chronicle” se trata más de un drama, de una exaltación de la humanidad y la personalidad de sus protagonistas, magnificada por el cristal de aumento de los superpoderes (como ya pudimos ver con anterioridad en “Akira” o “Carrie”, en la que un joven se veía desbordado por un poder que le había sido otorgado) que de una demostración de músculos, superfuerza y pólvora en exceso.
Y si bien representa la eterna lucha entre el bien y el mal, resulta complicado delimitar la frontera entre ambos, llegando a resultar fácil sentir más lástima que odio por el traumatizado “villano”, Andrew (Dane DeHaan).
Como bien dijo el propio Landis “el poder no tiene necesariamente por qué corromperte, pero si ya eras una persona paranoica, o simplemente irritable, es como aplicar una lente de aumento sobre ello”.