Glass: Marvel a través del cristal de la cruda realidad
¡CUIDADO! El texto contiene spoilers de El Protegido, Múltiple y Glass.
Glass es la culminación de una trilogía que arrancó allá por el año 2000. Casi dos décadas han tenido que transcurrir para que M. Night Shyamalan eche el cierre a la historia que puso en marcha con El Protegido. Sin embargo, esta tardanza no es, ni mucho menos, el aspecto que más llama la atención en el filme.
Superhéroes en el mundo real
El director de origen indio ha demostrado –una vez más- que es uno de los grandes. Gracias a su enorme capacidad creativa, ha conseguido integrar en un universo realista a una de las figuras cinematográficas más sobreexplotadas en la ficción actual: los superhéroes. Algunos de los protagonistas de los tres largometrajes poseen capacidades especiales, pero sus vidas transcurren de forma paralela a la de cualquier otro ciudadano de a pie. Y de esa cotidianeidad surge un aspecto absolutamente clave: el tratamiento del sufrimiento humano.
Las dos predecesoras de Glass juegan sutilmente con ese concepto, pero hasta el momento en el que aparece la tercera, no se explicita tan claramente. De hecho, la trilogía tiene una característica estructural muy peculiar, y es que las dos primeras partes no están directamente relacionadas entre sí. Sus vínculos se reducen a una escena en el final de Múltiple, en la que aparece David Dunn -protagonista de El Protegido- haciendo alusión a Mr. Cristal. No obstante, al mirar los guiones con perspectiva, empieza a vislumbrarse un cierto paralelismo en la causalidad entre superpoderes y sufrimiento.
El calvario de ser diferente
El cuerpo de Dunn es indestructible, pero tuvo que fingir una lesión para mantener su relación sentimental, que más adelante se deteriora debido a un estado de tristeza que se apodera de él por no estar realizando la tarea para la que ha nacido. El círculo es muy enrevesado, pero en el centro del mismo está una idea que se va a repetir: tener habilidades especiales no es tan bonito como lo pintan los cómics.
Se ve mucho más claro cuando se descubren los terribles asesinatos multitudinarios que ha cometido Elijah (Mr. Cristal). Cientos de vidas fueron arrebatadas por la mente corrupta de un hombre que, desde niño, ha sufrido física y psicológicamente las consecuencias de su enfermedad, que hacía sus huesos tan frágiles como un trozo de cristal y le mantuvo alejado del resto de niños. Los superhéroes de las viñetas se convirtieron en su única compañía y, por ello, comenzó una obsesiva búsqueda de su equivalente en la vida real que le llevó a convertirse en uno de los villanos de esas mismas aventuras.
Estas pinceladas difusas se convierten en trazos completamente marcados con la llegada de la segunda película. Múltiple tiene como protagonista a Kevin, un hombre que, por culpa de los malos tratos de su madre, ha desarrollado 24 personalidades dentro de sí mismo. Su superpoder reside en una de ellas, denominada ‘La Bestia’ por el resto, que posee una fuerza sobrenatural y es capaz de escalar con una habilidad asombrosa. Es en este momento en el que la relación sufrimiento-poder se hace evidente, y es que cada una de las personalidades de Kevin ha surgido de una situación traumática.
Por si aún había alguna duda, Shyamalan ahonda en este concepto con Casey, uno de los personajes más maravillosos de la saga, y probablemente de su filmografía. Se trata de una adolescente con una personalidad muy peculiar, esculpida golpe a golpe por los abusos sufridos desde una edad muy temprana a manos de su tío, que además es su tutor legal debido a su condición de huérfana. Su papel en la trama responde a la pura casualidad, ya que algunas de las personalidades de Kevin -reunidas bajo el sobrenombre de ‘La Horda’- han planeado secuestrar a dos jóvenes como sacrificio para La Bestia, pero también se llevan a Casey por error.
Todos los personajes están marcados por el sufrimiento, para bien o para mal
El requisito esencial que han de cumplir las víctimas de la vigesimocuarta personalidad es la ausencia de sufrimiento en sus vidas. Así, en el último momento antes de ser asesinada, Casey se salva gracias a las numerosísimas cicatrices que dibujan en su cuerpo la historia de una existencia llena de dolor.
El broche de cristal
Con un contexto tan bien construido como punto de partida y una mente como la de Shyamalan, solo cabía sentarse a esperar con ansia el cierre de la trilogía, y la verdad es que el resultado ha cumplido las expectativas. Glass hace las veces de bisagra entre El Protegido y Múltiple, con un equilibrio milimétrico entre ambas historias, que van entretejiéndose poco a poco hasta el momento cumbre del largometraje. De la misma manera, la (a priori) difícil tarea de crear relaciones entre personajes de dos películas entre las que distan casi veinte años, está ejecutada con una maestría superior. De hecho, la otra reflexión más importante, que deriva del ya mencionado tratamiento del sufrimiento humano, surge directamente del hilo argumental que une a David Dunn con Kevin Wendell Crumb.
La relación entre Casey y Kevin ejemplifica a la perfección lo que Shyamalan quiere expresar
Elijah, en su intento por demostrarse a sí mismo que su sitio en el mundo era el de buscador de superhéroes, asesina al padre de Kevin cuando este era un niño, dejándole solo ante una madre maltratadora que termina por resquebrajar su mente hasta el punto de convertirle en un demente capaz de devorar humanos. Esta idea se refuerza con la aparición de una sociedad secreta, cuya tarea es la eliminación de todo resquicio de habilidades sobrenaturales, y que parece un recurso mediante el cual el director quiere poner el foco en una paradoja que haría cuestionarse muchas cosas a los guionistas de Marvel: los villanos existen, única y exclusivamente, como respuesta ‘natural’ a los superhéroes.
Decir que héroes y villanos son, en esencia, lo mismo, puede tacharse de auténtica blasfemia, máxime en un momento en el que el cine mainstream se sustenta en gran medida con trajes de hierro, capas, superfuerza y calzoncillos por encima de los pantalones. Pero Shyamalan se ha ganado el derecho a hacerlo.
La espectacular secuencia en la que Elijah, Kevin y David se encuentran sentados frente a una psicoanalista, vestidos con ropa de hospital, es la demostración de que, en esta película, la línea entre el bien y el mal la pone cada uno donde quiera. El asesino en serie, el villano caníbal y el justiciero, tratados como si padeciesen la misma enfermedad: un delirio de grandeza cuyas únicas consecuencias son el sufrimiento ajeno, quizá como reflejo del propio. Y es que las víctimas colaterales no suelen tener ningún protagonismo en los blockbusters superheroicos, pero las imágenes de ciudades enteras devastadas tras la batalla final entre buenos y malísimos, dejan pocas dudas acerca de su existencia. En cambio, en Glass, es una de esas víctimas la que desencadena una ola de sucesos en la que la muerte y el dolor son lo único que se va repitiendo.
Pocos momentos contienen este espíritu igualador entre buenos y malos como aquellos en los que Casey y Kevin interactúan. Es una genialidad la forma en la que se está diciendo que, al fin y al cabo, los villanos solo son almas rotas por el sufrimiento. La Bestia pierde todo su poder con el simple contacto humano sincero, la conexión con alguien que sabe lo que es pasarlo mal. Porque, en realidad, superar los momentos difíciles es el único superpoder.