Crítica: “Un Mundo sin Superman”. Cuatro Vidas y Un Funeral.
Resumen de la Crítica
General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición
“Aquí fue donde cayó el cohete. Que indefenso parecía entonces. Juré que lo protegería…y que lo mantendría a salvo”
El segundo acto de la tragedia de Superman se repesca, se reforma y se siente. Un acto histórico que se sigue disfrutando como el primer día. Un drama que ha vuelto, pero que nunca se fue.
No hacía falta esperar a comprobar las consecuencias de la desaparición del icono superheroico más importante de la historia en el típico salto temporal de la muerte al entierro, con las impresiones íntimas de todas las personas que han estado vinculadas a su existencia. La muerte de Superman debe seguirse como la crónica póstuma de una gran personalidad. Si fuimos testigos segundo a segundo de sus últimos momentos, si certificamos su último estertor, tenemos que ser testigos de los primeros segundos post mortem, del rigor mortis y de la reacción lacrimógena que va a salpicar su cadáver. Sin pausa, los brutales acontecimientos de la última grapa que comprendía La Muerte de Superman en ese histórico nº 75 de la colección Superman nos lleva a Un Mundo sin Superman, un arco argumental en el que se desprende de todo lo anterior para transmutar esa acción pura sin solución de continuidad a un poderoso drama psicológico que muestra el impacto que la desaparición de Kal-El ha deparado en Lois Lane, los Kent, Lex Luthor y la Liga de la Justicia, en particular y a la población de Metrópolis en general.
Habrá tiempo para las correspondientes dosis de aventura como no, con las correspondientes secuencias de enfrentamientos que para eso estamos en un comic de superhéroes embadurnado con un acertado barniz de thriller de conspiración que un hecho como este no debe ahorrar, pero donde sin duda lo más destacable es el desarrollo psicológico de los principales personajes en el duelo por la pérdida del ser querido (u odiado, cuyo perfil no precisa mencionar). Hay que recordar que no es la primera vez que un comic de estas magnitudes pierde a un personaje capital en la trayectoria editorial de su respectiva colección. Pero salvo un par de episodios de despedida, en otras tampoco se ha profundizado en las reacciones íntimas de la pérdida. Ni siquiera actualmente. Y no vale como excusa el hecho de que ese fallecimiento va a ser temporal. No, para los encartados se supone que es definitivo por lo que no sirve de excusa. En este caso, aparte de que el protagonista, aunque muerto, está presente en todo momento, sí es cierto que el peso lo llevan los secundarios y el villano de rigor, en el que su respectivo drama personal y rabia es lo que sin duda enriquece la historia. A pesar de los años que han transcurrido desde la publicación original de esta saga y la evolución de las conductas en el comic superheroico, de formas y modos más realistas, a pesar de que en esta época todavía se imponían una serie de límites en esos procedimientos con los personajes que lo alejaban de contemporaneidad, aún así, sí ha logrado alcanzar altas cotas de calidad en una cuidada combinación de dramatismo y costumbrismo. Y ello porque es creíble la reacción de una Lois Lane que ni siquiera puede exteriorizar en público su desolación para no delatar la identidad civil del héroe caído. Porque la base fáctica del drama de Lane se aprovecha, para ahondar en la tragedia, en la clasificación profesional del personaje que se traduce en la cobertura periodística del fallecimiento como si no fuera con ella el funeral y entierro de su enamorado, drama que no pasa desapercibido para los autores y que sacan lo mejor de la circunstancia para construir microhistorias duras (esta historia enlaza varias por cada víctima personal de la pérdida) aún con los dejes en la forma de aplicar la dialéctica en un personaje de comic de esa época. Pero el mensaje es claro y la habilidad para mostrarlo es rotunda. Las peculiaridades privadas del binomio Kent-Lane es un caramelo para edificar un drama humano de estas características, y si nunca se hubiera creado la relación de estos con el Daily Planet desde los orígenes de su publicación, la fuerza del drama no habría sido la misma ni de lejos. También ocurre con los Kent. Imposibilitados para llorar a su único hijo como es de justicia. La frustración se contagia en un público ya acostumbrado a emociones fuertes gracias a una conexión de impotencia recíproca entre lector y personajes. Hecho que coincide con la rabia interior padecida por un huérfano involuntario, ese Lex Luthor renacido cuya nuevo estatus es revelado en estas páginas, que descubre una nueva capa en la lucha ancestral entre el héroe y el villano cuando es otro el que le ha privado del objetivo vital antagonista. Todos estos análisis provocan que no sea una lectura anecdótica y un ejercicio de nostalgia en la trayectoria de un mito, sino que a pesar del tiempo transcurrido se sigue viendo como un momento trascendente ya no sólo en la trayectoria editorial de Superman sino como recuerdo vivo. El dibujo y la dialéctica pueden parecer anticuados pero la esencia del mensaje no, ni mucho menos y es ahí donde todos estos detalles corales conforman un tapiz que puede enseñarse en la entrada principal de toda gran biblioteca que se precie. Sin duda, el sentimiento aplicado aquí por los autores no ha sido perjudicado por el paso de los años.
En cuanto a la comunidad meta humana, también es de rigor explorar las consecuencias en la Liga de la Justicia. Es curioso además que a través de ellos se ponga voz a los anónimos, a quienes el legado de supes han dejado huella, para recorrer otro camino poco explorado como son los gritos de ayuda de aquellas personas cuyos problemas representan una milésima parte del conjunto total de problemas globales que Kal-El se echaba en cara, pero que deben ser resueltas como la amenaza más peligrosa de un Brainiac por ejemplo. Las pequeñas cosas con las que lidiaba el kryptoniano y que le acercaban de verdad con el hombre de a pie. Ahora la misión la desempeñarán otros, pero en nombre y representación del fallecido.
Como momento gráfico histórico está sin duda el funeral, un acto metropolitano solemne por todo lo alto donde lo más relevante no es el tránsito del cortejo fúnebre, sino que el auténtico final tiene lugar en una habitación donde sus padres, su mujer y el amor de juventud se abrazan en una rito sordo con más fuerza que el propio homenaje oficial.
Por último, la cuestión conspiranoica, con el cadáver aún caliente del protagonista, que engarzan con los acontecimientos futuros y que son excusa para la dinámica de acción propia con conceptos kyrbianos y byrneianos tipo Los Repartidores o el agente Turpin, como parte de un elenco aún más grande para desviar la atención ante tanto drama. Una alternancia lógica y necesaria que no sólo es excusa para inflar de manera artificial una total historia de drama humano.
El segundo acto de la tragedia de Superman se repesca, se reforma y se siente. Un acto histórico que se sigue viviendo como el primer día. Un drama que ha vuelto, pero que nunca se fue.
Adventures of Superman 498-500, Action Comics 685-686, Superman: The Man of Steel 20-21, Superman 76-77, DC Comics. Un Mundo sin Superman, ECC Ediciones. Cartoné. Color. 216 pags. Fecha de edición: Mayo 2016.