Crítica: “Hanzo, El Camino del Asesino vol 10”. The End, sniff…

Bueno, pues se acabó. Tras nueve críticas de la obra y sin ser este volumen tan remarcable como otros anteriores, el pleno en la calificación que le pongo no se corresponde con el tomo en sí, pero desde luego con el conjunto de la obra. Recuerdo cuando en su día entré en el templo de Karnak (Egipto) y nuestro guía dijo nada más pasar a la sala Hipóstila que el visitante debía inclinarse ante tan magna obra arquitectónica cuya primera piedra se levantó hace más de 4.000 años. Ese recuerdo me vino a la cabeza nada más pasar la última página de la obra. El entusiasta guía cuyo nombre lamento no recordar me contagió la sensación de presenciar algo único y excepcional que el libro de Historia de Arte de COU no me dejó ver. Ese comentario fue el empujón definitivo para conectar con el momento de presenciar algo inmenso e inconmensurable, que es exactamente la misma sensación que he tenido leyendo esta ambiciosa saga. Esta obra es tan enorme que me trasladó en el tiempo a ese viaje tan especial y sensacional. Como pasó en ese momento, me inclino ante Koike y Kojima. El recorrido experimentado en estos diez volúmenes ha sido un regalo para los sentidos tan vivido al igual que ese viaje que tanto añoro, cuando la vida era más fácil y egoístamente uno no tenía tantas preocupaciones como ahora (bien llevadas eso sí, cuando uno es un feliz esposo y padre de dos maravillosos hijos). Me imagino que leyendo las anteriores entradas sobre el particular se aprecia mi forosismo ante esta serie histórica donde se reúnen lo mejor que uno puede encontrar en una obra de ficción, aún basada en hechos reales: grandes personajes, perfectamente construidos y desarrollados; técnica narrativa de primer nivel tanto en guión como en dibujo; grandes diálogos; tensión dramática creíble y desasosegante, emoción y magnetismo bien administrados; alivios cómicos en su justa medida; tendencia divulgativa eficaz y comprensible; escenas gráficas donde no se encuentran palabras para resaltar algo tan glorioso; y unos momentos climáticos tanto en acción como en intimidades que la colocan en lo más alto de mi humilde trayectoria lectora.

Sí, hay excesos, sobre todo con el tema del sexo explícito en el último tercio de la obra que puede estar demás y que encaja mejor en obras más ligeras de la dupla, como es El Hombre Sediento, donde su objetivo y premisa daba más juego y justificación a ese recurso, así como con el lagrimeo falsete de varios personajes en momentos puntuales que ocurre en toda la obra de Koike (incluido Craying Freeman). Pero no conozco obra maestra donde no se puede encontrar un pero. Esta no va a ser menos. Y sí es cierto que al ser rigurosos con la historia real los autores no han tenido más remedio que auto limitarse como no hicieron en El lobo Solitario y su Cachorro, por ejemplo, obra que en su conjunto puedo tener más en estima que esta, al ser una historia puramente original aún en un contexto histórico, pero por un pelo. De todas formas, a día de hoy las pongo en paralelo, porque si lo más notorio en la anterior es precisamente es contar una historia inmensa partiendo de una idea original, esta no se queda a la zaga con el hándicap de partir de una histórica mítica y real, prerrogativa mucho más coactiva y peligrosa para dar forma a un producto de entretenimiento brillante, que es precisamente lo que aquí se consigue. Sinceramente, cada tomo que caía en mis manos lo abrazaba con el mismo ímpetu que en la del veterano ronin y su crío. De ahí esa coincidencia en disfrute. Hanzo es más compleja, mucho más. Y consigue la necesidad de revisarla de nuevo. Son tantos nombres, lugares, estrategias, asociaciones y disociaciones, que colisiona en interés con la tan nombrada (con justicia) Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin, por poner un ejemplo. Para algunos, eso le puede restar calidad en su conjunto, pero quizá para otros (yo mismo) supone otro billete para disfrutar de la misma atracción, pero con mejoras, donde se aprecia el detalle perdido de una primera lectura.

En cuanto al contenido de este número diez, como de diez es la calificación global que le pongo, presenta muy buenos momentos. Por ejemplo, el desenlace final del enfrentamiento marcial entre Hanzo y Sasuke, el ninja con máscara de mono que tan buenos momentos nos ha dado y cuyos tejemanejes finales van a ser de notoria importancia, cuyas artes, modos y movimientos siempre fantasmagóricos le hacían el adversario más potente del ninja protagonista. Sorprendentes los sucesos en la casa Tokugawa al más puro estilo El Padrino Parte II, que me han dejado de piedra a favor de Ieyasu (como personaje) al recordarme físicamente al mejor Kingpin Milleriano pero de más alta moralidad, con una explicación fáctica de narrativa gráfica absolutamente espectacular, y ello gracias al dominio de la narración descomprimida marca de la Doble K. Apasionante la subtrama de Itomaru, personaje novedosos y fugaz (cuando ya era impensable a estas alturas), marioneta con posibilidades cuya eficacia se interrumpe por intereses políticos y por ver su destino ligado a la evolución definitiva de Hanzo, más expeditivo, frío y realista que nunca, en un estatus de consiglieri más que de soldado de un Ieyasu demoledor y apabullante. La pega, el tercio final apresurado que resta dramatismo al desenlace de personajes capitales y que recuerda a esos arreones tolkianos en la saga cuyo título no hace falta mencionar.

Un orgullo ver completa en la estantería Hanzo, El Camino del Asesino. Una gratitud inmensa a “lo que sea eso” que hizo que un buen día abriera un tebeo por primera vez por darme a conocer maravillas como esta obra, y por supuesto gracias a sus ilustrísimas mercedes Kazuo Koike y Goseki Kojima.

Hanzo No Mon nº 10, Koike Shoin Publishing Co, Ltd. Hanzo, el Camino del Asesino nº 10, ECC Ediciones. Rústico. Blanco y Negro. 456 pags. PVP: 14,95 €.